Realidad, razón, libertad: las raíces del sentido religioso - Pontificia ...
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función social que desarrolla, está al servicio <strong>del</strong> ejercicio <strong>del</strong> derecho<br />
natural a la subsistencia y es útil también para contener los conflictos<br />
sociales. En la Sollicitudo rei socialis se profundiza el concepto de<br />
“desarrollo humano integral”, esbozado por Pablo VI, poniendo en luz<br />
que con el adjetivo “integral” se está indicando la multiplicidad de <strong>las</strong><br />
dimensiones <strong>del</strong> desarrollo, desde sus aspectos más materiales hasta los<br />
más sociales y espirituales (Kraemer, 1998): no existe desarrollo si no es<br />
de todo el hombre y de todos los hombres. En esta perspectiva Juan<br />
Pablo II exhorta a los cristianos, y a todos los hombres de buena<br />
voluntad, para que cultiven una “conciencia viva <strong>del</strong> valor de los derechos<br />
de todos y de cada uno” (33). En términos concretos, se refiere al<br />
derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural; al<br />
derecho a constituir una familia; al derecho a la justicia conmutativa,<br />
distributiva y contributiva; al derecho a participar en la actividad política<br />
de la propia comunidad y nación; a los derechos ligados a la vocación<br />
trascendente de todos los seres humanos, incluso el derecho a profesar<br />
el propio credo <strong>religioso</strong>; al derecho de expresar la propia identidad<br />
también a través de manifestaciones culturales; al derecho a compartir<br />
plenamente <strong>las</strong> ventajas <strong>del</strong> proceso de desarrollo económico en base al<br />
principio de igualdad que deriva de la filiación común en Dios.<br />
Bajo el perfil de la política económica internacional, Juan Pablo II levanta<br />
algunas dudas acerca <strong>del</strong> funcionamiento de ciertos mecanismos<br />
comerciales incapaces de aliviar la llaga de la hambruna en los países<br />
más pobres. Él toma nota de que una parte <strong>del</strong> mundo está dominada<br />
por una mentalidad consumista (Beabout, Echevarria, 2002) y que la otra<br />
no tiene la posibilidad de progresar a causa <strong>del</strong> gap de tecnología y de<br />
recursos inmateriales (capital humano, conocimiento y know-how). En el<br />
primer caso, se asiste al círculo vicioso que induce a <strong>las</strong> personas a<br />
querer siempre más y que <strong>las</strong> vuelve paradójicamente siempre menos<br />
satisfechas. En el segundo caso, emerge una compresión <strong>del</strong> espíritu<br />
empresarial de la población local. Juan Pablo II contesta, por lo tanto, al<br />
sistema de comercio porque subestima el valor de los productos y de <strong>las</strong><br />
materias primas provenientes de <strong>las</strong> naciones en vías de desarrollo; al<br />
sistema monetario y financiero porque provoca fluctuaciones excesivas<br />
de <strong>las</strong> tasas de cambio y de interés empeorando la balanza de los pagos<br />
e incrementando la deuda internacional a cargo de los países más<br />
pobres; a la propiedad <strong>del</strong> patrimonio de los conocimientos tecnológicos<br />
en manos de <strong>las</strong> naciones más ricas, que lo utilizan al fin de crear una<br />
barrera a la entrada de <strong>las</strong> naciones en vías de desarrollo en el mercado<br />
más evolucionado; a <strong>las</strong> organizaciones internacionales porque toman<br />
iniciativas teóricamente a favor de <strong>las</strong> naciones más pobres, pero, en<br />
realidad, para preservar la desigualdad social <strong>del</strong> status quo.