JORNADAS NACIONALES DE ÃTICA 2009 - UCES
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WECHSELWIRKUNGEN y tragedia de la acción moral Aquello que, en la línea de Simmel, llamo tragedia de la acción moral alude a que el individuo que cumple su deber-ser no se presta al enjuiciamiento de acuerdo con una acción, ya que en aquel desempeño expresa todo su ser: pensamientos, miradas, lenguaje, alegrías, penas, indiferencia, etc. En estos términos, se enfrenta la comprensión kantiana de la acción como caso de (algo fijado por) una ley universal y abstracta, y la comprensión simmeliana de la manifestación total de una vida en reciprocidad continua de influjos y efectos: La vida moral no está atomizada en un número de “acciones” aisladas cada una de las cuales se mide por una ley constituida para siempre; antes bien, toda la continuidad de la vida, de la cual solo por excepción emerge la saliente susceptible de especial denominación, todo lo inaparente y efímero de las palabras, intenciones, relaciones, va acompañado de la línea ideal del deberser, cuyo rigor y absolutismo no sufre con eso el menor detrimento 47 . Es destino trágico de la acción moral la necesidad lógico-objetiva de que el continuo fluir de la vida solo sea enjuiciada a través de una acción. Esta, para ser reconocida como tal, supone una limitación y circunscripción de aquel caudal fluyente mediante un concepto. Solo ahora, en la línea de Kant, es posible actualizar, poner en marcha algo así como un juicio moral. Tal necesidad es, para Simmel, solo aparente; puede corresponder en todo caso al mundo de lo inorgánico, pero el organismo se distingue porque puede determinar para sí mismo la forma que lo determinará: La acción, considerada como latido de la vida directa, no se presta a ser incluida adecuadamente en un esquema conceptual previamente existente, sino que determina su esencia desde el interior de la vida, y sus entrelazamientos con el antes y después y con todo el complejo anímico de esta vida hacen que su delimitación por un concepto proveniente desde afuera sea algo accidental y exterior -por indispensable que resulte para la práctica- 48 . Al contrario de la “acción” legislada por una ley universal -como en la ética racionalista kantiana-, el tipo de unidad de la acción en la que piensa Simmel es intensidad de la voluntad y concentración de fuerza de la vida que no interrumpe, sin embargo, la continuidad de esta. No implica, por consiguiente, necesidad forzosa de concepto. La tragedia de la acción moral consiste, pues, en el desprendimiento, interrupción y autonomización de una particularidad o situación para que pueda hacerse corresponder con una ley universal. Esto solo puede ser posible si se prescinde por completo del deber-ser como expresión y manifestación de una vida que transcurre entre acciones y efectos recíprocos. 47 Simmel, Georg: Intuición de la vida: cuatro capítulos de metafísica, ed. cit., p. 158. 48 Ibíd., p. 161. 940
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WECHSELWIRKUNGEN y tragedia de la acción moral<br />
Aquello que, en la línea de Simmel, llamo tragedia de la acción moral alude a<br />
que el individuo que cumple su deber-ser no se presta al enjuiciamiento de<br />
acuerdo con una acción, ya que en aquel desempeño expresa todo su ser:<br />
pensamientos, miradas, lenguaje, alegrías, penas, indiferencia, etc. En estos<br />
términos, se enfrenta la comprensión kantiana de la acción como caso de (algo<br />
fijado por) una ley universal y abstracta, y la comprensión simmeliana de la manifestación<br />
total de una vida en reciprocidad continua de influjos y efectos:<br />
La vida moral no está atomizada en un número de “acciones” aisladas cada<br />
una de las cuales se mide por una ley constituida para siempre; antes bien,<br />
toda la continuidad de la vida, de la cual solo por excepción emerge la saliente<br />
susceptible de especial denominación, todo lo inaparente y efímero de las<br />
palabras, intenciones, relaciones, va acompañado de la línea ideal del deberser,<br />
cuyo rigor y absolutismo no sufre con eso el menor detrimento 47 .<br />
Es destino trágico de la acción moral la necesidad lógico-objetiva de que<br />
el continuo fluir de la vida solo sea enjuiciada a través de una acción. Esta,<br />
para ser reconocida como tal, supone una limitación y circunscripción de<br />
aquel caudal fluyente mediante un concepto. Solo ahora, en la línea de<br />
Kant, es posible actualizar, poner en marcha algo así como un juicio moral.<br />
Tal necesidad es, para Simmel, solo aparente; puede corresponder en todo<br />
caso al mundo de lo inorgánico, pero el organismo se distingue porque<br />
puede determinar para sí mismo la forma que lo determinará:<br />
La acción, considerada como latido de la vida directa, no se presta a ser<br />
incluida adecuadamente en un esquema conceptual previamente existente,<br />
sino que determina su esencia desde el interior de la vida, y sus entrelazamientos<br />
con el antes y después y con todo el complejo anímico de esta vida<br />
hacen que su delimitación por un concepto proveniente desde afuera sea<br />
algo accidental y exterior -por indispensable que resulte para la práctica- 48 .<br />
Al contrario de la “acción” legislada por una ley universal -como en la<br />
ética racionalista kantiana-, el tipo de unidad de la acción en la que piensa<br />
Simmel es intensidad de la voluntad y concentración de fuerza de la vida<br />
que no interrumpe, sin embargo, la continuidad de esta. No implica, por<br />
consiguiente, necesidad forzosa de concepto. La tragedia de la acción<br />
moral consiste, pues, en el desprendimiento, interrupción y autonomización<br />
de una particularidad o situación para que pueda hacerse corresponder con<br />
una ley universal. Esto solo puede ser posible si se prescinde por completo<br />
del deber-ser como expresión y manifestación de una vida que transcurre<br />
entre acciones y efectos recíprocos.<br />
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Simmel, Georg: Intuición de la vida: cuatro capítulos de metafísica, ed. cit., p. 158.<br />
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Ibíd., p. 161.<br />
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