JORNADAS NACIONALES DE ÃTICA 2009 - UCES
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La vida en conflicto o el conflicto con la vida en su vivir y descubrir que antes de ser un “animal racional” es un viviente porque está habitado por la vida. La vida habita en él pero no se agota en él. Puede verse en el mundo todo lo que vive pero no la vida, esta se sustrae porque no es un ente sino aquello que hace del viviente un determinado ser vivo. Por ser tal, cada ente animado es diferente a todos los otros, es único porque la vida se da de modo particular, no se repite nunca y es distinta en cada ser vivo, se da en la individualidad singular de lo que vive y se quita cuando se ausenta de su realidad. Unicidad, particularidad y singularidad de la vida que permite el obrar individual del viviente que el saber científico intenta en vano atrapar con categorías universales, aquellas que le permiten cierta elaboración racional, conceptual y sistemática. La cuestión es ¿por qué asignar a las categorías de la ciencia mayor verdad que a la singularidad viviente? Para plantear mejor esta cuestión podemos, por ejemplo, distinguir el trabajo del viviente que debería tener una remuneración acorde al esfuerzo individual y a su dedicación vital, de la evaluación que hacen las ciencias económicas al unificar toda tarea con una universalización injusta que afirma: “a igual trabajo corresponde igual remuneración”. La obra del obrero puede verse y evaluarse entonces con una supuesta objetividad pero se oculta el esfuerzo y la dedicación de cada uno que permanece en la subjetividad que excede a la economía y se desprecia como invalorable 10 . Lo visible y lo invisible se juegan entre la tarea del viviente y la vida que le permite esa labor en el ocultamiento de lo que no puede ser en absoluto universalizado y valorado. Dos modos de manifestación que dejan abierta la pregunta ¿realmente se quita la vida cuando el ser vivo desaparece ante la visión? ¿No es esta una perspectiva ligada a nuestro modo de ver lo que aparece en el mundo porque según esta manifestación la muerte consiste en el final del viviente, en su desaparición? Estas y otras cuestiones quedan abiertas hasta que no abandonemos el juego de los universales e interroguemos y aprendamos, en la medida de las posibilidades, la vida en su singularidad. Quizás ese abandono, sea una cuestión de prioridades entre singular y universal porque no podemos abandonar nuestro lenguaje y nuestros conceptos que se incluyen en el universo más amplio y debe someterse al más estrecho, aquel del que no somos dueños sino espectadores. Cuando se habla del don de la vida en el viviente, la palabra don no parece la más adecuada para designar esa unidad. La donación supone siempre un donador, un donado y algo que media entre ambos. Si bien esta imagen es muy explotada por algunos pensadores, entre ellos, M. Heidegger, su 10 Cf. Las veces que M. Henry habla acerca del “travail vivant” en Marx con sus características “vivant”, “subjectif”, “réel”, “individuel”. En Auto-donation, p. 21. 834
Ricardo O. Diez imaginación introduce una distancia que no existe entre la vida y el viviente porque este no puede ser sin aquella y aquella se presenta siempre en un ser vivo. Donador, don y donado son distantes, mientras que el viviente no tiene ninguna distancia respecto de la vida porque cualquier separación le impide ser y lo lleva a su contrario, la muerte. Con algunas diferencias y semejanzas se puede decir que Dios es el único viviente que se da a sí mismo la vida que no termina. Ciertamente se puede decir que la vida, la eternidad, la bondad y otras cosas semejantes que se predican de lo divino son palabras o conceptos, es decir, partes que integran nuestro modo de hablar y de pensar y no dicen nada de su realidad. Son términos que difieren en absoluto de un Dios que no tiene partes porque es simple y Uno. Frente a la “indivisible unidad” y a la “interminable inmensidad” que San Anselmo le asigna a lo divino, estas distinciones y divisiones son necesarias para los que estamos formados por partes y tratamos de comprender en un discurso que distingue y divide lo que creemos es algo del Ser Supremo 11 . El mismo pensador medieval dice de Dios: Tu es igitur ipsa vita qua vivis, et sapientia qua sapis, et bonitas ipsa qua bonis et malis bonus es; et ita de similibus 12 . Mediante la repetición de la palabra vida, sabiduría, bondad y cosas semejantes sobre sí mismas se distingue lo que vive por sí de lo que vive por otro. La vida del ente viviente es recibida porque no posee la vida por la que vive, solo Dios es la misma vida por la que vive y, por eso, puede dar a otros lo que tiene. La condición de lo que vive en y por sí mismo es poder darse la vida por la que vive. La situación de lo que vive por otro es recibir la vida que lo hace viviente como algo distinto a su propia realidad. Alteridad sin distancia porque la vida afecta al viviente en que habita, de tal modo que, sin esa afección dejaría de ser. De donde la donación de la vida en quien vive es distinta a otros dones porque hace a la esencia del vivir. Es un primer don que se distingue de otros que pueden recibirse porque es el más raigal que se tiene y se recibe de modo diferente en cada viviente. En esa primera singularidad construye una intimidad única donde la vida afecta al viviente engendrándolo. Interioridad donde radican las otras operaciones que el ser vivo puede hacer, tener, deber y querer en su ser y en su bondad inherente porque ha recibido en su origen la vida que le permite obrar de modo único, irrepetible e irreemplazable. Para hablar con mayor propiedad sobre ese inicio del viviente, tal vez, convendría que el pensamiento cambie el término donación por el de engendramiento. Lo donado mantiene, como dijimos, una distancia que no aparece cuando la 11 San Anselmo: Proslogion, cap. XXI. 12 San Anselmo: Proslogion, cap. XII. 835
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La vida en conflicto o el conflicto con la vida<br />
en su vivir y descubrir que antes de ser un “animal racional” es un viviente<br />
porque está habitado por la vida.<br />
La vida habita en él pero no se agota en él. Puede verse en el mundo todo<br />
lo que vive pero no la vida, esta se sustrae porque no es un ente sino aquello<br />
que hace del viviente un determinado ser vivo. Por ser tal, cada ente<br />
animado es diferente a todos los otros, es único porque la vida se da de<br />
modo particular, no se repite nunca y es distinta en cada ser vivo, se da en<br />
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su realidad. Unicidad, particularidad y singularidad de la vida que permite<br />
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con categorías universales, aquellas que le permiten cierta elaboración<br />
racional, conceptual y sistemática. La cuestión es ¿por qué asignar a las<br />
categorías de la ciencia mayor verdad que a la singularidad viviente? Para<br />
plantear mejor esta cuestión podemos, por ejemplo, distinguir el trabajo del<br />
viviente que debería tener una remuneración acorde al esfuerzo individual y<br />
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al unificar toda tarea con una universalización injusta que afirma: “a igual<br />
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evaluarse entonces con una supuesta objetividad pero se oculta el esfuerzo<br />
y la dedicación de cada uno que permanece en la subjetividad que excede<br />
a la economía y se desprecia como invalorable 10 .<br />
Lo visible y lo invisible se juegan entre la tarea del viviente y la vida que le<br />
permite esa labor en el ocultamiento de lo que no puede ser en absoluto<br />
universalizado y valorado. Dos modos de manifestación que dejan abierta<br />
la pregunta ¿realmente se quita la vida cuando el ser vivo desaparece ante<br />
la visión? ¿No es esta una perspectiva ligada a nuestro modo de ver lo que<br />
aparece en el mundo porque según esta manifestación la muerte consiste<br />
en el final del viviente, en su desaparición? Estas y otras cuestiones quedan<br />
abiertas hasta que no abandonemos el juego de los universales e interroguemos<br />
y aprendamos, en la medida de las posibilidades, la vida en su singularidad.<br />
Quizás ese abandono, sea una cuestión de prioridades entre singular<br />
y universal porque no podemos abandonar nuestro lenguaje y nuestros conceptos<br />
que se incluyen en el universo más amplio y debe someterse al más<br />
estrecho, aquel del que no somos dueños sino espectadores.<br />
Cuando se habla del don de la vida en el viviente, la palabra don no parece<br />
la más adecuada para designar esa unidad. La donación supone siempre<br />
un donador, un donado y algo que media entre ambos. Si bien esta imagen<br />
es muy explotada por algunos pensadores, entre ellos, M. Heidegger, su<br />
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Cf. Las veces que M. Henry habla acerca del “travail vivant” en Marx con sus características<br />
“vivant”, “subjectif”, “réel”, “individuel”. En Auto-donation, p. 21.<br />
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