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[ Revista Humanizarte Año 6 No 9 ISSN: 2145 – 129X ]
El poeta Leonel Jiménez Damián Nació en la ciudad de Huixtla, en el estado
mexicano de Chiapas. Es licenciado en Lingüística y Literatura Hispánica por la
Universidad Autónoma de Puebla, profesor de Literatura y Semiótica Literaria y ha
formado parte del Seminario de Estudios de Significación (SeS) de la BUAP,
investigador especializado en Semiótica y Análisis del Discurso. Obtuvo una beca
de la Fundación Carolina para cursar el magíster en Filología Hispánica por parte
del CSIC en Madrid, España. Ha publicado cuentos y poemas en revistas
universitarias.
La palabra por el todo
Prefiero la vida condensada
en la punta de una hoja
en el fino filo de un alfiler
que la basta soltura del mar
que la muda furia del viento.
Prefiero un leve arqueo de tus cejas,
el principio de tu sonrisa,
el ligero frisar de la blusa
sobre tus tímidos pechos
que la efigie de tu presencia
atada a los contornos del mundo.
Elijo el espacio lineal de tu calle,
de tu casa, de tu piso, de tu luminoso cuarto
por sobre el requiebro quejumbrosos,
a veces laberíntico, de tu tiempo libre.
Elijo un trazo fino de ti, apenas un bosquejo,
sin remiendos ni artificios,
por sobre la cartografía inmensa, detallada,
abigarrada y tachoneada de tu alma mundana.
Elijo lo que quiero de ti:
tu silencio lleno de olas, de signos impenetrables;
tu mirada predicada al aire,
sumergida en la clara luz
disuelta en los colores del día.
Elijo lo que me hace ir hacia ti:
tu porvenir disperso en las líneas de tu mano,
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tu inquebrantable ser de hueso y carne,
tu boca y tu nombre,
tu voz y tu memoria.
Elijo estar en ti, alrededor de ti,
y no ser otro.
Te elijo fragmentada,
equidistante,
iridiscente.
La voz y la mirada
En la intimidad de tus ojos,
en la profunda claridad de tu mirada,
nace un salmo, se tensa una palabra.
Habito en tu nombre, indefenso,
como una imagen de la melancolía
como un tierno vocablo.
Antes éramos silencio,
profundo respiro del universo.
Ahora, estamos solos.
En la sumergida lentitud de tus labios
se agolpan todos los seres, todas las cosas,
estoy a punto de ser nombrado.
Me vuelvo vibración, ondas inquebrantables
aliento de tu boca, retumbos de tus labios.
Soy el hombre, el día claro, la tarde fresca.
En tu voz la noche encuentra astros,
como un hombre que pesca a los bienaventurados,
En ella, navego sin fe, entre mares agitados.
He de encontrar la salvación que no quiero
En tu rostro, en tus ojos, en tus labios,
He de encontrarme con el que soy y no he sido
Has de volverte mujer, tarde lluviosa,
He de volverme polvo, barro bajo tus pies
Habremos de ser trazos en un papel.
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Anonimato
Mañana te leeré,
recorreré tus líneas
que discurrirán por mi mirada.
Te leeré con ese mismo placer de volverte a encontrar cada día,
cuando tu presencia me vuelva eterno.
Mi lectura, entre líneas, ha de acariciarte,
besar tus manos, tus labios cerrados.
Nadie sabe que te leo,
que cada mañana eres una novela que se extiende
y se arremolina dentro de un vericueto de historias,
personajes y un tumulto de palabras.
Cada mañana de todos mis días,
de los días que se terminaran,
te leeré como un poema,
como una epopeya solitaria.
Nos leemos mañana, niña.
El nombre y su silencio
Nombro tu flor, la palabra donde cabes completa
como un rio entero que se agita en mi boca.
Digo tu nombre para sopesarte dulce, fresca,
una planta que germina, tierna, en mi lengua.
Blandamente destripo tus letras con un murmullo
las mezclo con saliva y surges entera.
La flor te desnuda y te reviste, te encierra
en ese vocablo común que desgajo a ratos
hasta volverte rostro, sonrisa, piel...
hasta que, inefable, te vuelves vida
vorágine de amor y deseo, de caricia y beso.
Nadie sabe que andas en mi memoria
que eres criatura libre dentro de mis impulsos
que vives en tu nombre y que yo te acaricio
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en todos mis silencios.
Caligrafía del Tiempo
Puedo leerte en una fractura,
en las líneas de mi mano o en una huella.
Tal vez en una grieta,
como esas que hay atrás de casa,
te transcriba mejor,
si el tiempo dibuja un laberinto de raíces
o una telaraña de relámpagos.
Sólo entonces podré contemplar esas fallas,
y descubrir un silencio que avanza en minúsculas brechas.
Tantos años he dormido
sin saber que detrás de mi cabeza
una enredadera de signos
ha estado poblando el muro de mi cabecera.
Una escritura del tiempo ha estado cifrándote
en fisuras caprichosas,
en hendiduras oscuras y toscas.
Quiero pensar que un día
esa caligrafía del derrumbe y del abandono
me alcance en un sueño,
quiero soñar que ese trazo del deterioro
alcance mi cama
y sea yo el pliego silencioso
donde han de escribirte en un quebranto,
en un desplome.
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