JORNADAS NACIONALES DE ÉTICA 2009 - UCES

Eduardo Said
y presencias persecutorias. La “projimidad”; me permito el neologismo;
conserva fácilmente una connotación de inmanencia de un goce ignorado
y en ello amenazante. “¿Qué me quiere?”; no es solo vacío, efecto de
derilección. Se imaginariza como amenaza, como potencial odio, y puede
despertar lo peor de la servidumbre imaginaria.
Entonces, ¿qué lugar para el amor? Lacan propone que el amor hace condescender
el goce al deseo. Pero el amor adquiere diversidades que admiten
algunas fórmulas expresivas de sus vías alternativas:
Si la fórmula del amor fuese: Dar lo que se tiene, nos conduce al altruismo,
sus virtudes y lo limitado de su alcance. Basta sobrecargar a un niño de
objetos que se pueden tener para evidenciar que “no es eso”. La tecnología
puede dar, sin evocar la falta a la que nos apuntamos en la construcción de
la dimensión del amor.
Si la fórmula fuese: No dar lo que se tiene, la evocación al egoísmo es inmediata.
Está claro que no es por ahí.
No dar lo que no se tiene no es sino situar la imposibilidad lógica y potencialmente
sin demasiado efecto connotativo en el plano del amor. No disuelve la
incertidumbre del desprendimiento ante la eventualidad del sí tener.
Pero la fórmula para el amor: Dar lo que no se tiene, hace presente una
versión del amor que podría ser aquella buscada para cortar de cuajo la
servidumbre imaginaria.
Y que tal vez tenga como condición el pasaje por la imposibilidad de la
fórmula anterior, para arribar, por la vía de la creación de un invento en el
amor, al Dar lo que no se tiene. Y más si la completamos: “... a quien no lo
es”. Más fácil de decir que de sostener en acto.
Lacan en una intervención de 1969 10 , da textura a la articulación de la asunción
de la castración con la posibilidad del amor al prójimo: “Se satisface con
este vacío donde él puede amar a su prójimo, porque es en este vacío donde
lo encuentra como sí mismo y es solo de ese modo que puede amarlo”.
10
Lacan, Jacques: “El psicoanálisis en este tiempo”, texto introductorio leído en el ámbito de
la Tenue Blanche Fermé, organizada en el Hotel Gran Oriente de Francia el 25 de abril de 1969:
“Entonces se verá que del psicoanálisis el sujeto sale no habiendo hecho nada más que aligerar
ese resto, a saber, devolverlo al Otro del cual él proviene. Pero, abandonando así su deuda
puede anular al acreedor mismo. Ya no tiene más necesidad de la demanda de este Otro para
sostener su propio deseo. Él sabe que su deseo está formado de la zona que hace barrera al
goce. Se satisface con este vacío donde el puede amar a su prójimo, porque es en este vacío
donde lo encuentra como sí mismo y es solo de ese modo que puede amarlo”.
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