La 'actividad propia' en La República de Platón - cristobal holzapfel

La ‘actividad propia’ en La República
de Platón
Andrés Cornejo Yarmuch
Alumno de Magíster en Filosofía de la Universidad de Chile
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“cada uno debe atender a una sola de las cosas de la ciudad: a aquello
para lo que su naturaleza esta mejor dotada” 1
I
Platón entiende que la naturaleza de un hombre depende de la de su alma y
que por tanto los diferentes tipos de hombres se deben, en lo fundamental, a
disposiciones psíquicas.
Por otra parte, reconoce que el alma, mientras se encuentra unida al cuerpo,
esta integrada por tres elementos (ei)/dh, me/rh, ge/nh), estos son: lo racional, lo
impetuoso y lo desiderativo. A cada uno de ellos le corresponde un modo de
operación o actividad específica.
Puesto que cada tipo de hombre es como sea su alma y debido a que las almas
varían en función de las tres operaciones que las integran, según cuanto y
como actúe cada una de estas y según cuales de las operaciones estén por
arriba y cuales por debajo, es decir, de acuerdo a que gobierne y que se
subordine, resultan los diferentes tipos de hombres.
Respecto de las actividades u operaciones del alma es preciso señalar que:
a) Lo racional (logistiko/n, nou=j) delibera sobre el bien y el mal,
necesariamente escoge el primero, resuelve en favor de lo beneficioso y mejor
Al respecto, se cuenta que Sócrates advertía lo siguiente: ‘quien sabe lo que
1
‘o(/ti e(/na e(/kaston e( \n de/oi e)pithdeu/ein tw=n peri\ th\n po/lin, ei)j o( \ au)tou= h( fu/sij e)pithdeiota/th
pefukui=a ei)/h’ (Rep. IV, 433a). Con ‘epitédeios’ Platón significa dos cuestiones que sólo se cumplirían en
su complementariedad, lo más ‘provechoso’ para cada cual es a su vez lo más ‘ventajoso’ para la ciudad
entera. El sabio que permanece en el gozo contemplativo y no ordena desde el conocimiento los asuntos
prácticos, el brazo fuerte que arrasa con todo y se encumbra como señor barbárico, el descarrió y excesos que
dilapida bienes y vida: la “conveniencia” egoísta de las diversas tipologías humanas, directa o indirectamente,
llevaría a cada cual y a todas a la ruina. Cf. O. Velásquez, p.20-22.

es bueno lo hace, porque nadie hace mal a sabiendas. Nadie es malo
conscientemente, sólo lo es por ignorancia’.
Lo racional presenta grados de operación en lo que respecta a la deliberación
acerca de lo debido e indebido, según la menor o mayor corrección de su
examen por lo bajo se sitúa la resolución falible, erigida en la recta opinión,
prudente y sensata. Más alto se ubica la decisión según entendimiento o
conocimiento, esto es, en concordancia con el contenido del saber más pleno e
infalible sobre lo bueno y lo malo, es decir, el adquirido en la visión o
captación de la medida para ellos. 2
b) Lo impetuoso u irascible –brioso- (qumoeide/j) persevera, es fortaleza y
firmeza que ejecuta. Platón sostiene que la dirección de su constancia
realizadora tiende, por naturaleza, hacia lo beneficioso, aunque sin
deliberación. En sentido elevado y propio la ‘irascibilidad’ sería el sentimiento
de indignación moral ante todo mal y la acción que lo combate, el trabajo por
el bien. Platón escribe: ‘en la lucha del alma hace armas a favor de la razón’ 3
Por esta originaria coincidencia con el movimiento de lo racional lo
impetuoso se hallaría inclinado a ser aliado de sus propósitos. Por su poder de
“materialización” se contempla como su labor más cabal la de asistencia de la
razón en la ejecución de las deliberaciones de esta. Las palabras con que el rey
Egeo de Atenas corona la enseñanza de su hijo Teseo sirven para ilustrar este
punto: ‘Las armas importan menos que el brazo que las sostiene; el brazo
importa menos que la inteligente voluntad que lo guía’ 4 .
Sin embargo, la mentada alianza y subordinación de lo irascible a lo racional
se da incondicionalmente sólo en un determinado hombre, a saber, el de
carácter ‘noble’ (440a-c), es en éste que la impetuosidad se resiste toda vez a
levantarse contra las deliberaciones de la razón pese a cualquier tentación.
Platón concibe que a lo impetuoso su índole inclina a lo provechoso pero a
esto no lo obliga, en efecto, esta tendencia puede pervertirse por ‘mala
crianza’ (441a). De aquí la importancia de una educación racional que afirme
y precise una dirección beneficiosa para sus impulsos y que modere los
excesos perjudiciales de sus arrebatos (envidia, violencia, saña; 586c-d).
2 Para ‘nou=j’ cf. libros V y VI; para logistiko/n cf. libros III, VIII y IX, estos últimos también son de
utilidad para la identificación de las restantes operaciones del alma. De manera general lo racional es
descrito como ‘lo que reflexiona acerca de lo mejor y de lo peor’ (Rep. L. IV, 441c); En sentido más limitado
a ello pertenece la inteligencia (nou=j) que accede a la región inteligible, en un pasaje del libro VI (504a-506a)
Platón señala que sin conocimiento de la Idea del Bien se alcanzan sólo bosquejos de la justicia y demás
virtudes, precisión sobre ellas se adquiere únicamente del estudio de la mentada medida perfecta.
3 Rep. L. IV 440e.
4 A. Gide, Teseo, p. 12

Cuando la cólera no se origina ya ante el surgimiento de afanes ruinosos y el
valor y la fortaleza se vuelven serviles a propósitos del tipo contrario: a
impulsos ‘criminales’ y demases, es decir, cuando lo irascible se encuentra
silenciado por el poder de las ‘concupiscencias’ y el ímpetu ganado como
adepto de ellas se concibe se ha pervertido.
Otro asunto a destacar respecto de lo impetuoso, ya no pervertido sino que
operando en favor de lo beneficioso, guarda relación con la menada
subordinación a lo racional en sentido amplio. Como fortaleza al servicio de
dilucidaciones más o menos precisas de lo bueno lo impetuoso puede ser
hecho aliado de empresas de variada índole, las habrá peores o mejores según
la lejanía o proximidad en que éstas se encuentren de la medida, según cuánto
se ajusten a ella. Para una mayor exactitud respecto de este punto tendremos
que enunciar algo que hoy de plano molesta o cuanto menos parece discutible,
a saber: según Platón el conocimiento de lo que debe ser es posible al sabio y
las normas e ideales obtenidos a través del Bien en sí, objetivamente existente,
son los únicos correctos, por tanto, desde esta perspectiva es posible concluir
que otras normas e ideales no sólo son diferentes sino falsos. 5
c) Lo desiderativo o concupiscible (e)piqumhtiko/n) es impulso hacia los
objetos del hambre y la sed, apetición sexual y, en general, inclinación hacia
lo que seduce a las ‘bestias’. Los objetos de su tender pueden ser calificados
como sustento del cuerpo y vida biológica. No obstante, al ser el impulso de lo
concupiscible ‘por naturaleza insaciable de bienes’ (442a), totalmente
desatado, en lugar de sustentar, se encarga de arruinar. En alianza, los dos
elementos anteriores deben, “por la razón y la fuerza”, moderar el apetecer y
conducirlo hacia objetos necesarios y beneficiosos.
Es notorio que para Platón la actividad desiderativa es de primera importancia
para el alma unida al cuerpo en cuanto que no pierde de vista las necesidades
“materiales”, en sentido elevado y propio es lo imprescindible para que se
mantenga esta unión, la vida del hombre como tal.
No obstante los beneficios que reporta al hombre esta operación psíquica a su
vez es fuente de perjuicios. Debido a que lo desiderativo, totalmente desatado
y en especial ciertos matices suyos, arruina tanto a su poseedor como a otros
hombres Platón considera de la mayor importancia velar por el óptimo
funcionamiento de los controles que refrenan la insaciabilidad en general y
que anulan aquellas variedades que traen ruina (ya hablaremos de los deseo
‘innecesarios’ y de los ‘contraley’). Si estos reguladores faltan o fallan en el
alma de un individuo su deficiencia debe ser suplida mediante educación y
5 U. Schmidt, Platón como pensador político.

consejo. Por bien de todos se juzga imperativo enmendar los gérmenes de
fatalidad, en casos extremos no se descarta dar muerte a los ‘moralmente
incurables’. 6
II
Decíamos que los diferentes tipos de hombres se deben, en lo fundamental, a
disposiciones psíquicas y que, a su vez, estas resultan del orden en que se
encuentran entre sí los elementos del alma y del modo y calidad en que cada
cual opera. Pues bien, según Platón, hay tres modos generales de ser hombre.
A saber:
a) Si por naturaleza, vale decir, de modo “silvestre” e inculto, ocurre que en
un individuo el elemento concupiscible se somete al elemento irascible y al
racional, y si junto con esto la razón conduce a la impetuosidad, lo que resulta
de esta ecuación entre las operaciones psíquicas es la ‘mejor’ disposición de
alma de entre las humanas, se da el mejor hombre, el tipo ‘aristocrático’.
b) En cambio, si lo ruinoso de lo concupiscible es sujetado por lo irascible la
mayor parte del tiempo, pero en solitario, y si este último elemento no tiene
sobre sí toda vez prescripciones prontas y rectas elaboradas por la razón, otro
tipo de hombre será quien se genera, una ‘mezcla de bien y de mal’ dirá
Platón. A pesar de que el elemento impetuoso, puesto en labores de
autogobierno, lleva a cabo esta tarea por lo general con éxito en lo que
respecta a su propia conducción y a la de su subordinado, no faltarán las
ocasiones en que su mando flaquee tentado por placeres y espantado por
tormentos, la rebelión de lo peor de los apetitos logrará alguna vez hacerse del
gobierno y el alma entera andará descarrilada, intermitentemente la vida de
tal individuo volcará, se accidentará. Es por esto que la clase de hombres
forjados por una tal disposición psíquica son estimados por Platón ya no tan
6 Sobre este asunto transcribimos dos pasajes de importancia:
‘se dejará morir a aquellos que estén mal constituidos físicamente; y a los que tengan un alma perversa por
naturaleza e incurable se los condenará a muerte’ (Rep. III 410a). A su vez, respecto de los ‘zánganos’ de
las ciudades se anota lo siguiente: ‘en cualquier régimen que nazcan producen una perturbación análoga a la
de la flema y la bilis en el cuerpo; contra esto último el buen médico y legislador del Estado deben
precaverse con mucho tiempo, no menos que el apicultor hábil, tratando al máximo que no aparezcan, pero,
si llegan a aparecer, eliminándolos junto con los panales mismos’ (Rep. VIII 564b-c). Nietzsche tal vez no
se equivoca al notar que ‘todos los medios con que hasta ahora se ha pretendido hacer moral a la humanidad
han sido radicalmente inmorales’. Crepúsculo de los ídolos, p. 75

altos pero tampoco bajos, los sitúa en una medianía del carácter humano,
aunque naturalmente más próximos a los ‘mejores’ que a los ‘peores’. Así, la
índole humana de gobierno principalmente impetuoso unas veces tiende a lo
provechoso, las más de las veces, pero también otras o a lo carente de
beneficio o, derechamente, a lo perjudicial.
c) En la tercera disposición del alma tanto el elemento racional como el
impetuoso se encuentran degradados, el mando lo detentan con exclusividad
los deseos y apetitos, Platón concibe que el individuo conformado de tal
manera no es ‘dueño de sí’ sino ‘esclavo’. El elemento desiderativo es
calificado por el fundador de la Academia, de los tres de que consta el alma, el
menos apto para la conducción del hombre al ‘bien,’ entendido este, de
manera general, como salud del cuerpo y virtud del alma. Es, en este sentido,
que el gobierno de lo apetitivo es el de ‘lo peor sobre lo mejor’ 7 . Entregados
del todo a su suerte, sin guía ni control de otros tipos humanos, a saber, de los
de constitución psíquica de gobierno racional o impetuoso, los asignados por
nacimiento a esta clase de alma, necesariamente, en mayor o menor grado, se
llevan a sí mismos y al resto a la ruina. No obstante, la esclavitud de las
‘concupiscencias’ no es solamente una, según el tipo de deseos dominantes
tres son sus modos principales. Ordenados de menor a mayor en atención a la
ruina que desatan, estos son: (1) deseos ‘necesarios’, (2) deseos ‘innecesarios’,
(3) deseos innecesarios ‘contraley’. Para hacernos una idea de la clase de
hombres que generan respectivamente, apuntamos los siguientes: el avaro, el
vago y el pervertido. No obstante estas distinciones la que se considera la
inferior de las índoles humanas de manera indiferenciada es llamada
‘desiderativa’ o ‘concupiscible’.
III
Habiendo avanzado ya en la identificación de los tres tipos principales del
hombre según las disposiciones psíquicas, es momento de que nos dirijamos a
la cuestión de la asignación adecuada de trabajos para los ciudadanos de la
que se proyecta como la ciudad ‘perfecta’.
Para comenzar enunciaremos las correspondencias que Platón establece entre
las operaciones del alma favorables al individuo y los trabajos de estas en
7 Platón concibe la ‘templanza’ (swfrosu/nh), es decir, el dominio de lo mejor sobre lo peor, como una
virtud fundamental del individuo y la ciudad perfecta. En el libro IV es definida como la concordia
(o(mo/noia) y el acuerdo (sumfwni/a), entre lo que es naturalmente mejor y lo naturalmente peor , sobre la
cuestión de quien debería gobernar (432a-b) .

provecho de la ciudad ‘mejor’. Si la razón daba con su punto culminante al
ocuparse de deliberar según la medida sobre la salud y virtud del hombre, es
decir, sobre el bien, reasignando y limitando a su labor cabal a cada función
psíquica, ahora en la ciudad su cometido será el de mantenerse resolviendo
sobre la adecuada distribución de los trabajos para sus integrantes, prescribir
el modo en que compete preparase para ellos y la manera en que han de ser
realizados (salvo en los oficios de la clase de los campesinos, artesanos y
comerciantes), así como determinar de manera integral qué es propicio y qué
es hostil para la comunidad entera. Si el ímpetu en su ejercicio sumo se
ocupaba de sostener y ejecutar propósitos, de servir a los mejores y no dejarse
distraer ni conquistar por los ruines, ahora como fortaleza del Estado habrá de
ser antes que todo “insuflado” del espíritu de la legislación sabia, una vez
hecha adepta e incondicional de sus principios y métodos, a su vez que
competente para su implementación, se hallará en forma para la ejecución de
los mandatos gubernamentales y para la defensa de la ciudad entera de sus
enemigos internos y externos. Si lo desiderativo, moderado en sus excesos y
perversiones, era hábil en lo referente al sustento material del viviente hombre
ahora sometido a cuidados análogos tendrá a su cargo la producción del
sustento para la ciudad entera.
En la ciudad que se proyecta, los roles de los integrantes de la comunidad
están en directa relación con la constitución de sus almas, Platón agrupa los
tres modos principales de ser hombre en tres clases de ciudadanos y asigna a
cada una el trabajo que le corresponde por disposición psíquica. Las tipologías
generales de individuos serán ubicadas en posiciones más altas y más bajas al
interior de una jerarquía político-social. El más y el menos es expresión, entre
otras cosas, de las relaciones de mando y de obediencia que estas clases se
deben entre sí.
La denominación de Hesíodo de las edades o razas del hombre, a saber: ‘oro’,
‘plata’, ‘bronce’ y ‘hierro’ 8 , designa a todo ser humano como metal precioso
reconociendo, no obstante, grados de valor. Platón se sirve de esta acuñación
para la identificación de las clases de ciudadanos que contempla su proyecto
de Estado:
‘Vosotros, todos cuantos habitáis en el Estado, sois hermanos.
Pero el dios que os modeló puso oro en la mezcla con que se
generaron cuantos de vosotros son capaces de gobernar, por lo
cual son los que más valen; plata, en cambio, en la de los
guardias, y hierro y bronce en la de los labradores y demás
artesanos’. 9
8 Hesíodo, Trabajos y Días, 107-202.

Una doble perspectiva decidirá sobre el mayor y el menor valor de los
integrantes de la ciudad ideal. (i) En razón a que Platón no considera al
hombre mera constitución biológica o vida animal, sino como el único
viviente en que se da la situación de que su alma, incluso mientras se
encuentra unida al cuerpo, es capaz de elevarse de lo ‘generado y sensible’
hacia el ‘ser y lo real’ 10 , los especialmente aptos para tal operación serán
ubicados en lo más alto de la gradación humana. (ii) A su vez, por tratarse de
la fundación de una ciudad en la que cada tipo de hombre que no sea como el
mejor (a)/ristoj) recibirá de otro más alto que él aquello de que carece su
innata e inculta dotación psíquica las clases de ciudadanos “mejoradoras” de
otras serán situadas por sobre las mejoradas.
No restringida sólo a sus ciudadanos la escala de la ciudad perfecta,
propiamente, es: (1) Idea del Bien, (2) Gobernantes, Filósofos, Guardianes
Perfectos (fu/lakaj pantelei=j), (3) Guardianes Auxiliares (fu/lakaj
e)pikou/rouj) –Fuerza Armada y de Orden-, (4) Campesinos, Artesanos,
Comerciantes.
Según venimos diciendo, para la realización de la ciudad perfecta se
contempla como condición universal y necesaria que ‘lo mejor gobierne sobre
lo peor’. Ningún tipo humano de los que integran la comunidad se basta a sí
mismo para el desempeño del trabajo de máximo provecho para el bien de la
ciudad entera al que potencialmente lo disponen sus aptitudes innatas. Los dos
estamentos inferiores, los encargados del sustento material y de la defensa y
preservación de la ley y el orden, requieren ser conducidos por otros hombres
que ellos mismos para el óptimo desempeño de sus tareas; los gobernantes, en
cambio, habrán de cumplir su labor bajo inspiración y guía mayor que humana
y terrestre.
IV
Para finalizar explicitaremos algo más las labores de las clases de la ciudad así
como la “cría” que se contempla para cada una de ellas:
9 Rep. III, 415a.
10 a)po\ tou= gignome/nou e)pi\ to\ o)/n’ (Rep, VII, 521d)

- Clase de los Campesinos, Artesanos y Comerciantes.
El cuidado de los ciudadanos de las razas de bronce y cobre esta a cargo de los
gobernantes y guardianes auxiliares; contempla normativas o políticas
elaboradas por los primeros y acciones ajustadas a ellas a cargo de los
segundos.
La conducción conjunta a que es sometido el estamento sustentador por parte
de los restantes es de múltiple propósito. Para Platón siempre el cuidado de
mayor importancia respecto de toda clase ciudadana guarda relación con que
los estamentos se mantengan ejecutando la actividad que les compete y no
otra. Lo que custodia el ordenamiento de la ciudad, primero y sobretodo, es
que el mando no se lo apropie la clase concupiscible ni la impetuosa y que,
por su parte, los filósofos no desistan de gobernar. No debe tolerarse que al
interior de una clase sus miembros permuten las actividades asignadas a cada
cual, aún más preocupante que esto es el entrometimiento de una clase en los
trabajos establecidos como específicos de otra, por su parte el comportamiento
máximamente dañino para la ciudad es el indebido anhelo y consecución del
gobierno 11 . El diálogo que transcribimos a continuación, entre Sócrates y
Glaucón, exhibe con claridad la ligazón que Platón descubre entre actividad
impropia y ruina:
‘S- cuando un artesano u otro que su índole destine a negocios
privados, engreído por su riqueza o por el número de los que le
siguen o por su fuerza o por otra cualquier cosa semejante, pretenda
entrar el la clase de los guerreros, o uno de los guerreros en la de los
consejeros o guardianes, sin tener mérito para ello, y así cambien
entre sí sus instrumentos y honores, o cuando uno solo trate de hacer
a un tiempo los oficios de todos, entonces creo, como digo, que tú
también opinaras que semejante trueque (metabolh\) y
entrometimiento (polupragmosu/nh) ha de ser ruinoso para la ciudad.
G - En un todo
S- Por tanto, el entrometimiento y trueque mutuo de estas tres clases
es el mayor daño de la ciudad y más que ningún otro podría ser
calificado con plena razón de crimen’ 12
11 Platón expone en los libros VIII y IX de la Politei/a las consecuencias desastrosas de la actividad
impropia como mando impropio, un Gobierno no ‘Aristocrático’ -esto es: no ‘filósofo’- indefectiblemente
arruina la ciudad. Ordenados de menor a mayor en atención al perjuicio que conlleva su instauración, los
regímenes políticos son: (1) ‘Timocracia’, (2) ‘Oligarquía o Plutocracia’, (3) ‘Democracia’, (4) ‘Tiranía’.
12 Rep. IV, 434b-c

Por otra parte, respecto de la clase desiderativa en particular no se escatiman
esfuerzos para que se mantenga como proveedora del sustento para la
comunidad entera y no como su dilapidadora o acaparadora. Según Platón la
codicia de riquezas y el derroche de bienes necesariamente se desatan, para
mal de todos, cuando en una ciudad se permite a los individuos disponer de la
totalidad de sus posesiones para la venta. La implantación de una política tal
lleva a que algunos pocos se enriquezcan en demasía y a que otros muchos se
dediquen a empobrecerse en exceso, los unos a costa de los otros. Ciertas
naturalezas concupiscibles darían rienda suelta a toda clase de apetitos
posibilitados por disponer de aquello con que proveérselos: bienes. Así, tarde
o temprano, un grupo de ciudadanos acabaría totalmente empobrecido. Los
‘disipadores’ son fuerza laboral perdida mientras aún puede mantenerse en la
“ocupación” del gasto de sus riquezas, lo peor es la conclusión de esta
modalidad de comportamiento, se debe a ella el incremento de indigentes en
una ciudad, de entre estos algunos serán vagos y mendigos mientras que otros
delincuentes, según el decir de Platón, respectivamente zánganos sin y con
aguijón. Estos dos últimos tipos humanos valen como una suerte de contrarecurso-laboral
para la ciudad, pues si se contemplaba que cada hombre de
toda clase brindase algo beneficioso para la ciudad aquí ocurre lo contrario,
los ‘zánganos’ nada dan a los demás y sí toman para sí del resto. La clase
legisladora junto a la fuerza ejecutora debe velar por que no haya en la ciudad
perfecta ‘libre disposición de la totalidad de la hacienda’ y así anular el caldo
de cultivo que fomenta la propagación de estos impulsos ruinosos. Pese a toda
previsión de todos modos tales impulsos se producirán, se espera que en
menor número, por tanto de la usual represión de lo delincuencial habrá de
encargarse el estamento de los guardianes auxiliares, éste se ve comprometido
en labores de carácter “policial”.
Platón considera que comparten una misma naturaleza general, a saber, un
alma en que lo más fuerte es lo desiderativo, tanto los individuos que sí
trabajan y se mantienen en la óptima ejecución de labores agrícolas,
artesanales y de comercio, como aquellos disipadores que se vuelven vagos y
pordioseros, sin olvidar a los zánganos con aguijón. ¿Cómo se entiende esto?
Antes hicimos referencia a la variedad de tipos de deseos que contempla el
elemento concupiscible, es así como se explica el asunto. Los deseos
‘necesarios’ (558e) tienen por objeto aquello sin lo cual no puede mantenerse
viviendo un hombre, son de aquello que sustenta la vida fisiológica, su
satisfacción beneficia a lo somático, sostiene a lo psíquico encarnado, a la vida
humana como tal. En la mayor parte de los individuos, sean de naturaleza
particularmente concupiscible o no, ocurre que en lo desiderativo de sus almas
predominan apetitos de este tipo, estos mantienen la hegemonía del desear en

general y así, por lo común, se encargan de controlar y someter a los apetitos
‘innecesarios’ (559a) y a los innecesarios ‘contraley’(571b). Estos dos últimos
son los más ruinosos para quien los posee y para sus conciudadanos, el
primero de ellos se caracteriza porque su repleción no brinda beneficio alguno
a su dueño y muchas veces sí algún perjuicio. El segundo de ellos corresponde
a prácticas “monstruosas”, nos referimos a las perversiones que la humanidad
en general considera las más oscuras y vergonzosas de que es capaz 13 . Es por
esta gama de deseos y por el dominio de uno u otro sobre los restantes que en
la generalidad de los individuos de disposición de alma desiderativa se dan los
diversos tipos a que nos referíamos, básicamente cada cual depende de la clase
de apetitos que en su naturaleza acabe siendo la más fuerte.
- Clase de los Guardianes auxiliares.
El adiestramiento de los ‘perros’ al servicio del ‘pastor’ para la conducción de
la grey, es decir, el cuidado de aquellos dotados de la constitución de alma que
se considera adecuada para labores guerreras y policiales, a saber, la de
destacado ímpetu debe velar, principalmente, por el cultivo de la obediencia y
por la impresión honda y clara de aquello a qué obedecer. Junto con esto, se
preocupará de prescribir todo cuanto un estamento tal precisa para el buen
desempeño concreto de sus labores, a sus integrantes les será aplicada una
educación que los vuelva a la virtud y la salud, una educación musical –del
alma- y gimnástica –del cuerpo-, un adiestramiento tanto moral como físico.
Si la fuerza armada y de orden se encuentra fracturada por disputas internas y
su cuerpo dividido en facciones en guerra entre sí difícilmente se hallará en
condición para el desempeño de sus cometidos principales, no será apta para
defender a la ciudad de otras ni para controlar los impulsos y reprimir las
manifestaciones que desde la comunidad misma amenazan el bien general.
Parte importante de la educación dirigida a este estamento cuidará por la
unidad de sus miembros, habrá de ser impreso en cada uno de ellos un fuerte
13 Platón señala que los apetitos contraley (para/nomoi) es ‘probable que se produzcan en todos los
humanos’ (471b), mas por lo común reprimidos sólo logran expresarse en sueños y no en acciones. Cuando se
vuelven dueños de un individuo éste se atreve a todo, en tal estado se halla liberado y desatado de toda
vergüenza y sensatez, le vienen deseos de ‘cohabitar con su propia madre o con cualquier otro ser, humano,
divino o bestial, de mancharse en sangre de quien sea, de comer sin reparo el alimento que sea’ (471c-d).
En la obra que estudiamos Platón utiliza los términos ‘kata\ fu/sin’, lo natural o conforme a naturaleza, y
‘para\ fu/sin’, lo antinatural o lo que se opone a la naturaleza; no obstante, cuando se refiere a los deseos
reputados como pervertidos los nombra sólo como opuestos al uso y la ley (no/moj) . Parece tener lugar aquí
una desconcertante determinación de la “naturaleza” humana.

sentimiento de fraternidad que evite que el poder que poseen se desate en
contra de los conciudadanos agrupados en su misma clase o en contra de los
integrantes de las restantes. Muchas de las políticas educativas que Platón
proyecta en su Politei/a sirven para ilustrar este punto, enunciaremos algunas
de ellas. En la temprana infancia a los niños y niñas que se les prepara para
guardianes auxiliares se les transmite conductas debidas mediante relatos
tomados de la literatura, las obras en pugna con los valores que difunde el
Estado serán sometidas a censura o reforma, por ej. en lo que respecta
sobretodo a la formación de éste estamento serán prohibidas narraciones como
las de Homero y Hesíodo cuando declaran que los dioses disputan y luchan
entre sí (378d). Lo venerable, en la medida que opera como modelo de
comportamiento, debe estar sometido a estricta revisión y control. La virtud
de la fraternidad, de parte de los guardianes auxiliares hacia los demás
ciudadanos, les será grabada por la enseñanza de un falso relato de carácter
mítico sobre el origen del país, confeccionado a fin de llevarlos a sentir a sus
coterráneos como hermanos nacidos de un mismo padre (415a). A su vez, en
lo que se refiere a la honda comunión circunscrita a los integrantes del
estamento en cuestión, el siguiente es el método principal: los hijos de
guardianes apenas nacidos les son arrebatados a sus padres, ningún hijo
reconoce a una madre ni a un padre en particular y viceversa, los hijos y
padres son comunes y numerosos, también los hermanos, no hay familias sino
una sola, el estamento entero (460d, 463d, 465b).
Por otra parte, se contempla que la clase impetuosa sea la personificación de
una de las virtudes cardinales de la ciudad perfecta: la ‘valentía’ (a)ndrei/a).
Para Platón esta no se reduce a la mera osadía, pues la simple temeridad es
necia, precipitada y descomedida. Los ciudadanos del estamento intermedio
deben personificar la escasa conjunción entre los hombres de gentileza y
bravura (375c). La firmeza y el valor habrán de ser en pro de la preservación
de los principios de la legislación, la mantención de la lealtad hacia éstos pese
a toda tentación y el contenido de los mismos es el objetivo completo de la
educación musical y gimnástica.
Por último, a fin de graficar lo omniabarcante de las lecciones que decide el
Estado, las que se extienden a actividades de las índoles más diversas,
transcribimos unas palabras que Platón pone en boca de Sócrates. Dice así:
‘debemos proveer a nuestros niños de juegos sujetos a normas; puesto
que, si el juego se desenvuelve sin normas y los niños también, será

imposible que de estos crezcan hombres esforzados y con afecto por el
orden’ 14
- Clase de los Gobernantes.
Los escogidos como potenciales conductores de la ciudad habrán de poseer la
constitución psíquica que Platón identifica como la mejor de entre las
humanas. La jerarquización a la que naturalmente tienden los elementos del
alma de este tipo humano y el rendimiento máximo que virtualmente pueden
entregar las aptitudes de sus operaciones psíquicas más “elevadas” debe ser
consolidado y fomentado mediante un exhaustivo currículo educativo.
Durante los primeros años de vida se contempla para estos ciudadanos una
preparación idéntica a la que dispondrá para su función a los de la clase
anterior, sin embargo la educación exclusiva para los candidatos a gobernantes
recién comienza cuando ya avanzan a la adultez y su duración básica es de tres
decenios.
No debe olvidarse que los educandos para la tarea de la conducción del Estado
son preparados para el gobierno de una ciudad que se proyecta normada y
dirigida bajo la inspiración de modelos eternos e inteligibles, aptos, por tanto,
para tal faena sólo serán los capaces de conducir sus almas desde lo ‘generado
y sensible’ hacia ‘el ser y lo real’. El principio central de la ciudad que
proyecta Platón ordena que lo mejor domine a lo peor, en vista a su
cumplimiento fue examinado el hombre en total, se le distinguió en tres tipos
principales y de cada uno de ellos se señaló su calidad. Para el logro de la
adecuación al principio aludido se determinó que el estamento de los sabios
debe dominar sobre los restantes pues solamente así se cumple de la manera
más radical posible el orden máximamente mejorador. Dicho de otro modo,
por la exposición de los sabios a la Idea del Bien que ahora convertidos en
gobernantes bajo tal inspiración conciben políticas y dirigen la ciudad lo
mejor en grado sumo domina sobre lo demás. Para la ciudad perfecta de
Platón es necesaria el que sus gobernantes accedan al ámbito del ser y la idea,
únicamente en conformidad a lo de allí se deliberaría de la manera correcta
sobre el mayor bien que, con las limitaciones de su condición de generado y
sensible, es posible que alcance lo humano. Es por tal razón que serán
escogidos como candidatos a gobernantes aquellas pocas mujeres y hombres
que se distingan por aptitudes e inclinaciones propias de en temperamento de
filósofo. 15
14 Rep. IV, 424e
15 En el libro V se da inicio a la discusión sobre la factibilidad de ciudad ideal. Platón afirma que con la
mayor ‘aproximación’ esta puede hacerse realidad si y sólo si los ‘filósofos’ llegan a ser reyes, si coinciden en

Por otra parte, respecto de la educación de tales ciudadanos se proyecta que
los tres decenios de preparación básica de los candidatos se dividan en dos
etapas de igual duración. Siendo doble la tarea a su cargo, a saber, decidir
sobre asuntos prácticos y cuestiones ciudadanas y esto, a su vez, decidirlo
desde modelos sólo perceptibles por el alma hecha apta y habituada a la
luminosidad en estos modelos lucen, es también doble su educación. La
primera mitad del tiempo se consagran a la variedad de estudios (ma/qhma) que
contribuyen a volver el alma hacia el ser y la Idea del Bien (th\n tou= a)gaqou=
i)de/an). Estos son: 1) el número y el cálculo, 2) la geometría, 3) la
estereometría, 4) la astronomía, 5) la armonía, 6) la dialéctica. Después de los
últimos cinco años dedicados a ejercicios dialécticos los próximos quince
serán empleados en la adquisición de una experiencia de gobierno y asuntos
prácticos. A la edad de cincuenta, los que se hayan destacado y superado todas
las pruebas, se dedicarán a partir de entonces a la contemplación del Bien
(540a), debiendo descender cuando llegue su turno a la Caverna para ordenar
las instituciones humanas conforme a semejanza.
Un importante principio de la ‘ciudad perfecta’ queda subrayado en las
imágenes de gran contraste y de opuesto valor con que Platón describe, por
una parte, el lugar de lo ciudadano y de la vida práctica, lo inferior, la Caverna
y, por otra, el ámbito de la libertad, la comarca de ‘lo mejor’, la esfera
inteligible, en que la idea del Bien reina suprema. No debiera sorprender,
señala Platón, que el filósofo este poco dispuesto a dejar la luz del
pensamiento por la oscuridad de los asuntos prácticos, sin embargo, es preciso
forzarlo a descender de nuevo, pues, y este es el principio, la ley busca hacer
próspero al conjunto de la ciudad y no a una sola clase. Dice Sócrates:
‘nuestra ley no atiende a que una sola clase lo pase
excepcionalmente bien en el Estado, sino que se las compone
para que esto suceda en todo el Estado, armonizándose los
ciudadanos por la persuasión o por la fuerza, haciendo que unos
a otros se presten los beneficios que cada uno sea capaz de
prestar a la comunidad. Porque si se forja a tales hombres en el
Estado, no es para permitir que cada uno se vuelva hacia donde
le de la gana, sino para utilizarlos para la consolidación del
Estado’ 16
una misma persona poder político y filosofía (473d). En lo que sigue y hasta comienzos del libro VI Platón
precisa quiénes son los filósofos a los que se confiaría el gobierno, explicita qué entiende por temperamento
filosófico.
16 Rep. VII, 519e

BIBLIOGRAFÍA
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