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JORNADAS NACIONALES DE ÉTICA 2009 - UCES

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Posibilidades y límites de la argumentación moral: un diálogo con el emotivismo<br />

que tenga el alcance que el filósofo británico posiblemente pretendió darle.<br />

Es decir que en dichas controversias no siempre se buscan aliados, que<br />

permitirían ofrecer una mirada “externa” del conflicto, sino que se apela<br />

también a otras instancias que exceden a las personas que discuten, tales<br />

como normas, valores, leyes y diversos tipos de conocimientos.<br />

Nuestra interpretación del ilustrativo ejemplo aportado por Russell, no obstante,<br />

difiere en parte de la realizada por él mismo, que la reduce a un mero<br />

intercambio de ardides retóricos. A nuestro modo de ver, en cambio, los argumentos<br />

esgrimidos por los vecinos son genuinos. Ambos, al parecer, coinciden<br />

en la belleza de un determinado lugar. El primero de ellos defiende el derecho<br />

de paso por el mismo, mediante un juicio de valor tácito que indica que<br />

la belleza vale en tanto que puede ser contemplada (“¿De qué sirve la belleza<br />

del lugar si nadie la ve?”). Su interlocutor responde con otro juicio de valor,<br />

apelando a la importancia de conservar lo bello, aún limitando su acceso a los<br />

demás (“¿Qué belleza quedará si se permite que los paseantes extiendan la<br />

devastación?”). Ambas posiciones, a su vez, llevan implícitos varios supuestos<br />

fácticos, que posiblemente -luego quizás de discutir- estén dispuestos<br />

a compartir. Por ejemplo, la idea de que la apertura del paso acarreará que<br />

más gente haga uso del mismo, y que tal crecimiento probablemente tendrá<br />

consecuencias negativas en cuanto a la conservación del lugar.<br />

Lo que quiero sugerir es que los argumentos esgrimidos por ambos disputantes<br />

son -desde las posiciones axiológicas que cada uno defiende- genuinos,<br />

y no mera retórica 6 . No se trata de argumentos que dejan al otro<br />

sin más opción que aceptar su conclusión, puesto que cada uno de ellos<br />

le otorga mayor relevancia a un juicio de valor por sobre el otro. Pero si uno<br />

de ellos lograra convencer a su interlocutor de aceptar la superioridad de lo<br />

que podríamos denominar su premisa valorativa (y ambos compartieran a<br />

su vez los supuestos fácticos), este se vería lógicamente obligado a aceptar<br />

su conclusión. Y esto se debe a que existe entre las premisas mencionadas<br />

(fácticas y valorativas) y la conclusión (permitir o no el derecho de paso en un<br />

determinado lugar) una verdadera relación lógico-deductiva 7 . Más adelante<br />

vamos a ofrecer una explicación de por qué Russell no logró ver, sin que esto<br />

supusiera renunciar a su emotivismo, un legítimo razonamiento moral.<br />

Esto no quita el hecho de que, en caso de que los dialogantes no compartieran<br />

las premisas axiológicas de un razonamiento, probablemente solo les<br />

6<br />

Existen, no obstante, elementos retóricos en ellos. La palabra “devastación”, por caso, tiene<br />

un significado fuerte (acaso exagerado para la situación aludida) y una carga emocional muy<br />

negativa.<br />

7<br />

Para reconstruir el razonamiento en toda su faz deductiva, sería conveniente sustituir la premisa<br />

valorativa por una normativa que exprese una idea semejante.<br />

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