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Realidad, razón, libertad: las raíces del sentido religioso - Pontificia ...

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hacer la travesía de la vida en una nave segura y cierta, o sea, la<br />

revelación de Dios! ¡Cinco siglos antes de Cristo! ¿Por qué? Porque está<br />

en el co<strong>razón</strong> de la exigencia humana que cuanto más provoca la<br />

realidad el yo, cuanto más intensamente vive el hombre, más viene de lo<br />

más profundo <strong>del</strong> ser el grito: «¡Misterio danos una palabra clara!».<br />

2. Cristo aclara el <strong>sentido</strong> <strong>religioso</strong><br />

Y esto es lo que Cristo ha venido a hacer. Es Cristo quien nos aclara el<br />

<strong>sentido</strong> <strong>religioso</strong>, la exigencia para la que estamos hechos. Y lo<br />

descubrimos en una experiencia sencillísima: los primeros que<br />

encontraron a Jesús, Juan y Andrés, fueron aquel día (se habrían<br />

levantado aquel día como tantos de nosotros hoy) a escuchar a Juan<br />

Bautista. Imaginaos dos pescadores, por tanto ignorantes (porque en<br />

aquel tiempo solo sabía quién estudiaba la ley), gente <strong>del</strong> pueblo,<br />

sencilla, que llega allí a escuchar al profeta y oye decir esa frase<br />

misteriosa para ellos: “Mirad, éste es el Cordero de Dios” y ven que un<br />

hombre empieza a caminar y no pueden evitar el deseo de ir detrás de<br />

Él. Y le preguntan: “¿Dónde vives?”. Jesús les dice: “Venid y ved”, y se<br />

quedaron con el todo el día. Nosotros podemos imaginarnos a estos dos,<br />

nos podemos identificar fácilmente con aquellos que estaban allí<br />

sentados, que miraban a aquel hombre decir cosas que jamás habían<br />

oído y, sin embargo, tan cercanas, tan coherentes, tan evocadoras. Ellos<br />

no comprendían. Estaban simplemente aferrados por <strong>las</strong> palabras que<br />

salían de su boca, como arrastrados, trastornados por ese hablar: se<br />

quedaban mirándole asombrados de cómo hablaba.<br />

Don Giussani describe cómo, a medida que su mirada atónita y admirada<br />

penetraba aquel hombre, ellos percibían que cambiaban dentro, que<br />

cambiaba su propio yo; y cuando vuelven a su casa, lo hacen en silencio.<br />

Nunca habían hecho el camino tan en silencio: como cuando nos sucede<br />

algo grande en la vida, como cuando uno le pasa algo tan absolutamente<br />

excepcional que se queda sin palabras, van allí en silencio, porque<br />

estaban todos ellos invadidos por aquella presencia excepcional que<br />

habían encontrado. Imaginaos cuántas presencias habrían encontrado<br />

estos dos, pero solo aquel hombre les había aferrado, les había captado<br />

toda la atención y todo el afecto. Y cuando llega a su casa, Andrés<br />

abraza a su mujer; y su mujer se da cuenta, se da cuenta y dice: pero,<br />

¿qué te pasa? Como a nosotros, cuando nos ha pasado algo grande en<br />

la vida y llegamos a casa o llegamos a ver a un amigo y nos dice: pero,<br />

¿qué te ha pasado? Como la mujer de Andrés. Era Andrés, sí, era él,

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