JORNADAS NACIONALES DE ÃTICA 2009 - UCES
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Las condiciones fácticas del conflicto normativo precedentes y posteriores elaboran el mencionado reconocimiento del conflicto normativo. Mediante esta exposición fenomenológica Hegel eleva al rango de demostración “científica” el reconocimiento de la realidad de este conflicto. La problemática ético-normativa solo puede plantease y comprenderse correctamente si se parte del reconocimiento de la realidad del conflicto. El mismo permite evitar la ilusión en la que descansa cierto clasicismo, ingenuamente confiado en el carácter natural y autorregulado del ethos, asentado sobre el supuesto optimista de una presunta armonía preestablecida en el mundo humano. El reconocimiento realista de la conflictividad social y normativa permite superar las representaciones idealizadas del mundo de la vida que suelen acompañar a algunas perspectivas sociológicas, éticas y filosófico-políticas contemporáneas. La tesis de un ethos conflictivo constituye el punto de partida de una ética que no se hace ilusiones respecto de la naturaleza de la realidad social. Un diagnóstico realista del mundo social, que reconozca abiertamente la realidad de la conflictividad parece entonces el punto de partida de cualquier consideración seria de la realidad social. La perspectiva ético-normativa, sin embargo, no se limita a constatar la realidad del conflicto, sino que nos asigna un papel activo en la resolución racional del mismo. La clave de esta asignación se encuentra en el principio ético que nos exige encontrar soluciones racionales para los problemas prácticos en los que estamos inmersos. Este principio es, por un lado, una condición imprescindible para comprender el sentido de cualquier situación conflictiva como un problema a resolver y, por el otro, una condición normativa que exige encontrar soluciones moralmente válidas. Si los conflictos del ethos no se percibieran como problemas a resolver, sino como algo natural ante lo que hay que resignarse, la ética normativa misma, como disciplina filosófica, carecería de objeto y de tarea. La perspectiva de esta disciplina combina entonces el reconocimiento de la realidad del conflicto con la exigencia de superarlo racionalmente. Para examinar la conflictividad propia del mundo humano desde un punto de vista moral que resulte filosóficamente interesante es necesario cumplir, al menos, con las dos condiciones siguientes. Por un lado, no hay que hacerse ilusiones respecto de la realidad social. Esto significa no esperar ingenuamente soluciones espontáneas que disuelvan los conflictos sin nuestra participación activa, ni idealizar situaciones reales, ni pretender disolver, mediante un juego teórico de conceptos abstractos, los conflictos reales que solo pueden resolverse mediante acciones sociales coordinadas, 512
Alberto Damiani tendientes a implementar propuestas de solución argumentativamente justificables. Por otro lado, el punto de vista moral nos invita a no conformarnos con la realidad del conflicto como si se tratara de un destino trágico, sino más bien todo lo contrario. Pensar cada conflicto como algo real significa pensar contra ese conflicto, pensarlo como un problema a resolver. El conflicto se le presenta a la ética normativa como algo real solo en cuanto se ofrece como una resistencia a nuestro propósito racional de superarlo prácticamente. La realidad del conflicto es la contracara de la exigencia de su superación racional. A fin de contribuir a aclarar un aspecto de la mencionada conexión entre el reconocimiento realista del conflicto práctico y la exigencia racional de su superación, me propongo examinar una cuestión particular que puede presentarse del siguiente modo: ¿el conflicto entre normas morales presupone la existencia de ciertas condiciones fácticas y contingentes o es algo a priori, o sea algo universal, necesario e independiente de la experiencia? Para cumplir con el propósito mencionado comenzaré examinando la idea del conflicto entre obligaciones morales ilustrándola mediante el caso discutido por Immanuel Kant y Benjamin Constant en torno al presunto derecho a mentir por amor al prójimo (1). Como resultado del mencionado examen intentaré evaluar el papel que juegan las circunstancias fácticas en la constatación de un conflicto entre obligaciones morales (2). Luego señalaré que es posible distinguir dos especies conflictos moralmente relevantes: los conflictos entre obligaciones morales y los conflictos entre una obligación moral y un interés egoísta (3). A continuación formularé una tesis sobre las condiciones fácticas en las que se presentan los conflictos entre obligaciones morales (4). Luego presentaré una dificultad de la tesis opuesta, que postula el carácter a priori del conflicto entre principios éticos (5). Por último, habiendo presentado la dificultad mencionada, propondré una prueba, mediante la cual podría determinarse si la conflictividad moral es a priori o a posteriori (6). 1. Constant versus Kant Para examinar el carácter del conflicto entre normas morales, conviene comenzar por distinguirlo de otros tipos de conflictos, ubicándolo en lo que podría denominarse un cuadro de los niveles de conflictividad. Para nuestro propósito resulta suficiente con distinguir cuatro posibles niveles. En un primer nivel, se encontrarían los conflictos de intereses, que motivan la interacción estratégica propia del mundo social. En este primer nivel encontramos agentes o grupos de agentes que obran como egoístas racionales y, mediante un cálculo de utilidades, intentan determinar los mejores medios para alcanzar sus fines particulares y, mediante un plan de acción estratégica, intentan tanto alcanzar sus objetivos como impedir que los otros agentes interfieran. En un segundo nivel se encuentran los conflictos entre 513
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Las condiciones fácticas del conflicto normativo<br />
precedentes y posteriores elaboran el mencionado reconocimiento del conflicto<br />
normativo. Mediante esta exposición fenomenológica Hegel eleva al<br />
rango de demostración “científica” el reconocimiento de la realidad de este<br />
conflicto.<br />
La problemática ético-normativa solo puede plantease y comprenderse correctamente<br />
si se parte del reconocimiento de la realidad del conflicto. El<br />
mismo permite evitar la ilusión en la que descansa cierto clasicismo, ingenuamente<br />
confiado en el carácter natural y autorregulado del ethos, asentado<br />
sobre el supuesto optimista de una presunta armonía preestablecida<br />
en el mundo humano.<br />
El reconocimiento realista de la conflictividad social y normativa permite<br />
superar las representaciones idealizadas del mundo de la vida que suelen<br />
acompañar a algunas perspectivas sociológicas, éticas y filosófico-políticas<br />
contemporáneas. La tesis de un ethos conflictivo constituye el punto<br />
de partida de una ética que no se hace ilusiones respecto de la naturaleza<br />
de la realidad social.<br />
Un diagnóstico realista del mundo social, que reconozca abiertamente la<br />
realidad de la conflictividad parece entonces el punto de partida de cualquier<br />
consideración seria de la realidad social. La perspectiva ético-normativa,<br />
sin embargo, no se limita a constatar la realidad del conflicto, sino que<br />
nos asigna un papel activo en la resolución racional del mismo. La clave de<br />
esta asignación se encuentra en el principio ético que nos exige encontrar<br />
soluciones racionales para los problemas prácticos en los que estamos inmersos.<br />
Este principio es, por un lado, una condición imprescindible para<br />
comprender el sentido de cualquier situación conflictiva como un problema<br />
a resolver y, por el otro, una condición normativa que exige encontrar soluciones<br />
moralmente válidas. Si los conflictos del ethos no se percibieran<br />
como problemas a resolver, sino como algo natural ante lo que hay que<br />
resignarse, la ética normativa misma, como disciplina filosófica, carecería<br />
de objeto y de tarea. La perspectiva de esta disciplina combina entonces<br />
el reconocimiento de la realidad del conflicto con la exigencia de superarlo<br />
racionalmente.<br />
Para examinar la conflictividad propia del mundo humano desde un punto<br />
de vista moral que resulte filosóficamente interesante es necesario cumplir,<br />
al menos, con las dos condiciones siguientes. Por un lado, no hay que<br />
hacerse ilusiones respecto de la realidad social. Esto significa no esperar<br />
ingenuamente soluciones espontáneas que disuelvan los conflictos sin<br />
nuestra participación activa, ni idealizar situaciones reales, ni pretender<br />
disolver, mediante un juego teórico de conceptos abstractos, los conflictos<br />
reales que solo pueden resolverse mediante acciones sociales coordinadas,<br />
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