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JORNADAS NACIONALES DE ÉTICA 2009 - UCES

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Ricardo O. Diez<br />

imaginación introduce una distancia que no existe entre la vida y el viviente<br />

porque este no puede ser sin aquella y aquella se presenta siempre en un<br />

ser vivo. Donador, don y donado son distantes, mientras que el viviente no<br />

tiene ninguna distancia respecto de la vida porque cualquier separación le<br />

impide ser y lo lleva a su contrario, la muerte.<br />

Con algunas diferencias y semejanzas se puede decir que Dios es el único viviente<br />

que se da a sí mismo la vida que no termina. Ciertamente se puede decir<br />

que la vida, la eternidad, la bondad y otras cosas semejantes que se predican<br />

de lo divino son palabras o conceptos, es decir, partes que integran nuestro<br />

modo de hablar y de pensar y no dicen nada de su realidad. Son términos<br />

que difieren en absoluto de un Dios que no tiene partes porque es simple y<br />

Uno. Frente a la “indivisible unidad” y a la “interminable inmensidad” que San<br />

Anselmo le asigna a lo divino, estas distinciones y divisiones son necesarias<br />

para los que estamos formados por partes y tratamos de comprender en un<br />

discurso que distingue y divide lo que creemos es algo del Ser Supremo 11 .<br />

El mismo pensador medieval dice de Dios: Tu es igitur ipsa vita qua vivis,<br />

et sapientia qua sapis, et bonitas ipsa qua bonis et malis bonus es; et ita de<br />

similibus 12 . Mediante la repetición de la palabra vida, sabiduría, bondad y<br />

cosas semejantes sobre sí mismas se distingue lo que vive por sí de lo que<br />

vive por otro. La vida del ente viviente es recibida porque no posee la vida<br />

por la que vive, solo Dios es la misma vida por la que vive y, por eso, puede<br />

dar a otros lo que tiene. La condición de lo que vive en y por sí mismo es<br />

poder darse la vida por la que vive. La situación de lo que vive por otro es<br />

recibir la vida que lo hace viviente como algo distinto a su propia realidad.<br />

Alteridad sin distancia porque la vida afecta al viviente en que habita, de tal<br />

modo que, sin esa afección dejaría de ser.<br />

De donde la donación de la vida en quien vive es distinta a otros dones porque<br />

hace a la esencia del vivir. Es un primer don que se distingue de otros<br />

que pueden recibirse porque es el más raigal que se tiene y se recibe de<br />

modo diferente en cada viviente. En esa primera singularidad construye una<br />

intimidad única donde la vida afecta al viviente engendrándolo. Interioridad<br />

donde radican las otras operaciones que el ser vivo puede hacer, tener, deber<br />

y querer en su ser y en su bondad inherente porque ha recibido en su origen<br />

la vida que le permite obrar de modo único, irrepetible e irreemplazable.<br />

Para hablar con mayor propiedad sobre ese inicio del viviente, tal vez, convendría<br />

que el pensamiento cambie el término donación por el de engendramiento. Lo<br />

donado mantiene, como dijimos, una distancia que no aparece cuando la<br />

11<br />

San Anselmo: Proslogion, cap. XXI.<br />

12<br />

San Anselmo: Proslogion, cap. XII.<br />

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