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JORNADAS NACIONALES DE ÉTICA 2009 - UCES

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El a priori de la conflictividad<br />

lo que “es”, al margen de en qué medida sean instancias interconectadas,<br />

es decir, al margen de que la “dicotomías hecho-valor” esté desplomada,<br />

según la expresión de Putnam.<br />

La ética convergente es una ética de la conflictividad, más que de la “convergencia”.<br />

La conflictividad es su tema central, aunque la convergencia sea<br />

el criterio al que apela como recurso para la minimización de la conflictividad.<br />

Hay que aclarar -en vista de frecuentes malentendidos- que esta ética<br />

no sostiene que todos los conflictos deban ser sometidos a la convergencia,<br />

puesto que, posiblemente, en su mayoría, ni siquiera pueden serlo. El<br />

principal cometido de esta propuesta ética es el estudio de las estructuras<br />

conflictivas del ethos. Se asume que todos los fenómenos morales están<br />

ligados a conflictos, y que la conflictividad es no solo insuperable, sino que<br />

constituye la instancia dadora de sentido a lo moral. La convergencia, por<br />

su parte, es elemento de reflexión: aunque se conceda que todo lo moral<br />

es conflictivo, también puede concederse que la ética es posible, es decir,<br />

que las normas y las valoraciones morales pueden ser fundamentadas. El<br />

reconocimiento de la conflictividad converge con la impugnación racional<br />

de los conflictos, porque también aquel reconocimiento ha de considerarse<br />

como racional.<br />

La ética convergente, como toda teoría ética, constituye un intento de dar<br />

alguna respuesta a la pregunta ética básica: ¿qué debo hacer? En esto no<br />

es suficiente la solución de casos determinados: hay que encontrar criterios<br />

éticos generales, o sea: mostrar fundamentos y aplicabilidad de tales<br />

fundamentos. ¿Por qué en la conducta moral -que es nuestra forma de<br />

relacionarnos con los demás- hay “deberes”? ¿Se justifican en relación con<br />

los “derechos” que no podemos dejar de pretender? Las respuestas -muchas<br />

de ellas clásicas- a estas preguntas son abundantes y diversas, y a<br />

menudo hondamente discrepantes entre sí. La ética convergente enfatiza<br />

precisamente esas discrepancias, pero no para relativizar toda propuesta<br />

ética, sino por el contrario como un peculiar modo de fundamentación. La<br />

conflictividad es aquí entendida como un “hilo de Ariadna” para transitar<br />

el complejo laberinto del ethos, y se asume que los fundamentos éticos,<br />

como demostró Kant, no pueden ser empíricos, y esto equivale a decir que<br />

tienen que ser a priori. La síntesis de ambos conceptos (conflictividad y<br />

fundamentación) está en el a priori de la conflictividad. Aunque con diversas<br />

acotaciones críticas, la ética convergente se reconoce deudora de la ética<br />

del discurso, en la versión de Apel, la cual a su vez retomó la “reflexión<br />

trascendental” kantiana para averiguar las “condiciones de posibilidad”, no<br />

ya de la experiencia, sino de la argumentación. La reflexión trascendental<br />

kantiana, que era monológica, se hizo dialógica y pudo rehabilitar la fundamentación<br />

apriorística. La ética convergente, por su parte, reemplaza el<br />

monoprincipialismo apeliano por un reconocimiento de cuatro principios,<br />

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