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Realidad, razón, libertad: las raíces del sentido religioso - Pontificia ...

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Diríamos que la función de la Iglesia es esta pasión por el hombre,<br />

porque educar el <strong>sentido</strong> <strong>religioso</strong> no es más que educar en aquello que<br />

tú deseas, es como el aliado más potente que tenemos.<br />

4. Cristo salva el <strong>sentido</strong> <strong>religioso</strong><br />

Pero esto sucede si verdaderamente la Iglesia no reduce el cristianismo<br />

a ética, sentimiento o discurso. Y esto demuestra la necesidad de que<br />

permanezca el Misterio en la historia. Si Cristo no permanece como<br />

contemporáneo y no sigue desafiando al hombre con su presencia<br />

histórica, poniendo <strong>del</strong>ante testigos, diciendo: ¡Mira, qué puede ser la<br />

vida! ¡Mira, a dónde puede llegar la experiencia humana! ¡Mira, a dónde<br />

puede llegar la relación con tu mujer o con tu marido! ¡Mira, qué puede<br />

significar el trabajo! ¡Mira, qué puede significar la enfermedad vivida así!<br />

¡Mira! Sin esto, nosotros, pobrecillos, ¿qué podemos hacer? Podemos<br />

decaer y vivir todo chatamente, con el encefalograma plano, soportando<br />

la realidad, perdiendo el gusto de vivir. ¿Quién podrá liberarnos de esto,<br />

de esta decadencia casi inexorable por nuestra fragilidad humana? Solo<br />

Cristo, el único que puede salvar el <strong>sentido</strong> <strong>religioso</strong>.<br />

La historia de Israel muestra cómo tantas veces el pueblo de Israel<br />

decae, a pesar de todas <strong>las</strong> obras y de todos los milagros y de todos los<br />

hechos que el Misterio había hecho en su historia. Ha decaído,<br />

exactamente como nosotros vemos ahora en nuestra historia cristiana.<br />

Por eso, la situación histórica en la que nos encontramos en Occidente<br />

constituye un verdadero desafío también para el cristianismo (y por lo<br />

tanto para la Iglesia), que se ve obligado a mostrar la verdad de su<br />

pretensión de responder a <strong>las</strong> exigencias <strong>del</strong> hombre. La Iglesia se<br />

somete también a <strong>las</strong> exigencias <strong>del</strong> co<strong>razón</strong> <strong>del</strong> hombre. Si me quiere<br />

mostrar algo, lo tiene que mostrar en la capacidad de ser tan distinta que<br />

me despierte constantemente. Y es evidente que no servirá cualquier<br />

versión <strong>del</strong> cristianismo para volver a despertar la humanidad <strong>del</strong><br />

hombre. Muchas veces vamos a la Iglesia y no es que precisamente<br />

despertemos: lo que sucede, más bien, es lo contrario. Por eso, si no se<br />

despierta, no somos desafiados, provocados por una cosa tan<br />

absolutamente bella y correspondiente que me vienen ganas de<br />

participar. Ésta es una responsabilidad que tenemos como cristianos.<br />

Nosotros vivimos algo tan apasionante que los demás quieren participar<br />

al verlo. Yo digo siempre sintéticamente: el cristianismo se comunica por<br />

envidia, porque uno ve a otro vivir bien, vivir mejor de lo que yo soy<br />

capaz de vivir, y yo quiero eso, no quiero privarme de eso. Pero esto

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