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JORNADAS NACIONALES DE ÉTICA 2009 - UCES

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Julio De Zan<br />

mismas, la mayoría de nuestras prácticas racionales perdería su sentido, y<br />

esto, se sobreentiende, implicaría cambios de importantes consecuencias<br />

en nuestra forma de vida. En la concepción de Habermas ello significaría la<br />

eliminación de nuestra principal alternativa a la violencia, a la coerción y a<br />

la manipulación como medios de resolución de los conflictos y de la coordinación<br />

social. Si la significación moral y política fundamental del acuerdo<br />

basado en razones es la de proveer una alternativa a la coerción abierta o<br />

latente como medio de reducir las conflictividad y producir de coordinación<br />

social, entonces esta limitación de las pretensiones de universalidad del<br />

discurso se presenta como una cuestión de vital importancia, porque el<br />

condicionamiento de todo acuerdo válido a condiciones de imparcialidad<br />

imposibles desde el punto de vista de los participantes en el discurso, se<br />

transformaría en un encubrimiento ideológico del problema” (MacCarthy,<br />

loc. cit, p. 65).<br />

Si tenemos que contar con una irreductible pluralidad de puntos de vista<br />

interpretativos y valorativos que hacen que las disputas políticas muchas<br />

veces resulten insolubles, y presuponemos al mismo tiempo que los participantes<br />

de los diálogos políticos de la democracia buscan sinceramente<br />

entenderse y llegar a un consenso sobre las mejores y más equitativas<br />

decisiones políticas, cómo reconciliar entonces estas dos cosas? ¿Existe<br />

una concepción del debate público -se pregunta MacCarthy- que sea compatible<br />

tanto con el conocimiento de la dificultad, muchas veces insalvable,<br />

como también, con la suposición de que es posible alguna forma de acuerdo<br />

racionalmente motivado y basado en buenas razones? Para responder<br />

a estas preguntas cruciales el autor citado propone “articular la idea de<br />

acuerdo racional, o del consenso argumentativamente logrado sobre cuestiones<br />

de validez, con la práctica de la búsqueda de compromisos de intereses,<br />

mediante negociaciones estratégicamente motivadas”. En realidad<br />

esta propuesta no es original, pero le otorga un espacio mayor a un punto<br />

de vista que ya estaba en Habermas, por lo menos desde la Teoría de la<br />

Acción comunicativa, si bien este autor no lo ha tratado con el detenimiento<br />

que se merece en la Filosofía política, lo cual ha dado lugar malentendidos<br />

y a interpretaciones que ven en la concepción del discurso práctico-político<br />

y en la teoría de la democracia deliberativa de Habermas un reemplazo de<br />

la política por la moral y el derecho.<br />

Según mi modo de ver las negociaciones políticas razonables son una clase<br />

de discurso en sentido amplio que, si bien no constituyen un procedimiento<br />

adecuado para el tratamiento de cuestiones de validez veritativa, o moral,<br />

pueden practicarse como un procedimiento no meramente competitivo, sino<br />

cooperativo, para la resolución pragmática o política de conflictos o desacuerdos<br />

que obstaculizan la interacción comunicativa en este campo. Este<br />

es, precisamente el sentido de la palabra “política” cuando decimos que no<br />

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