JORNADAS NACIONALES DE ÉTICA 2009 - UCES

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08.11.2014 Views

Conflictos de valores y de intereses. Dos límites de la ética del discurso de fuerza; o porque es necesario complementar el discurso, ya sea con el diálogo orientado no al consenso, sino a la comprensión hermenéutica de las diferencias y a la aceptación, o la tolerancia de las mismas; o con elementos estratégicos de negociación que no resuelven los disensos sobre pretensiones de validez, pero hacen posible la aceptación de compromisos para la convivencia pacífica. Los tipos de conflicto que analizaré son cuatro. Se trata de conflictos en sentido estricto, y no meramente de disensos, o desacuerdos argumentativos: 1) conflictos pre-morales; 2) conflictos de valores; 3) conflictos de intereses y, 4) conflictos políticos y sociales, en los que se encuentran involucrados siempre algunos de los anteriores. 1. La lucha por el reconocimiento y la constitución del sujeto moral En un trabajo anterior 1 he tratado de mostrar algunos presupuestos fundamentales del planteamiento de la Ética discursiva, que pueden considerarse también como límites del argumento apeliano de la fundamentación última. En esta exposición me no me voy a centrar ya en los límites de la fundamentación discursiva, sino en los límites de la aplicación del procedimiento del discurso moral para el tratamiento de los conflictos de valores e intereses. Pero quiero sintetizar sin embargo primero el punto de vista desarrollado en el mencionado texto precedente sobre el presupuesto fundamental de la superación de la conflictividad natural como condición de posibilidad del discurso. La condición fundamental, o el presupuesto primero de todo discurso es la existencia de la comunidad real de comunicación, y la pertenencia a ella como una comunidad moral de personas que se reconocen recíprocamente como tales, porque de lo contrario no podría comprenderse como comunidad de comunicación. El análisis de Apel comienza con la explicitación de todo lo que está implicado y ya dado en las prácticas argumentativas de estas comunidades 2 . Pero lo que no se tematiza con esto es cómo se ha 1 De Zan, J.: “¿Está agotado el programa de investigación de la ética discursiva?”. En el libro que hemos editado conjuntamente con Michelini, D. y Maliandi, R.: Ética del discurso. Recepción y crítica desde América latina, Río Cuarto, ICALA, 2007. 2 W. Kuhlmann lo ha sintetizado en estos términos: “Quien argumenta con pretensiones de validez para su argumentación (y esto es lo que significa en rigor argumentar, puesto que quien no sostiene ninguna pretensión de validez, simplemente no argumenta), ha reconocido ya siempre necesariamente determinadas normas que se pueden comprobar como condiciones de posibilidad de toda argumentación con sentido. A estas condiciones de posibilidad de toda argumentación con sentido y validez pertenece en primer lugar la existencia y el reconocimiento de una comunidad de argumentación. [Una comunidad de argumentación en cuanto tal es aquella en la cual se separa idealmente la racionalidad consensual comunicativa de toda forma de interacción estratégica]. Pero a su vez pertenecen también a las mencionadas condiciones necesarias -y de esto es de lo que se trata ahora aquí- el que en la comunidad de argumentación se reconozcan determinadas normas éticas. Así, por ejemplo, el fin de toda argumentación con sentido... no se puede alcanzar por principio si el argumentante no reconoce/// 536

Julio De Zan llegado a aquella comunidad moral, y cómo se explica el reconocimiento recíproco y el respeto de las normas constitutivas de la misma. La pertenencia a esta comunidad es constitutiva de la propia identidad moral de la persona. Esta identidad y la pertenencia a la comunidad humana como comunidad moral no pueden comprenderse entonces como el resultado del discurso moral, porque esta pertenencia es ya condición necesaria de la posibilidad de todo discurso, y es constitutiva del sujeto mismo del discurso moral. Si se quiere explicar este comienzo radical parece necesario recurrir entonces a otras estrategias filosóficas, porque la identidad moral y el reconocimiento recíproco de las personas en cuanto tales no pueden ser entendidos tampoco como un hecho dado, o un estado natural originario. En el estado de naturaleza como “estado de guerra de todos contra todos”, para evocar la descripción hobbesiana, que el propio Kant ha hecho suya de alguna manera en su filosofía política y de la historia, no puede siquiera formarse y funcionar un lenguaje común. Esta es una conclusión que se desprende también claramente del propio giro pragmático de la filosofía, especialmente en la versión de Apel y de Habermas. La constitución de todo sentido intersubjetivo por medio del lenguaje, y por lo tanto el tratamiento de toda pretensión de validez mediante el discurso, presuponen una actitud moral prediscursiva de reconocimiento y de respeto del otro como sujeto moral autónomo y como fin en sí mismo, para decirlo en el lenguaje de Kant. Sin estos presupuestos quedaríamos clausurados en el solipsismo de la más radical Filosofía de la conciencia, y no podría existir ninguna intersubjetividad humana. El libro de Axel Honneth, el sucesor de Habermas en Frankfurt, sobre La lucha por el reconocimiento como la gramática moral de los conflictos sociales, representa a mi juicio un paso significativo en la aclaración del problema planteado, aunque se equivoca al interpretar ya la lucha en el estado de naturaleza como un acontecimiento moral, y en cierto modo reemplaza el discurso mediante la lucha como procedimiento de de la búsqueda de solución de los conflictos morales. En su último libro Paul Ricoeur retoma la interpretación de Honnet de los textos hegelianos, pero critica con razón ///que no le está permitido engañarse a sí mismo ni engañar a los otros, que no debe negarse a argumentar ni rehusar a los otros ese mismo derecho, que no puede negar su reconocimiento a los argumentos bien fundamentados, tanto los propios como los de todos los demás. Para que se preserve la posibilidad de alcanzar el objetivo de la argumentación se exige en última instancia que los argumentantes se reconozcan recíprocamente como sujetos con igualdad de derechos, responsables y capaces de reconocer la verdad, en síntesis, que se reconozcan como personas en el sentido pleno del término” (Kuhlmann, Wolfgang, «Zur logischen Struktur transzendentalpragmatischer Normenbegründung». En: Oelmüller, W. (edit.), Padeborn, 1978, Transzendentalphilosophiesche Normenbegründungen, 1978, p. 23, el subrayado es nuestro JDZ). 537

Julio De Zan<br />

llegado a aquella comunidad moral, y cómo se explica el reconocimiento<br />

recíproco y el respeto de las normas constitutivas de la misma. La pertenencia<br />

a esta comunidad es constitutiva de la propia identidad moral de<br />

la persona. Esta identidad y la pertenencia a la comunidad humana como<br />

comunidad moral no pueden comprenderse entonces como el resultado<br />

del discurso moral, porque esta pertenencia es ya condición necesaria de<br />

la posibilidad de todo discurso, y es constitutiva del sujeto mismo del discurso<br />

moral.<br />

Si se quiere explicar este comienzo radical parece necesario recurrir entonces<br />

a otras estrategias filosóficas, porque la identidad moral y el reconocimiento<br />

recíproco de las personas en cuanto tales no pueden ser entendidos<br />

tampoco como un hecho dado, o un estado natural originario. En el estado<br />

de naturaleza como “estado de guerra de todos contra todos”, para evocar<br />

la descripción hobbesiana, que el propio Kant ha hecho suya de alguna<br />

manera en su filosofía política y de la historia, no puede siquiera formarse<br />

y funcionar un lenguaje común. Esta es una conclusión que se desprende<br />

también claramente del propio giro pragmático de la filosofía, especialmente<br />

en la versión de Apel y de Habermas. La constitución de todo sentido<br />

intersubjetivo por medio del lenguaje, y por lo tanto el tratamiento de toda<br />

pretensión de validez mediante el discurso, presuponen una actitud moral<br />

prediscursiva de reconocimiento y de respeto del otro como sujeto moral<br />

autónomo y como fin en sí mismo, para decirlo en el lenguaje de Kant. Sin<br />

estos presupuestos quedaríamos clausurados en el solipsismo de la más<br />

radical Filosofía de la conciencia, y no podría existir ninguna intersubjetividad<br />

humana.<br />

El libro de Axel Honneth, el sucesor de Habermas en Frankfurt, sobre La<br />

lucha por el reconocimiento como la gramática moral de los conflictos sociales,<br />

representa a mi juicio un paso significativo en la aclaración del problema<br />

planteado, aunque se equivoca al interpretar ya la lucha en el estado<br />

de naturaleza como un acontecimiento moral, y en cierto modo reemplaza<br />

el discurso mediante la lucha como procedimiento de de la búsqueda de<br />

solución de los conflictos morales. En su último libro Paul Ricoeur retoma<br />

la interpretación de Honnet de los textos hegelianos, pero critica con razón<br />

///que no le está permitido engañarse a sí mismo ni engañar a los otros, que no debe negarse a<br />

argumentar ni rehusar a los otros ese mismo derecho, que no puede negar su reconocimiento<br />

a los argumentos bien fundamentados, tanto los propios como los de todos los demás. Para<br />

que se preserve la posibilidad de alcanzar el objetivo de la argumentación se exige en última<br />

instancia que los argumentantes se reconozcan recíprocamente como sujetos con igualdad<br />

de derechos, responsables y capaces de reconocer la verdad, en síntesis, que se reconozcan<br />

como personas en el sentido pleno del término” (Kuhlmann, Wolfgang, «Zur logischen Struktur<br />

transzendentalpragmatischer Normenbegründung». En: Oelmüller, W. (edit.), Padeborn, 1978,<br />

Transzendentalphilosophiesche Normenbegründungen, 1978, p. 23, el subrayado es nuestro JDZ).<br />

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