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JORNADAS NACIONALES DE ÉTICA 2009 - UCES

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La cuestión del morir y la posibilidad de actitudes heroicas<br />

está supuestamente solo al servicio de la dignidad humana, son cuestionables<br />

en muchos aspectos y no siempre ven adecuadamente el destino<br />

del hombre 2 .<br />

I. La vida: un exceso que transgrede al tiempo<br />

El binomio vida-muerte articula múltiples sentidos, sin que esto signifique<br />

negar la imposibilidad teórica de formular preguntas y de dar respuestas en<br />

los términos que nuestra sociedad ofrece, o que la tradición entrega de su<br />

uso habitual.<br />

Dos exigencias surgen desde estas cuestiones esenciales:<br />

Por un lado la particularidad de la experiencia vida-muerte dentro de su<br />

inserción en una historia global, confrontación que lleva a una reinterpretación<br />

creativa entre particularidad y universalidad que no significa poner<br />

en cuestión la insustituibilidad del vivir y del morir, ni menos aún la ilusoria<br />

pretensión de acomodamiento a lo universal 3 .<br />

Por otro la necesaria participación en los conflictos que nos plantean las<br />

ciencias de la salud, los riesgos y combates que nos imponen, exigen revisar<br />

nuestras normativas éticas y asumir una exigencia de tipo crítica. No hay<br />

dogmatismos entorno a las cuestiones fundamentales del hombre, porque<br />

sea el dolor, el sufrimiento, la vida misma, la muerte, impiden la configuración<br />

coherente de un sistema definitivo. Y aunque la “carga” semántica de estas<br />

palabras sea negativa, es bueno apostar a que la sin-razón del lenguaje es<br />

por exceso y apertura. Nada en la vida humana es rentabilizable: se nos<br />

exige pasar fronteras, arriesgar cada vez que la plenitud del ser hombre<br />

///todo el terreno de lo viviente, es avalada por muchos pensadores de tradición personalista y<br />

más aún de tradición cristiana. Ver, por ejemplo, Guardini, Romano: Mundo y persona, Madrid,<br />

Guadarrama, 1963. Título original: Welt und Person.<br />

2<br />

Estas categorías no están objetadas en sí mismas, sino su pretendida abarcabilidad a la hora<br />

de explicar la totalidad de lo humano.<br />

3<br />

La literatura, como toda obra de arte, en su mayoría muestra esta inconmensurabilidad presente<br />

en el binomio vida-muerte y la historia global; es el caso, por ejemplo, del personaje Ivan<br />

Ilich en el cuento de León Tolstoi, La muerte de Ivan Ilich, España, Salvat Editores 1969, traducido<br />

del ruso por José Lain Entralgo. También de Niko Kazantzakis, Cartas al Greco. Recuerdos<br />

de mi vida. En esta obra aparece la cuestión de la muerte al menos en tres capítulos decisivos:<br />

“Como vi escribir Carta al Greco” que propiamente no pertenece al autor sino a Elena<br />

N. Kazantzakis, fechada en Ginebra en junio de 1961; y los dos capítulos que el autor dedica a<br />

“La muerte del abuelo” y “La muerte de mi padre”. Especialmente este último tiene ese doble<br />

aspecto de irreconciliación con la figura paterna y al mismo tiempo de reconciliación que solo<br />

la muerte hace posible. Él mismo le decía a su amada, recordando a un combatiente: “No me<br />

juzgues por mis actos. Júzgame como si fueras Dios, por la intención secreta que tienen mis<br />

acciones”, pág. 9, Buenos Aires, Lohlé-Lumen, versión española de Delfín L. Garasa, 1995.<br />

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