Realidad, razón, libertad: las raíces del sentido religioso - Pontificia ...
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ley moral natural. Una democracia política puede ser perfectamente<br />
organizada, pero si le faltan valores profundos, se reducirá a un conjunto<br />
de procesos formales. La pretensión de una neutralidad ética de la<br />
tecnocracia representa una nueva ideología tan ciega que no comprende<br />
que los instrumentos operativos dependen de unas idealidades. Por otro<br />
lado, para Juan Pablo II, la economía de libre mercado resulta<br />
probablemente el sistema económico más eficiente y, sin embargo, no<br />
puede ser presentada como moralmente justa hasta que no sea afirmada<br />
en los hechos la primacía <strong>del</strong> trabajo sobre el capital. La justicia social<br />
es, en efecto, la condición para la paz.<br />
En la Centesimus annus Juan Pablo II precisa, una vez más, que la<br />
doctrina social de la Iglesia está en el ámbito de competencia de la<br />
teología moral y que no propone ninguna solución técnica ni simpatiza<br />
con ningún mo<strong>del</strong>o social y económico. A su parecer, la libre iniciativa<br />
económica, la propiedad privada, el intercambio de equivalentes y la<br />
justicia contributiva deben coexistir con la cooperación, la inclusión social<br />
y la justicia distributiva. En otras palabras, quien se empeña más y<br />
consigue mejores resultados merece un premio mayor; sin embargo, la<br />
sociedad, en su totalidad, debe hacerse responsable también de <strong>las</strong><br />
situaciones de pobreza a través de una redistribución solidaria de los<br />
recursos y <strong>las</strong> personas, individualmente, deben actuar con caridad<br />
fraterna hacia los demás. A nivel macroeconómico se sostiene que la<br />
economía debe ser subordinada a la política y que la intervención <strong>del</strong><br />
Estado debe darse según el principio de subsidiaridad. A nivel<br />
microeconómico se promueve el reconocimiento recíproco entre <strong>las</strong><br />
personas de su inalienable e irreducible dignidad (O’Boyle, 2005).<br />
Esta teoría puede volverse practicable concretamente si cada uno da<br />
honestamente lo mejor de sí en cada cosa que tiene que hacer, con la<br />
conciencia de que la propia satisfacción no depende de cuánto recibirá,<br />
sino de la relación personal que cultivará con la persona de Cristo<br />
resucitado. La ganancia no puede representar el fin de la actividad<br />
empresarial, sino solo un instrumento para evaluar su buen<br />
funcionamiento y garantizar la prosecución en el tiempo. La identificación<br />
de la ganancia con el fin último de la iniciativa económica negaría la<br />
existencia de asuntos morales imprescindibles en el proceso decisional<br />
(Worland, 1996). Por este motivo la propuesta social de la Iglesia no está<br />
dirigida exclusivamente a los fieles, sino a todos los hombres de buena<br />
voluntad, porque cada persona razonable, independientemente de su<br />
etnia, cultura y lengua, puede reconocer en su propia experiencia que la<br />
satisfacción de <strong>las</strong> exigencias materiales no satisface totalmente. Juan<br />
Pablo II habla al respecto de “bienes fuera <strong>del</strong> mercado” o “bienes no<br />
comerciables” para referirse a aquel conjunto de emociones,