JORNADAS NACIONALES DE ÉTICA 2009 - UCES

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La conflictividad en la asignación de intención de un agente, y, b) qué razones de las existentes son las que influyen en la acción, esto es, qué razones son eficaces, y no simplemente existentes y utilizables convenientemente como una buena excusa. Y es que “solo de las eficaces decimos que el agente actuó por esas razones o a causa de ellas” 20 . No se trata aquí de explicar científicamente una acción, como podría hacerlo la medicina o la sociología, se trata, según Von Wright, de hallar explicaciones comprensivas de la acción individual, aquellas explicaciones que al dar razones de una acción sirven a un propósito evaluativo. “¿Merece el agente ser culpado o elogiado por lo que hizo? La respuesta puede depender crucialmente de las razones que tenía. Por lo tanto tenemos que comprender la acción antes de que podamos juzgar al agente” 21 . La cuestión a aclarar, si P1 o P2 merecen elogio o censura o un juicio neutro, requiere aclarar una cuestión previa, ¿cómo identificamos las razones eficaces y las distinguimos dentro del lote de las razones existentes? Las razones eficaces son aquellas que son inescindibles del hecho de comprender la acción como realizada por esas razones, esto es, una acción se comprende en el contexto de sus razones. Pero, ¿cómo discriminar entre una buena y una mala comprensión de una acción?, ¿cómo decir que hay una mejor comprensión de una acción? ¿Cómo establecer la conexión entre la acción y sus razones? ¿Quién las establece, quién es el sujeto de la comprensión?, ¿quién el narrador del relato teleológico? Nuevamente aparecen la primera persona y la tercera persona (aunque preferimos hablar de segunda persona (S), pues es más pertinente cuando se trata de cuestiones de microética, y oponerla así a la perspectiva científica de tercera persona (T), más propia del sociólogo o del psicólogo). Si las razones aducidas por el agente son similares a las que atribuye la comprensión externa, entonces no hay problemas de mayor interés filosófico, pero la cuestión se torna interesante cuando no hay consenso, al menos inicialmente, entre la primera y la segunda personas. Supongamos que conocemos a P1 y que su respuesta no satisface a quienes interactuamos con él. El caso parece “sospechoso”. Debe haber tenido alguna otra razón por la que realizó la acción y que nos oculta, pensamos. O decimos que la llevó a cabo, no por la razón que dio, sino por otra razón que sabemos que tenía (Von Wright, 2002: 88). Estimemos ahora el caso de P1, quien actuó criminalmente pero arguye que lo hizo porque ‘una promesa es una promesa’, aun percatándose de que lo que hacía era corrupto. ¿Cómo resolver el caso de asignación de intención? La segunda persona (S) puede conjeturar distintas posibilidades, entre ellas: a) que 20 Von Wright, 2002: 84. 21 Von Wright, 2002: 85. 676

Daniel Trapani P1 está mintiendo descaradamente 22 , b) que P1 se está autoengañando 23 , o c) que P1 no entiende adecuadamente lo que ha hecho 24 . Pero, ¿en qué fundamenta S su pretensión de comprender la acción de P1 mejor de lo que P1 la comprende? S podría fundar su parecer en su conocimiento del “carácter” del agente, presumiblemente basado en experiencia pasada. Quizá dice: “Él, el agente, es de esa clase de personas que hacen y cumplen promesas solo cuando estas son claramente en su provecho. La obligación moral de cumplir las promesas no significa nada para ellos. Lo sabemos” (Von Wright, 2002: 89). Incluso más, S podría argumentar ante otros mediante anticipaciones arriesgadas: “Ustedes verán: cuando en el futuro prometa algo no cumplirá la promesa, a menos que también tenga un motivo egoísta para hacerlo. No se puede confiar en él” 25 . Establecido así el desacuerdo posible entre P1 y S, puede ser que P1 convenza a S, y S se convierta a la visión de P1. Pero, puede darse el caso contrario, más interesante filosóficamente según Von Wright, el caso en el cual S “intenta convertir al agente a una nueva autocomprensión” 26 . El inconveniente está dado porque se trata de ir contra un presupuesto muy asentado, el hecho de que P1 es el juez supremo y la máxima autoridad en la cuestión. Solo P1 está en condiciones de ver la verdad del asunto directamente, el concordar con lo que declara el autoconocimiento de P1 parece el único modo de resolución. Pero podría llevarse a P1 a ver las cosas como las ve S, esto es, podría tener lugar una especie de conversión a través de la argumentación persuasiva de S. Supongamos que P1 dijera, sinceramente: “Ahora admito que no lo hice porque lo había prometido, sino porque contaba con una recompensa a cambio”. 27 La cuestión que se nos plantea, filosóficamente, es la de cómo describir adecuadamente lo que ha sucedido con P1. Dado que la delimitación entre argumentación 22 Von Wright, 2002: 88: “Sabe muy bien por qué hizo lo que hizo y que no fue por la razón que nos dio. Entonces, su autoconocimiento no tiene por qué entrar en conflicto en absoluto con la explicación sugerida por el observador externo. De hecho hay consenso, aunque sea ‘tácito’”. 23 Ibídem: “Cumplió su promesa e hizo lo que hizo a causa de un cálculo egoísta, pero no lo ‘reconoce’ (siquiera) ante sí mismo”. 24 Von Wright, 2002: 88-89: “Honestamente ‘comprende mal’ su propia acción, pensando, por ejemplo, que la única razón por la que cumplió su promesa fue porque lo había prometido y no que esperaba ser recompensado”. 25 Von Wright, 2002: 89. 26 Von Wright, 2002: 90. 27 Von Wright, 2002: 91. 677

La conflictividad en la asignación de intención<br />

de un agente, y, b) qué razones de las existentes son las que influyen en<br />

la acción, esto es, qué razones son eficaces, y no simplemente existentes<br />

y utilizables convenientemente como una buena excusa. Y es que “solo<br />

de las eficaces decimos que el agente actuó por esas razones o a causa<br />

de ellas” 20 . No se trata aquí de explicar científicamente una acción, como<br />

podría hacerlo la medicina o la sociología, se trata, según Von Wright, de<br />

hallar explicaciones comprensivas de la acción individual, aquellas explicaciones<br />

que al dar razones de una acción sirven a un propósito evaluativo.<br />

“¿Merece el agente ser culpado o elogiado por lo que hizo? La respuesta<br />

puede depender crucialmente de las razones que tenía. Por lo tanto tenemos<br />

que comprender la acción antes de que podamos juzgar al agente” 21 .<br />

La cuestión a aclarar, si P1 o P2 merecen elogio o censura o un juicio neutro,<br />

requiere aclarar una cuestión previa, ¿cómo identificamos las razones<br />

eficaces y las distinguimos dentro del lote de las razones existentes? Las<br />

razones eficaces son aquellas que son inescindibles del hecho de comprender<br />

la acción como realizada por esas razones, esto es, una acción se<br />

comprende en el contexto de sus razones. Pero, ¿cómo discriminar entre<br />

una buena y una mala comprensión de una acción?, ¿cómo decir que hay<br />

una mejor comprensión de una acción? ¿Cómo establecer la conexión entre<br />

la acción y sus razones? ¿Quién las establece, quién es el sujeto de la<br />

comprensión?, ¿quién el narrador del relato teleológico? Nuevamente aparecen<br />

la primera persona y la tercera persona (aunque preferimos hablar de<br />

segunda persona (S), pues es más pertinente cuando se trata de cuestiones<br />

de microética, y oponerla así a la perspectiva científica de tercera persona<br />

(T), más propia del sociólogo o del psicólogo). Si las razones aducidas por<br />

el agente son similares a las que atribuye la comprensión externa, entonces<br />

no hay problemas de mayor interés filosófico, pero la cuestión se torna interesante<br />

cuando no hay consenso, al menos inicialmente, entre la primera y<br />

la segunda personas. Supongamos que conocemos a P1 y que su respuesta<br />

no satisface a quienes interactuamos con él.<br />

El caso parece “sospechoso”. Debe haber tenido alguna otra razón por la<br />

que realizó la acción y que nos oculta, pensamos. O decimos que la llevó a<br />

cabo, no por la razón que dio, sino por otra razón que sabemos que tenía<br />

(Von Wright, 2002: 88).<br />

Estimemos ahora el caso de P1, quien actuó criminalmente pero arguye que lo<br />

hizo porque ‘una promesa es una promesa’, aun percatándose de que lo que<br />

hacía era corrupto. ¿Cómo resolver el caso de asignación de intención? La segunda<br />

persona (S) puede conjeturar distintas posibilidades, entre ellas: a) que<br />

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Von Wright, 2002: 84.<br />

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Von Wright, 2002: 85.<br />

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