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JORNADAS NACIONALES DE ÉTICA 2009 - UCES

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Ricardo O. Diez<br />

custodia. Más allá del hombre de campaña y del guardián hay un lugar del<br />

que ambos son extranjeros y los requiere de diversa manera. Uno apetece<br />

entrar a ese espacio donde encontraría reposo porque cumpliría su deseo<br />

más raigal, su anhelo más profundo. El otro le impide la entrada y arruina el<br />

cumplimiento de su apetencia. Durante todo el relato el hombre no puede<br />

traspasar el umbral y, al final de su vida, la puerta se cierra simbolizando la<br />

muerte del que espera y la consecuente frustración de su deseo. El relato<br />

muestra la inutilidad de la pasión del campesino y el conflicto que suscita<br />

no poder orientar su anhelo al lugar donde alcanzaría satisfacción.<br />

La diferencia entre ambos personajes es notoria. Quien cuida puede ser un<br />

ángel, un dios porque no tiene tiempo, no envejece, no cambia, se conserva<br />

igual durante todo el relato. Cumple con esmero su labor y es observado<br />

no solo en sí mismo sino también en la capa que lo cubre. Los detalles se<br />

muestran durante esa observación y hasta las pulgas son reconocidas. Durante<br />

su actividad como guardián da algunos anuncios y es el encargado de<br />

cerrar la puerta al final del relato.<br />

De otro modo, el hombre de campaña se hace viejo en los muchos años<br />

que se encuentra sentado frente a la puerta. El envejecimiento y la pérdida<br />

de las fuerzas se expone en el texto diciendo: con la vejez, la maldición decae<br />

en rezongo. Con los años los ojos se le nublan porque ya no le queda<br />

mucho que vivir y, sin embargo, sigue insistiendo con una última pregunta:<br />

“Todos se esfuerzan por la Ley”, dice el hombre. “¿Será posible que en los<br />

años que espero nadie ha querido entrar sino yo?”. La respuesta a este<br />

cuestionamiento es antecedido por la manifestación de insaciabilidad del<br />

preguntante y lo que dice el guardián termina el cuento: “Nadie ha querido<br />

entrar por aquí, porque a ti solo estaba destinada esta puerta. Ahora voy a<br />

cerrarla”.<br />

A este envejecimiento anteceden, en la imagen que dibuja el relato, los diálogos<br />

entre ambos personajes, la manifestación del deseo del campesino,<br />

la observación del guardián y la pretensión de burlar su tarea que, al no poder<br />

hacerlo por la fuerza, recurre al soborno. Los diálogos se inician con el<br />

pedido del hombre a ser admitido en la Ley penetrando el portal, a lo que se<br />

le contesta con incertidumbre abriendo una posibilidad: “Es posible”, dice<br />

el guardián, “pero no ahora”. Se pasa luego a la apetencia de querer espiar<br />

que se contrapone con la fortaleza del guardia y la manifestación de salas<br />

interiores cuyos guardianes van adquiriendo aspectos cada vez más temibles.<br />

Un banco se le ofrece al visitante que observa al cuidador y a la capa<br />

que lo cubre. Sin embargo, el que está sentado no alcanza a comprender<br />

por qué debe ser cuidada esta entrada cuando: la Ley debe ser accesible<br />

en todo momento a todos los hombres. Sin responder a esa incomprensión,<br />

intenta sobornar al guardián pero todo es imposible y, entonces, dice Kafka:<br />

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