Realidad, razón, libertad: las raíces del sentido religioso - Pontificia ...
Realidad, razón, libertad: las raíces del sentido religioso - Pontificia ...
Realidad, razón, libertad: las raíces del sentido religioso - Pontificia ...
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Andrés, pero era más él mismo; era él, pero era distinto. Como si fuera<br />
todo lo que él no había conseguido realizar con todos sus esfuerzos para<br />
ser feliz; como cuando uno se enamora: todos los esfuerzos que uno ha<br />
hecho para ser feliz no le dan ni siquiera un instante de la plenitud que le<br />
da la otra persona. El haberla encontrado o el haberlo encontrado. Ésta<br />
solo es una pálida analogía de lo que sucede en la vida cuando uno<br />
encuentra a Cristo, porque Cristo ha usado el mismo método, el método<br />
más adecuado a nosotros, que es ponernos <strong>del</strong>ante su presencia. Decía<br />
antes el Padre Iñigo: “No unas palabras, no una doctrina, no unas<br />
reg<strong>las</strong>”. Los conceptos se han hecho carne y sangre. Es una persona, es<br />
una persona que nos fascina de tal forma que nos hace ser nosotros<br />
mismos en un modo y con una plenitud que no habíamos alcanzado con<br />
todos nuestros esfuerzos. ¿A quién le interesa esto? Solo a quien quiera<br />
ser feliz. ¿Hay algo que sea más razonable en la vida que esto? Cuando<br />
me dicen que la fe cristiana no es razonable es porque no saben qué es.<br />
Pero, ¿hay algo más razonable que el que quiera ser feliz encuentre algo<br />
así que corresponde como ninguna otra cosa? ¿Es razonable adherirse?<br />
Por eso el objeto de lo que buscamos, <strong>del</strong> <strong>sentido</strong> <strong>religioso</strong>, de esta<br />
exigencia que sentimos dentro es el Misterio insondable. Por tanto, que<br />
el hombre razone sobre ello de modo que llegue a tener mil<br />
pensamientos distintos es comprensible: cada uno se hace una idea.<br />
Como el misterio es desconocido, cada uno de nosotros nos hacemos<br />
una idea de cómo debe ser este Misterio. Sin embargo, la verdad es una,<br />
solo que el hombre no la puede alcanzar. Entonces el Misterio se hizo<br />
hombre, se encarnó en un hombre que se movía con <strong>las</strong> piernas, que<br />
comía con la boca, que lloraba, que murió y resucitó: éste es el<br />
verdadero objeto <strong>del</strong> <strong>sentido</strong> <strong>religioso</strong>, de esta exigencia que tenemos<br />
dentro. Por tanto, al descubrir a Cristo como un hecho histórico, se me<br />
revela, se me aclara en modo grandioso el <strong>sentido</strong> <strong>religioso</strong> de aquello<br />
que yo buscaba.<br />
Mario Vitorino, un retórico romano, cuando confesó <strong>del</strong>ante de todos<br />
públicamente su conversión, la sintetizó en una frase: “Cuando conocí a<br />
Cristo, me descubrí hombre”. Como podían decir Juan y Andrés: cuando<br />
conocí a Cristo mi humanidad alcanzó una plenitud tal que entonces<br />
descubrí verdaderamente qué significaba ser hombre, a qué era yo<br />
llamado, para qué había sido yo creado con estas exigencias que me<br />
correspondían de tal forma.<br />
Hace poco estuve en Dublín y oí el testimonio de otra persona que<br />
<strong>del</strong>ante de este encuentro cristiano dijo algo similar, nada más que