Realidad, razón, libertad: las raíces del sentido religioso - Pontificia ...

PRESENTACIÓN
El Santo Padre, Benedicto XVI, nos ha recordado en numerosas
ocasiones que las raíces de la crisis que estamos viviendo son
principalmente culturales y antropológicas. Muy recientemente, en el
Mensaje para la XLV Jornada Mundial de la Paz de 2012, se ha
expresado, insistentemente, de la siguiente manera:
“Es verdad que en el año que termina ha aumentado el
sentimiento de frustración por la crisis que agobia a la sociedad,
al mundo del trabajo y la economía; una crisis cuyas raíces son
sobre todo culturales y antropológicas. Parece como si un manto
de oscuridad hubiera descendido sobre nuestro tiempo y no
dejara ver con claridad la luz del día”.
En esta situación, ¿de dónde volver a empezar? Nos viene en auxilio de
nuevo Benedicto XVI:
“A veces hemos insistido en que la presencia de los cristianos en
la sociedad, la política o la economía fuera más incisiva y, sin
embargo, no nos hemos preocupado igualmente de la solidez de
su fe, como si fuera un dato adquirido para siempre. En realidad
los cristianos no viven en un planeta lejano, inmune a las
«enfermedades» del mundo, sino que comparten la turbación, la
desorientación y la dificultad de su época. Por eso, también urge
replantear la cuestión de Dios en el mismo tejido eclesial”
(Discurso a la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para los
Laicos, 25 de noviembre del 2011).
En la conferencia del P. Julián Carrón, Realidad, razón, libertad: las
raíces del sentido religioso, encontramos una ayuda precisamente en
esta dirección. El problema de Dios se vuelve a plantear a partir de una
razón que se abre con sorpresa a la realidad, que con su belleza, sus
atractivos y también sus contradicciones, impacta y despierta las
exigencias profundas de nuestro corazón (verdad, felicidad, amor,
justicia…); huellas de nostalgia en nosotros por el rostro desconocido,
pero anhelado, del Misterio que hace todas las cosas. Sin embargo, solo
el acontecimiento del encuentro con Cristo aclara, educa y salva
totalmente el sentido religioso, es decir, permite al ser humano descubrir
y realizar su humanidad.