JORNADAS NACIONALES DE ÉTICA 2009 - UCES

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El fundamento de la conflictividad moral y la legitimidad de su correspondencia práctica el giro pragmático. ¿Y qué es esto no dicho? ¿Qué es lo oscuro que es menester esclarecer como dice la primera idea de fundamentación? Sabemos que Aristóteles intentó varias definiciones de lo que llamamos “Metafísica”, en su necesidad de esclarecer el objeto de esa actividad sistemática del pensar de ir hacia los primeros principios. Hay una, empero, que muchas veces postergamos en la consideración de las cuestiones filosóficas, o que tiene una cierta tradición “Cenicienta”, tanto en la apologética como en la contra apologética sobre la vigencia de la Metafísica. Me refiero a aquella que tan de cerca se alinea con lo que es, en definitiva, toda reflexión filosófica: El conocimiento buscado… “Conocimiento” aquí, según mi interpretación, si uno se atreve a seguir el espíritu de esta vieja y modesta aproximación definitoria -que expresa en sí misma toda la incertidumbre de lo buscado- es, simplemente, la actividad de hacerse cargo de los supuestos a que nos lleva el propio pensar, avanzar sobre los interrogantes con nuevos interrogantes. Porque si no es así, ¿para qué filosofar? ¿Acaso filosofamos sobre estrategias, modos de acción, procedimientos o, en cambio, lo hacemos sobre los “principios” o “razones” que los hacen posibles? Por otro lado, toda precisión en el uso del lenguaje, propiamente hablando, sirve al propósito de la tarea principal: dar razón de los supuestos, evitar las falacias argumentales, y avanzar hasta que admitamos, si es necesario, nuestra ignorancia. Pero será, en todo caso, como dijo otro olvidado filósofo innovador para su tiempo, una “docta ignorancia”, casi a tono con la máxima socrática. No obstante, se puede ser más esperanzado que Wittgenstein y pensar que lo que está más allá de los límites del lenguaje no son pseudoproblemas, sino precisamente las cuestiones filosóficas 12 , el nuevo horizonte de ese “conocimiento buscado”, después que fuimos capaces de preparar el terreno para la siembra. Lo oscuro, entonces, que necesita ser reconstruido es el fundamento mismo, nada menos y nada más, como siempre. Casi me atrevería a decir que estamos en presencia de esa polémica expresión no dicha explícitamente sobre el conocimiento buscado en la idea apeliana de “fundamento último”. En este asunto, lo metafísico viene a ser así la vida filosófica misma, la tarea inevitable a que nos mueve el pensar, porque es capaz de sobrepasar sus propios límites. No se trata justamente de la apelación a algún ente o ser 12 Distingo el uso de los términos cuestión y problema. Una “cuestión” es un interrogante de sentido que, en el mismo acto de ser formulado, abre perspectivas de sentido al interrogador. Las cuestiones invitan a una re-solución, al ejercicio de la libertad. A diferencia de los problemas, no se agotan en una respuesta definitiva. En cambio, los “problemas” son obstáculos que advertimos en nuestro contacto con la realidad y que tienen solución, si contamos con el tiempo, los conocimientos y los métodos adecuados para su solución. La filosofía se ocupa de cuestiones; en cambio, la ciencia, de problemas. Cf. Dei, H. Daniel, “El sentido de la indagación filosófica”. En: Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, XXVI (63, 64), 1988, págs. 71-76; Antropodicea, Buenos Aires, Almagesto, 1997, págs. 19-22; y La cuestión del hombre, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2008, págs. 25 ss. 530

H. Daniel Dei estelar, olímpico, extramundano, sino, antes que nada, de la necesidad de arraigarse, de buscar la raíz, la fuente de todo interrogar que nos conmueve como seres humanos que somos. En este punto puede advertirse que toda metafísica viva, concreta, es una respuesta antropológica inevitable. Cómo explicar, si no es así, las afirmaciones implicadas en el aforismo 18 13 de la obra de Maliandi y Thüer que vengo considerando, puesto que comparto el valor agregado que aporta su propuesta de convergencia a la ética discursiva. Los autores dicen allí: “El ‘a priori de la conflictividad’ no es un concepto ontológico; pero tampoco puede reducírselo a una estructura formal intrarracional. No es ontológico porque no se articula como parte de una descripción del mundo o cosa semejante (aunque ocasionalmente, la ética convergente podría dar pasos por una metafísica provisional que la incluyese, solo a los efectos de aclarar mejor algún problema ético). ‘A priori de la conflictividad’ quiere decir que no se puede establecer un fundamento ético sin haber presupuesto ‘ya siempre’ una estructura conflictiva. Lo presupuesto, pues, no es un conflicto empírico: la fundamentación se hace para explicar lo contingente, y por tanto no consiste en mostrar lo contingente, sino lo necesario, aquello que condiciona la posibilidad de lo contingente, lo que lo hace inteligible, comprensible. No en el sentido de una entidad absoluta, situada más allá de lo empírico o contingente, sino de un supuesto ineludible, más acá de lo empírico o contingente e incluso más acá de la argumentación (dado que puede considerárselo una condición de posibilidad de esta)”. En realidad, la metafísica es siempre provisional; cuando no lo es, no es una reflexión metafísica sino una propuesta ideológica, un pensar cristalizado. “Una reflexión metafísica auténtica se redefine en sus propósitos constantemente y se realimenta del interrogar mismo” 14 ; solo puede realizarse como “permanente insurrección contra sí misma” 15 . Hay que convenir que no actuamos por la vida ausentes de una idea, un “esbozo” de lo que la vida como mundo representa para nosotros. El uso de la razón y del lenguaje supone la existencia de un orden, esto es, la unidad significativa de lo que se nos hace presente ante nosotros y por lo que somos capaces de situarnos y actuar con una cierta identidad. No hay pues una manera de ser, una identidad sin algún orden, cuya validez nos permita con-vivir, proyectarnos, movernos. Una consideración de la cuestión ética no requiere pues de una “descripción del mundo” -que es más bien un 13 Maliandi, R. y Thüer, O.: Teoría y praxis..., págs. 138-9. 14 Dei, H. D.: Lógica de la distopía..., pág. 39. 15 Müller, Max: Crisis de la Metafísica, trad. A. Klein, Buenos Aires, Sur, 1961, p. 168. 531

El fundamento de la conflictividad moral y la legitimidad de su correspondencia práctica<br />

el giro pragmático. ¿Y qué es esto no dicho? ¿Qué es lo oscuro que es menester<br />

esclarecer como dice la primera idea de fundamentación? Sabemos<br />

que Aristóteles intentó varias definiciones de lo que llamamos “Metafísica”,<br />

en su necesidad de esclarecer el objeto de esa actividad sistemática del<br />

pensar de ir hacia los primeros principios. Hay una, empero, que muchas<br />

veces postergamos en la consideración de las cuestiones filosóficas, o que<br />

tiene una cierta tradición “Cenicienta”, tanto en la apologética como en la<br />

contra apologética sobre la vigencia de la Metafísica. Me refiero a aquella<br />

que tan de cerca se alinea con lo que es, en definitiva, toda reflexión<br />

filosófica: El conocimiento buscado… “Conocimiento” aquí, según mi interpretación,<br />

si uno se atreve a seguir el espíritu de esta vieja y modesta<br />

aproximación definitoria -que expresa en sí misma toda la incertidumbre de<br />

lo buscado- es, simplemente, la actividad de hacerse cargo de los supuestos<br />

a que nos lleva el propio pensar, avanzar sobre los interrogantes con<br />

nuevos interrogantes. Porque si no es así, ¿para qué filosofar? ¿Acaso filosofamos<br />

sobre estrategias, modos de acción, procedimientos o, en cambio,<br />

lo hacemos sobre los “principios” o “razones” que los hacen posibles?<br />

Por otro lado, toda precisión en el uso del lenguaje, propiamente hablando,<br />

sirve al propósito de la tarea principal: dar razón de los supuestos, evitar<br />

las falacias argumentales, y avanzar hasta que admitamos, si es necesario,<br />

nuestra ignorancia. Pero será, en todo caso, como dijo otro olvidado filósofo<br />

innovador para su tiempo, una “docta ignorancia”, casi a tono con la<br />

máxima socrática. No obstante, se puede ser más esperanzado que Wittgenstein<br />

y pensar que lo que está más allá de los límites del lenguaje no son<br />

pseudoproblemas, sino precisamente las cuestiones filosóficas 12 , el nuevo<br />

horizonte de ese “conocimiento buscado”, después que fuimos capaces de<br />

preparar el terreno para la siembra.<br />

Lo oscuro, entonces, que necesita ser reconstruido es el fundamento mismo,<br />

nada menos y nada más, como siempre. Casi me atrevería a decir que<br />

estamos en presencia de esa polémica expresión no dicha explícitamente<br />

sobre el conocimiento buscado en la idea apeliana de “fundamento último”.<br />

En este asunto, lo metafísico viene a ser así la vida filosófica misma, la tarea<br />

inevitable a que nos mueve el pensar, porque es capaz de sobrepasar sus<br />

propios límites. No se trata justamente de la apelación a algún ente o ser<br />

12<br />

Distingo el uso de los términos cuestión y problema. Una “cuestión” es un interrogante de<br />

sentido que, en el mismo acto de ser formulado, abre perspectivas de sentido al interrogador.<br />

Las cuestiones invitan a una re-solución, al ejercicio de la libertad. A diferencia de los problemas,<br />

no se agotan en una respuesta definitiva. En cambio, los “problemas” son obstáculos<br />

que advertimos en nuestro contacto con la realidad y que tienen solución, si contamos con el<br />

tiempo, los conocimientos y los métodos adecuados para su solución. La filosofía se ocupa<br />

de cuestiones; en cambio, la ciencia, de problemas. Cf. Dei, H. Daniel, “El sentido de la indagación<br />

filosófica”. En: Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, XXVI (63, 64), 1988,<br />

págs. 71-76; Antropodicea, Buenos Aires, Almagesto, 1997, págs. 19-22; y La cuestión del<br />

hombre, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2008, págs. 25 ss.<br />

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