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JORNADAS NACIONALES DE ÉTICA 2009 - UCES

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Conflicto en los confines de la argumentación<br />

Lo dice de esta manera:<br />

Este argumento [el argumento de la reflexión trascendental sobre los presupuestos<br />

de la argumentación] no tiene bastante alcance para convencer<br />

también al escéptico en cuanto actor. [...] No resulta evidente de modo alguno<br />

que las reglas que son inevitables dentro de los discursos también puedan<br />

aspirar a validez para la regulación de la acción fuera de tales discursos.<br />

Incluso aunque los partícipes en la argumentación estuvieran obligados a<br />

obrar con presupuestos de contenido normativo (por ejemplo, a considerarse<br />

mutuamente como sujetos responsables, a tratarse como interlocutores<br />

iguales, a concederse crédito recíproco y a cooperar mutuamente), podrían<br />

librarse de esta exigencia pragmático-trascendental en cuanto salieran del<br />

círculo de la argumentación. Tal obligación no se transmite inmediatamente<br />

del discurso a la acción. En todo caso, la fuerza reguladora de la acción del<br />

contenido normativo descubierto en los presupuestos pragmáticos de la<br />

argumentación precisaría una fundamentación especial (Habermas, 1998:<br />

109. Las cursivas son de Habermas).<br />

El problema que aparece con el escéptico que no argumenta representa<br />

entonces una cuestión interesante, pero de la que Habermas parece sacar<br />

las conclusiones erróneas. Efectivamente el escéptico que no argumenta<br />

rompe la transferencia de la obligatoriedad que las reglas de la argumentación<br />

tienen dentro del discurso hacia las acciones en general en el mundo<br />

de la vida, pero ello no afecta el plano de la validez que las reglas poseen.<br />

Habermas parece confundir los planos y pensar que porque un individuo<br />

no argumenta no es necesario y ni posible una fundamentación última de<br />

normas éticas. En realidad debe decirse que la necesariedad de una norma<br />

no se determina por la posibilidad o la cantidad de individuos que estén<br />

dispuestos a seguirla sino más bien por sucesos como los que enumera<br />

Apel al comienzo de “Das Apriori der Kommunikationsgemeinschaft und die<br />

Grundlagen der Ethik” y su posibilidad no depende tampoco de su seguimiento<br />

sino del rendimiento de la razón que en términos de fundamentación<br />

pueda aportar. Es decir, el escéptico que no argumenta no representa un<br />

problema para la validez de las reglas que ponga en jaque la posibilidad de<br />

una fundamentación última de las normas. De este último punto es perfectamente<br />

conciente el propio Apel. La posibilidad de un actor que no argumenta<br />

y que solo actúa, incluso contra las propias reglas del discurso, es<br />

para el problema de la fundamentación última de las normas perfectamente<br />

irrelevante (Apel, 1998: 25-26 y 801).<br />

II. La validez hipotética de las reglas del discurso<br />

En clara consonancia con este pensamiento habermasiano se ha elevado<br />

una objeción similar. En este sentido, se ha dicho que las reglas de la argumentación<br />

son obligatorias para quien ya entró en la argumentación y no<br />

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