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JORNADAS NACIONALES DE ÉTICA 2009 - UCES

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Silvia Cristina Gabriel<br />

“felicidad” del hombre, para Heidegger la finalidad es el “otorgar en tanto<br />

desocultar”, “patentizar”, “traer a la presencia”, en pocas palabras, el<br />

brillar del Ereignis donde aparece el ser, la aletheia o la verdad en sentido<br />

ontológico.<br />

Esta divergencia entre finalidades sirve para dar cuenta que mientras para<br />

Ortega la cuestión de la técnica solo deviene inteligible -según confirmáramos<br />

con García Astrada- cuando se realiza a la luz de una teoría antropológica,<br />

Heidegger afirma la insuficiencia y, en consecuencia, la incorrección<br />

de una definición meramente antropológica y la inscribe, en cambio, en una<br />

dimensión ontológica.<br />

Pensamos que esta divergencia de enclaves tiene cuanto menos dos corolarios.<br />

El primero gira en torno a la concepción que ambos pensadores<br />

ofrecen de la techné griega. Mientras para Heidegger el peligro que encierra<br />

la técnica contemporánea es ahuyentar la posibilidad primigenia de la techné<br />

que operaba como lugar de desocultamiento o desvelación del ser y<br />

de la verdad, Ortega ve a la techné como un estadio felizmente superado.<br />

Si la finalidad de la técnica es el bienestar del hombre en el mundo, y el<br />

hombre es “proyecto”, “quehacer”, en suma, “autofabricación”, una técnica<br />

que no vaya unida a la novedad ni a la libre imaginación creadora, sino a la<br />

tradición, como sería el caso de la techné, coartaría las posibilidades del<br />

hombre en principio ilimitadas.<br />

El segundo corolario, tal como anticipáramos en la Introducción, es que<br />

por un camino algo distinto al que toma Habermas, es decir, por la senda<br />

abierta por la totale Mobilmachung -de la que dimos cuenta más arribamás<br />

que por la de la “historia sublimada”, pensamos que el cambio de la<br />

visión antropológica de Ortega por una ontológica se deja leer como una<br />

renuncia a la responsabilidad ético-política del hombre, y en particular, del<br />

filósofo, frente a la cuestión de la técnica cuya autoría última terminaría<br />

siendo adscripta, como dice Habermas, “a una autoridad aurática, pero<br />

indeterminada” 50 , es decir, al destino del Ser del que, según Heidegger en<br />

“Die Kehre”, somos “pastores” en cuanto nos subordinamos a él en virtud<br />

de nuestra disponibilidad a la obediencia.<br />

Por último, aún cuando ya indicamos que el núcleo de la meditación heideggeriana<br />

sobre la esencia de la técnica resulta absolutamente desconocida<br />

para el madrileño, cabe hacerse una pregunta contrafáctica: de haberla conocido,<br />

¿la habría suscrito al punto de variar su propia posición? Creemos<br />

que la respuesta no pude ser sino negativa. Tanto como la vida es para<br />

Ortega la realidad radical, el “ser” que Heidegger cree desocultar por vía<br />

50<br />

Habermas: ob. cit.,<br />

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