JORNADAS NACIONALES DE ÉTICA 2009 - UCES

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Conflicto en los confines de la argumentación discurso. Nada más lejos de Apel que pensar en una ética para la argumentación y no para todas las acciones en general. Esto queda claro desde el mismo momento en que Apel comienza su artículo fundacional “Das Apriori der Kommunikationsgemeinschaft und die Grundlagen der Ethik” mencionando la necesidad en la actualidad de una ética que ponga a los hombres en la situación de hacerse responsables de las consecuencias y subconsecuencias de los desarrollos científico-técnicos a nivel planetario (Apel, 1985, II: 342-344). En un artículo también muy importante de 1988 1 Apel aclaraba cualquier posible malentendido en torno a la idea de reconstruir principios morales a partir del discurso como una ética para la argumentación de la siguiente manera: La ética del discurso no es desde el inicio ninguna ética especial para los discursos argumentativos sino una ética de la responsabilidad solidaria de aquellos que pueden argumentar para con todos los problemas del mundo de la vida, posibles de ser solucionados a través del discurso (Apel, 1988: 116). Este es el problema que será abordado aquí, es decir, si las reglas que se han reconstruido como obligatorias dentro de la argumentación pueden trasladar su obligatoriedad a las acciones en el mundo de la vida que no son prima facie acciones lingüísticas o argumentativas. Este problema ha sido tratado largamente en una discusión que Apel mantuvo con Karl- Heinz Ilting sobre lo que se llamó la transferencia de la obligatoriedad o la continuidad de la obligatoriedad de las normas, fundamentadas pragmático-trascendentalmente, hacia el ámbito de las acciones en el mundo de la vida. Podemos plantearlo de la siguiente manera: ¿las reglas que nos es obligatorio reconocer como participantes en una argumentación son igualmente obligatorias cuando abandonamos ese rol de argumentantes y adoptamos otros roles en el mundo de la vida, roles que no implican prima facie a la argumentación en ningún sentido? Con respecto a este problema, el propio Apel se ha visto obligado a reconocer antes que nada aquí un límite. En efecto, una vez que se ha reconocido necesariamente la validez de las normas por nosotros ya siempre presupuestas en la argumentación no se sigue inmediatamente de ello el necesario seguimiento en la praxis de las normas por nosotros reconocidas (Apel, 1984: 607 y 611). Esto, en una primera instancia, parece significar una brecha difícil de ser sorteada para el problema altamente relevante de 1 Apel, K.-O.: “Kann der postkantische Standpunkt der Moralität noch einmal in substantielle Sittlichkeit ‘aufgehoben’ werden? Das geschichtsbezogene Anwendungsproblem der Diskursethik zwischen Utopie und Regression”. En Id., Diskurs und Verantwortung. Das Problem des Übergangs zur postkonventionellen Moral, Frankfurt, Suhrkamp, 1988, pp. 103-153. 770

Leandro Paolicchi una transferencia de la obligatoriedad de las reglas del discurso a las acciones del mundo de la vida. No obstante, Apel se apura a destacar que esto forma parte no solo de una limitación propia de una ética que se reconstruye a partir de los presupuestos de la argumentación sino incluso de una razón esencialmente entendida como lenguaje. Es decir, para Apel no se da a priori aquí -y esto es fundamental a la cuestión tratada- un problema decisionista sobre la fundamentación sino que existe siempre una libertad de la voluntad práctica para el bien o para el mal (Apel, 1984: 607; Kuhlmann, 1985: 221-223). Apel ya había remarcado que la realización de la razón práctica necesita de una resolución que no puede determinarse a través de la fundamentación de un conjunto de reglas de la argumentación que funcionan a modo de principios morales. Cito las palabras de Apel: La realización práctica de la razón a través de la voluntad (buena) siempre necesita un compromiso que no puede demostrarse y que, por tanto, podemos denominar “irracional”. Sin embargo, esta limitación del “racionalismo” -que debemos admitir- no se identifica con el rechazo de una fundamentación racional del compromiso primario por la razón, como Popper y Albert parecen creer (Apel, 1985, II: 392. Las cursivas son de Apel). Es decir, lo que Apel trata de esclarecer en el fragmento es que aunque no se produzca un inmediato seguimiento en la praxis de las normas necesariamente reconocidas en la argumentación no significa que la validez de esas normas dependa de una decisión de actuar de acuerdo o contra ellas. En función de lo aquí establecido por Apel, es conveniente primero trazar una distinción antes de abordar el problema fundamental de este trabajo. Dicha distinción está sugerida en Apel (y también en Popper) pero no está desarrollada y es a menudo pasada por alto en alguna de sus interpretaciones y, como se verá, en muchas de las objeciones que se le realizan. Es conveniente por ello distinguir entre determinar la voluntad a tomar una decisión y fundamentar tal decisión. Este último es el problema que se abordará aquí y el que preocupa a Apel y a muchos de los seguidores que tratan esta cuestión. Sin embargo, está distinción es a menudo confundida y el problema mencionado en último término es a veces abordado como si se tratara del primero de ellos. Este parece ser el caso de algunas de las objeciones aquí tratadas, como las de los mencionados Popper y Albert, y también de un autor que ha tenido una cercanía con Apel como ninguno de los otros autores mencionados, nos referimos concretamente al caso de Jürgen Habermas. Como ha podido verse, Habermas ha tenido una trayectoria en muchos aspectos paralela a la de Apel. Como este ha procurado la superación de un paradigma filosófico en consonancia con el giro lingüístico experimentado 771

Leandro Paolicchi<br />

una transferencia de la obligatoriedad de las reglas del discurso a las acciones<br />

del mundo de la vida. No obstante, Apel se apura a destacar que esto<br />

forma parte no solo de una limitación propia de una ética que se reconstruye<br />

a partir de los presupuestos de la argumentación sino incluso de una<br />

razón esencialmente entendida como lenguaje. Es decir, para Apel no se da<br />

a priori aquí -y esto es fundamental a la cuestión tratada- un problema decisionista<br />

sobre la fundamentación sino que existe siempre una libertad de<br />

la voluntad práctica para el bien o para el mal (Apel, 1984: 607; Kuhlmann,<br />

1985: 221-223). Apel ya había remarcado que la realización de la razón<br />

práctica necesita de una resolución que no puede determinarse a través<br />

de la fundamentación de un conjunto de reglas de la argumentación que<br />

funcionan a modo de principios morales. Cito las palabras de Apel:<br />

La realización práctica de la razón a través de la voluntad (buena) siempre<br />

necesita un compromiso que no puede demostrarse y que, por tanto, podemos<br />

denominar “irracional”. Sin embargo, esta limitación del “racionalismo”<br />

-que debemos admitir- no se identifica con el rechazo de una fundamentación<br />

racional del compromiso primario por la razón, como Popper y Albert<br />

parecen creer (Apel, 1985, II: 392. Las cursivas son de Apel).<br />

Es decir, lo que Apel trata de esclarecer en el fragmento es que aunque no<br />

se produzca un inmediato seguimiento en la praxis de las normas necesariamente<br />

reconocidas en la argumentación no significa que la validez de esas<br />

normas dependa de una decisión de actuar de acuerdo o contra ellas.<br />

En función de lo aquí establecido por Apel, es conveniente primero trazar<br />

una distinción antes de abordar el problema fundamental de este trabajo.<br />

Dicha distinción está sugerida en Apel (y también en Popper) pero no está<br />

desarrollada y es a menudo pasada por alto en alguna de sus interpretaciones<br />

y, como se verá, en muchas de las objeciones que se le realizan.<br />

Es conveniente por ello distinguir entre determinar la voluntad a tomar<br />

una decisión y fundamentar tal decisión. Este último es el problema que se<br />

abordará aquí y el que preocupa a Apel y a muchos de los seguidores que<br />

tratan esta cuestión. Sin embargo, está distinción es a menudo confundida<br />

y el problema mencionado en último término es a veces abordado como si<br />

se tratara del primero de ellos. Este parece ser el caso de algunas de las<br />

objeciones aquí tratadas, como las de los mencionados Popper y Albert,<br />

y también de un autor que ha tenido una cercanía con Apel como ninguno<br />

de los otros autores mencionados, nos referimos concretamente al caso de<br />

Jürgen Habermas.<br />

Como ha podido verse, Habermas ha tenido una trayectoria en muchos aspectos<br />

paralela a la de Apel. Como este ha procurado la superación de un<br />

paradigma filosófico en consonancia con el giro lingüístico experimentado<br />

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