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JORNADAS NACIONALES DE ÉTICA 2009 - UCES

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Razón y dilema trágico<br />

Nada de esto se encuentra presente en el caso de Abraham, cuyo “dilema<br />

trágico” tiene elementos propios que lo diferencian claramente de los anteriores.<br />

En primer lugar, el conflicto no se plantea encuadrado en el marco de<br />

un plexo conflictivo previo que le otorgue una determinada significación, ni<br />

tampoco está sostenido por compromisos con el estado o por obligaciones<br />

y lazos familiares. Al contrario, Abraham nada le dice a Sara, su esposa y<br />

con el sacrificio de Isaac pone en riesgo la continuidad legítima de su descendencia<br />

y de su pueblo. El dilema trágico de Abraham trasciende el plano<br />

de lo humano, el de las leyes y deberes que lo rigen. Plantea la posibilidad<br />

de otra instancia frente a la racionalidad o irracionalidad del conflicto y que,<br />

a nuestro criterio, abre una nueva dimensión que desafía a la razón.<br />

Kierkegaard en Temor y temblor desgarra la figura de Abraham y la derriba<br />

del pedestal de padre del pueblo judío, para mostrar hasta qué punto está<br />

preparado y decidido a matar a su hijo al que, según el texto bíblico, no solo<br />

ata a la piedra del sacrificio, sino que levanta el cuchillo para inmolarlo.<br />

Tanto desde el punto de vista ético como humano, el sacrificio de Abraham<br />

es el acto de un loco o de un criminal. Abraham espanta, nadie puede<br />

llorar con él. No hay atenuantes, ni sentido, ni razones de ningún tipo que<br />

permitan comprenderlo. Es cierto que Dios “suspende teleológicamente la<br />

vigencia de lo moral”, pero eso solo lo saben Dios y Abraham. Y si Abraham<br />

es total y absolutamente libre, es porque no solo “suspende” la vigencia de<br />

la ley, sino porque se adueña de ella, porque la hace suya.<br />

Nadie ha escuchado el mandato, nadie ha oído la voz de Dios. El propio<br />

Abraham no puede tener certeza alguna que sea Dios quien le habla. No<br />

encontrará jamás ninguna prueba, ni ningún signo para convencerse, como<br />

sostiene Sartre 18 . “Acaso no podría ser la de un enemigo asumiendo la apariencia<br />

de un dios...”, como clama Orestes en la Electra de Eurípides. ¿Y si<br />

acaso Abraham tuviese turbado el cerebro y se hubiese engañado?, como<br />

afirma el propio Kierkegaard en Temor y temblor. Nadie puede asegurarle<br />

nada, ni siquiera él mismo. Carece de toda certeza y en esta encrucijada<br />

trágica solo puede confiar en su propia conciencia y en una fe que lo trasciende,<br />

pero que no le ayuda a comprender. Abraham cree porque quiere<br />

creer, porque la razón enseña a dudar.<br />

En el dilema trágico de Abraham aparece una nueva categoría que lo caracteriza<br />

y lo diferencia de los dos anteriores: el absurdo. “El absurdo no<br />

es idéntico a lo inverosímil, a lo inesperado, a lo imprevisto” 19 . Abraham se<br />

convence de la imposibilidad de entender según el alcance humano “tal es<br />

18<br />

Sastre, J.P.: El existencialismo es un humanismo, Barcelona, Edhasa, 1989, pág. 21.<br />

19<br />

Kierkegaard, S.: Temor y temblor, ob. cit., pág. 51.<br />

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