Realidad, razón, libertad: las raíces del sentido religioso - Pontificia ...

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09.11.2014 Views

a la integridad y a la trascendencia del ser persona, es decir, la antropología. La responsabilidad moral de la tecno-ciencia Desde el punto de vista de la ciencia y de la técnica, lo que acabamos de decir sobre la integridad y responsabilidad se traduce en la preocupación de que la tecno-ciencia nos asegure un cálculo de beneficios, riesgos y seguridad de los procedimientos de la reproducción técnicamente asistida, que sigue unos procedimientos: Hay una manipulación de gametos; un cierto proceso que compromete la capacidad fecundante de estos gametos; una crío-conservación; una alteración estructural; una posibilidad de multi-ovulación, con la consecuencia de pérdida de embriones porque no se anidan, se intenta aumentar la cantidad o la capacidad cromosómica en espermatozoide y se excluye el filtro natural biológico que selecciona a los espermatozoides. De forma resumida estos serían los aspectos problemáticos: riesgo de embarazo múltiple, daño para la madre, problema para el embrión, mayor frecuencia de fetos inmaduros y una mayor frecuencia de las malas formaciones congénitas en los niños nacidos en reproducción asistida. Esto es responsabilidad del científico, del médico, del técnico: es la cuestión de la integridad y responsabilidad tecno-científica. Este es el primer punto que me corresponde resaltar. Legalidad y legitimidad ética Si pasamos al campo de las leyes, la legalidad supone la legitimidad ética. Entonces, a las leyes le corresponde establecer cuáles son los derechos, cuáles son los deberes de la institución llamada matrimonio, la institución familia; y es entonces importante recordar que hay ciertos aspectos de la definición del matrimonio que nos comprometen a todos, particularmente a los legisladores. Primero, que la esencia del matrimonio es la unión. Esto se simboliza con la palabra cónyuge. La segunda, que es su causa, que es el desposorio, que es donación reciproca varón mujer en carácter nupcial. El tercero, que es el efecto más importante, los hijos. En consideración a esto, el matrimonio, por su etimología matris munus, quiere decir protección de la madre. Recordemos, y esto todo legislador lo debe recordar, que la familia es el único ámbito donde el ser humano nace, crece y muere como persona. ¿Qué es lo que un legislador debe tomar en cuenta, si se va a trabajar con el tema de los deberes y la institución matrimonio y familia? Es

preciso percatarse de que, a través del contraceptivo ya se ha podido separar la procreación de la intimidad conyugal. Ahora, en el caso de la reproducción técnicamente asistida, se fragmenta el proceso natural, porque la unión del espermatozoide y el óvulo ocurre fuera del cuerpo y existe además la posibilidad de que la transferencia del embrión a la madre se realice a una mujer que no es la que ha ofrecido el óvulo. Inclusive, existe la posibilidad de que todo este proceso técnicamente sea realizado en el futuro en términos de clonación. Esto implica que el proceso natural, o sea, la intimidad matrimonial, la gestación, procreación y parto, se separan. Entonces, cabe la posibilidad de asignar cada etapa del proceso procreativo a una persona diferente. Y así se va transformando lo que se llama procreación natural en reproducción técnica. Esto obliga al legislador, desde el punto de vista de su compromiso ético, a repensar, definir y acordar el sentido de la maternidad, la fidelidad, la paternidad y lo que es el matrimonio, familia, sociedad y humanidad. La gran preocupación que surge inmediatamente es: ¿Cuál es el criterio que se va a utilizar? Es aquí donde la consideración de deberes de la institución matrimonio y familia que corresponde al legislador, y la procreación de cálculo de riesgo y beneficio de la reproducción técnicamente asistida que corresponde al tecno-científico, se orientan a una preocupación central cardinal extremadamente compleja. La perspectiva de una bioética personalista ¿Cuál es el criterio que vamos a utilizar para repensar todos estos temas y para poder designar cuál es el auténtico bien que buscamos en eso que llamamos beneficio? Porque hablar de beneficio supone tener una idea clara de qué es lo que es bueno. Sugiero dos modalidades para identificar este “bueno”: el consenso social, que podría llevarnos a la relatividad histórica que conjuga muy bien con el pluralismo de valores en el cual vivimos; la otra posibilidad es reconocer que hay una naturaleza humana y que esa naturaleza humana es una norma que se puede entender y que esa naturaleza humana, como norma inteligible, es de validez universal. Aquí es claro que nos comprometeríamos con una reflexión filosófica en apertura a la teología. En esta ocasión, voy a privilegiar esta modalidad y a exponerla como corresponde a una bioética que se sustenta en la antropología. Es la bioética personalista. ¿Por qué lo hago? Porque nos permite moderar la técnica y restaurar el valor propio de la naturaleza. Es el punto de vista de la bioética personalista, una bioética centrada en el pensar orgánico del padre Joseph Kentenich.

preciso percatarse de que, a través <strong>del</strong> contraceptivo ya se ha podido<br />

separar la procreación de la intimidad conyugal. Ahora, en el caso de la<br />

reproducción técnicamente asistida, se fragmenta el proceso natural,<br />

porque la unión <strong>del</strong> espermatozoide y el óvulo ocurre fuera <strong>del</strong> cuerpo y<br />

existe además la posibilidad de que la transferencia <strong>del</strong> embrión a la<br />

madre se realice a una mujer que no es la que ha ofrecido el óvulo.<br />

Inclusive, existe la posibilidad de que todo este proceso técnicamente<br />

sea realizado en el futuro en términos de clonación. Esto implica que el<br />

proceso natural, o sea, la intimidad matrimonial, la gestación,<br />

procreación y parto, se separan. Entonces, cabe la posibilidad de asignar<br />

cada etapa <strong>del</strong> proceso procreativo a una persona diferente. Y así se va<br />

transformando lo que se llama procreación natural en reproducción<br />

técnica. Esto obliga al legislador, desde el punto de vista de su<br />

compromiso ético, a repensar, definir y acordar el <strong>sentido</strong> de la<br />

maternidad, la fi<strong>del</strong>idad, la paternidad y lo que es el matrimonio, familia,<br />

sociedad y humanidad. La gran preocupación que surge inmediatamente<br />

es: ¿Cuál es el criterio que se va a utilizar? Es aquí donde la<br />

consideración de deberes de la institución matrimonio y familia que<br />

corresponde al legislador, y la procreación de cálculo de riesgo y<br />

beneficio de la reproducción técnicamente asistida que corresponde al<br />

tecno-científico, se orientan a una preocupación central cardinal<br />

extremadamente compleja.<br />

La perspectiva de una bioética personalista<br />

¿Cuál es el criterio que vamos a utilizar para repensar todos estos temas<br />

y para poder designar cuál es el auténtico bien que buscamos en eso<br />

que llamamos beneficio? Porque hablar de beneficio supone tener una<br />

idea clara de qué es lo que es bueno. Sugiero dos modalidades para<br />

identificar este “bueno”: el consenso social, que podría llevarnos a la<br />

relatividad histórica que conjuga muy bien con el pluralismo de valores en<br />

el cual vivimos; la otra posibilidad es reconocer que hay una naturaleza<br />

humana y que esa naturaleza humana es una norma que se puede<br />

entender y que esa naturaleza humana, como norma inteligible, es de<br />

validez universal. Aquí es claro que nos comprometeríamos con una<br />

reflexión filosófica en apertura a la teología. En esta ocasión, voy a<br />

privilegiar esta modalidad y a exponerla como corresponde a una bioética<br />

que se sustenta en la antropología. Es la bioética personalista. ¿Por qué<br />

lo hago? Porque nos permite moderar la técnica y restaurar el valor<br />

propio de la naturaleza. Es el punto de vista de la bioética personalista,<br />

una bioética centrada en el pensar orgánico <strong>del</strong> padre Joseph Kentenich.

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