JORNADAS NACIONALES DE ÉTICA 2009 - UCES

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La vida en conflicto o el conflicto con la vida Se olvida de los otros y piensa que este es la única traba que lo separa de la Ley. La situación es extraña, una entrada que debería ser accesible a todos tiene un cuidador que la hace impenetrable y cuando le pregunta por qué nadie quiere entrar se le responde que esa puerta está destinada solo para el campesino. El portal se cierra al final, en el momento en que se acaba el insaciable preguntar, cuando la vida termina. Solo se dice de ese umbral, cuando no se sabe si los ojos engañan o si el mundo se oscurece, que: Apenas si percibe en la sombra una claridad que fluye inmortalmente de la puerta de la Ley 18 . En el final de la vida cuando Ya no le queda mucho que vivir el hombre de campo percibe esa claridad inmortal que sale de la entrada. El lector puede y debe sentirse invitado por F. Kafka a ponerse del lado del campesino, de quien habita los pagos del tiempo y es, por eso, pagano, de aquel que busca y espera frente a la puerta de la Ley evadir al cuidador para penetrar en el anhelado país que cumple todos los deseos y de donde fluye una claridad inmortal. Situados en ese lugar podemos sentir el ardor de quien quiere entrar y ve su anhelo frustrado. Impedimento que se percibe fuertemente en el relato a través de la contradicción entre el apetito que busca cumplirse y la imposibilidad de traspasar el umbral porque un guardián impide el paso y frustra el deseo más íntimo y raigal. El cuento es, en este sentido, frustrante y nos violenta la presencia de alguien que impide cumplir lo que anhelamos porque nadie tiene derecho a impedir el propio cumplimiento. Sin embargo, si tenemos en cuenta los orígenes judíos de Franz Kafka que vivió en Praga, una ciudad con larga historia cristiana, y su conocida devoción por Pascal y Kierkegaard, podemos interpretar que la puerta del relato simboliza la entrada del paraíso, aquella por donde el hombre ha sido expulsado a causa de su pecado 19 . Tierra primera donde se habitaba en unidad con Dios, con los otros, consigo mismo y con la tierra, donde se vivía sin conflictos y sin necesidad alguna. Inicio deseado con nostalgia porque era el país donde todo acontecía sin dificultad, sin ningún tipo de sufrimiento, sin mal, donde el hombre era feliz y podría cumplir todos sus deseos. Paraíso perdido de donde el hombre fue expulsado para siempre. 18 En la versión de El proceso se habla de una luz radiante que se ve cuando la vida se ha debilitado. Variaciones que depende de la traducción. 19 Algunas palabras de Kafka que cito de memoria dicen más o menos así: “La torre de Babel ha sido hecha por los hombres que no pudiendo entrar por la puerta del paraíso quisieron entrar por el cielo”. 840

Ricardo O. Diez Desde esa expulsión la puerta del paraíso es impenetrable. Sin embargo, en el relato, el portal se mantiene abierto mientras vive el hombre que se encuentra situado frente a él y se cierra cuando muere. Esta relación de la apertura con el vivir puede remitir al motivo que las Sagradas Escrituras ofrecen de la expulsión. En la Biblia de Jerusalén se lo expresa del siguiente modo: Y dijo Yahvéh Dios: “¡He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal! Ahora, pues, cuidado, no alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de él viva para siempre” (Gen. 3, 22). Poco más adelante estas palabras se actúan en una expulsión concreta: Y habiendo expulsado al hombre, puso delante del jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida (Gen. 3, 24). Las palabras y la acción se unen en el relato bíblico. Si quitamos los sentimientos humanos que buscan sacar al semejante de la competencia, como podría entenderse el cuidado que utiliza la primera cita, el anuncio del Génesis impide, después de la culpa originaria y las penas que le siguen, dos situaciones que serían, para el hombre, insoportables: 1) que viva, después de comer el fruto del árbol de la vida, eternamente enemistado consigo mismo, con los otros, con la tierra y con Dios; 2) que, por cerrarse inmediatamente la puerta del paraíso, muera con esas enemistades. Que el portal permanezca abierto hace posible un tiempo para que el daño del mal sea reparado, curado y, quizás, redimido. Un lapso para que por la pena se redima la culpa transitando el camino inverso acontecido en aquel hecho originario. Conquistar la reconciliación solo es posible si la vida continúa y el texto de Kafka discurre en esa temporalidad. El relato atraviesa una cronología que se inicia con el campesino situado frente al portal abierto y termina con su muerte. Tiempo en que acontecen las acciones que el campesino realiza con el único fin de cumplir su insaciable deseo de querer penetrar lo imposible. Frente a los actos que impulsa ese anhelo se ve al guardián como la única traba para alcanzar el lugar paradisíaco, el relato dice entonces, refiriéndose al campesino: Se olvida de los otros. Pero, durante ese olvido y el echarle las culpas al cuidador, hay que notar que, en los muchos años que la puerta queda abierta, sale la luz que mantiene al viviente y le ofrece la posibilidad de luchar contra las enemistades para que, sin olvidarse de los otros, procure edificar la unidad que lo amigue con el origen. Para alcanzar esas reconciliaciones solo queda el lapso de tiempo en que la puerta permanece abierta y esta parece ser la tarea humana más urgente. El deseo debe cambiar y empeñarse en reconciliar a los hombres entre sí en lugar 841

Ricardo O. Diez<br />

Desde esa expulsión la puerta del paraíso es impenetrable. Sin embargo,<br />

en el relato, el portal se mantiene abierto mientras vive el hombre que se<br />

encuentra situado frente a él y se cierra cuando muere. Esta relación de la<br />

apertura con el vivir puede remitir al motivo que las Sagradas Escrituras<br />

ofrecen de la expulsión. En la Biblia de Jerusalén se lo expresa del siguiente<br />

modo: Y dijo Yahvéh Dios: “¡He aquí que el hombre ha venido a ser como<br />

uno de nosotros, en cuanto a conocer el bien y el mal! Ahora, pues, cuidado,<br />

no alargue su mano y tome también del árbol de la vida y comiendo de<br />

él viva para siempre” (Gen. 3, 22). Poco más adelante estas palabras se<br />

actúan en una expulsión concreta: Y habiendo expulsado al hombre, puso<br />

delante del jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para<br />

guardar el camino del árbol de la vida (Gen. 3, 24).<br />

Las palabras y la acción se unen en el relato bíblico. Si quitamos los sentimientos<br />

humanos que buscan sacar al semejante de la competencia, como<br />

podría entenderse el cuidado que utiliza la primera cita, el anuncio del Génesis<br />

impide, después de la culpa originaria y las penas que le siguen, dos<br />

situaciones que serían, para el hombre, insoportables:<br />

1) que viva, después de comer el fruto del árbol de la vida, eternamente<br />

enemistado consigo mismo, con los otros, con la tierra y con Dios;<br />

2) que, por cerrarse inmediatamente la puerta del paraíso, muera con esas<br />

enemistades.<br />

Que el portal permanezca abierto hace posible un tiempo para que el daño<br />

del mal sea reparado, curado y, quizás, redimido. Un lapso para que por la<br />

pena se redima la culpa transitando el camino inverso acontecido en aquel<br />

hecho originario.<br />

Conquistar la reconciliación solo es posible si la vida continúa y el texto de<br />

Kafka discurre en esa temporalidad. El relato atraviesa una cronología que<br />

se inicia con el campesino situado frente al portal abierto y termina con su<br />

muerte. Tiempo en que acontecen las acciones que el campesino realiza<br />

con el único fin de cumplir su insaciable deseo de querer penetrar lo imposible.<br />

Frente a los actos que impulsa ese anhelo se ve al guardián como<br />

la única traba para alcanzar el lugar paradisíaco, el relato dice entonces,<br />

refiriéndose al campesino: Se olvida de los otros. Pero, durante ese olvido<br />

y el echarle las culpas al cuidador, hay que notar que, en los muchos años<br />

que la puerta queda abierta, sale la luz que mantiene al viviente y le ofrece la<br />

posibilidad de luchar contra las enemistades para que, sin olvidarse de los<br />

otros, procure edificar la unidad que lo amigue con el origen. Para alcanzar<br />

esas reconciliaciones solo queda el lapso de tiempo en que la puerta permanece<br />

abierta y esta parece ser la tarea humana más urgente. El deseo<br />

debe cambiar y empeñarse en reconciliar a los hombres entre sí en lugar<br />

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