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JORNADAS NACIONALES DE ÉTICA 2009 - UCES

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La agresividad, el narcisismo y sus efectos en la conflictividad humana<br />

La lógica viril, a dominancia fálica, entra más fácil en la dialéctica del amo y el<br />

esclavo. El objeto se fetichiza y la rivalidad puede dominar. Basta observar a<br />

los “varones” al volante, como sugerente prolegómeno del estallido bélico.<br />

Si hay una expectativa de incidencia de una lógica diferente, que no se formule<br />

en absolutos universales, que soporte lo que no totaliza, más aún: que<br />

en el no-todo se sostenga, es allí adonde dirige su apuesta el psicoanálisis<br />

y con mayor acento a partir de la obra de Jacques Lacan. Así la pretendida<br />

lógica de lo femenino daría una versión que, articulada a la significación<br />

fálica, la trasciende. “Elige” más bien las vicisitudes y aún turbulencias del<br />

amor; que las del fetiche y sus hazañas.<br />

Suelo reiterar el ejemplo de las mujeres, en tanto aquellas que más rápido<br />

responden al llamado de la música. Como las primeras que salen a bailar,<br />

arrastrando algunas rigideces obsesionales de su partenaire.<br />

Alguna vez me pregunté también ¿por qué las mujeres viven más? No me<br />

convencen las respuestas genetistas. Creo que viven más porque el recurso<br />

a la amistad suele ser más sostenido y porque pueden encontrarse a “charlar”.<br />

Charlar, así de simple. Sin demasiado cálculo. Y charlar sobre todo de las<br />

lides del amor. Con lo que hubiere de ese sufrimiento admitido que todo amor,<br />

que se precie de tal, conlleva. Charlar, como danzar, aligera los cuerpos.<br />

Hay por cierto otros recursos frente a la conflictividad, no teñidos de la<br />

estofa del narcisismo, o al menos no demasiado. Valga mencionar el arte,<br />

la creación en general, la invención, aún la sublimación con la dificultad en<br />

definir su alcance de recupero de goce.<br />

De una u otra forma se trata de acudir a la horadación de la servidumbre<br />

imaginaria. No es factible, ni tal vez tampoco deseable, la eliminación de<br />

todo vestigio de narcisismo. Bastaría con habitar en un narcisismo agujereado,<br />

aquel que puede soportar la forma tórica del sujeto, aquel que puede<br />

no ser solo esférico.<br />

Me sirvo de dos figuras topológicas que muestran su diferencia: la esfera<br />

como analógica al cierre yoico, narcisístico. La forma tórica -una cámara de<br />

neumático puede servir de modelo- como aquella que hace figura de la asunción<br />

de la castración al no dejar de soportar el agujero que la funda. Un narcisismo<br />

“poroso” podría ser la condición del amor al prójimo, en tanto posible<br />

oferta de esa zona vacía en que es posible, por contingencia, cohabitar.<br />

Y esto sin demasiada ilusión. Lo demoníaco puede volver a acontecer, lo<br />

monstruoso retornar y repetir. Si aún lo peor del “mal” reaparece en la historia<br />

en su forma más banal. Hannah Arendt nos recuerda que muchos de<br />

los ejecutores del exterminio eran gente normal.<br />

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