Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Entonces vio al hombre corpulento y musculoso, con un mechón blanco en el<br />
cabello. El tipo tenía una expresión desagradable y amenazadora, y Jude tuvo la certeza<br />
de que tal expresión iba dirigida a él. Pero... ¿por qué? Él jamás lo había visto. Por un<br />
momento, los ojos de ambos se encontraron. Luego el desconocido bajó la mirada y se<br />
volvió dándole la espalda. Jude miró apresuradamente a su alrededor y volvió a dirigir la<br />
vista hacia el otro vagón. El tipo del mechón tenía la espalda encorvada y oscilaba al<br />
compás de los traqueteos del tren, moviendo los hombros como un boxeador. La gente<br />
que lo rodeaba se mantenía a prudente distancia de él.<br />
Jude cerró fuertemente el puño en torno a la correa. Notaba el pulso acelerado y un<br />
gran peso en el estómago. Escrutó a los pasajeros que lo rodeaban. Nadie se fijaba en él,<br />
nadie le prestaba la más mínima atención. Trató de pensar con claridad. El mechón<br />
blanco, el mismo detalle que Bashir había mencionado. ¿Podía tratarse de una<br />
coincidencia? Sin duda, en una ciudad tan enorme... Y, de todas maneras, nada malo<br />
podía ocurrirle en un vagón de metro atestado.<br />
Contuvo el aliento, ladeó ligeramente la cabeza y volvió a mirar a través del cristal de<br />
la portezuela trasera. Me está mirando. El desconocido volvió a apartar la vista. El<br />
mechón blanco de su cabeza parecía una mancha de pintura.<br />
Su instinto le dijo que lo mejor era huir. Soltó la correa y comenzó avanzar entre los<br />
pasajeros en dirección al vagón anterior al suyo. Tuvo que abrirse paso a base de<br />
codazos y empujones.<br />
—Eh, hijoputa, ten cuidado.<br />
La gente rezongaba, torcía el gesto, lo miraba mal.<br />
Llegó a la puerta que conducía al vagón delantero, donde se apoyaba una vieja.<br />
Jude, prácticamente, la alzó en vilo y la apartó. Luego asió el tirador metálico de la puerta,<br />
que tras ofrecer una ligera resistencia, cedió. Salió por la puerta y recibió el azote de una<br />
fortísima corriente de aire caliente y el estrépito de las ruedas metálicas sobre las vías. La<br />
puerta se cerró a su espalda. Ahora Jude se hallaba en inestable equilibrio entre dos<br />
traqueteantes vagones, con el pie derecho en uno y el izquierdo en otro. En la penumbra,<br />
tanteó en busca del tirador de la otra puerta hasta que al fin lo encontró. Lo sujetó con<br />
ambas manos y lo hizo girar de un lado a otro hasta que saltó el pestillo y la puerta se<br />
abrió.<br />
Cuando se volvió a mirar hacia atrás, vio rostros que lo miraban con extrañeza e<br />
irritación, pero no alcanzó a divisar al desconocido del mechón. Tenía frente a sí un<br />
auténtico muro humano, pero no se achicó. Inclinó la cabeza, embistió contra el muro y,<br />
retorciéndose y dando codazos, comenzó a avanzar entre los sudorosos pasajeros. La<br />
gente se apartaba alarmada. En el mismo momento en que llegó a una de las puertas de<br />
doble hoja del vagón, el tren se detuvo. Las puertas se abrieron y Jude saltó al andén y<br />
echó a correr sin volver la vista atrás ni una sola vez.<br />
Siguió corriendo y sorteando a los pasajeros que iban hacia él. Abandonó el andén,<br />
pasó bajo la escalera que ascendía hasta Grand Central y se metió por el túnel que<br />
conducía a la línea de la avenida Lexington. El pasillo estaba sorprendentemente desierto<br />
y el quiosco de prensa, situado en uno de sus extremos, tenía el cierre metálico echado.<br />
Jude oía el eco de sus propios pasos y el sonido de su agitada respiración. Aflojó el paso<br />
y miró hacia atrás. Nadie lo seguía; sólo vio media docena de pasajeros que caminaban<br />
con paso cansino. Frente a sí no había absolutamente nadie, y el túnel se hacía más<br />
oscuro, angosto y amenazador. Echó a correr de nuevo. Las plantas de los pies le dolían<br />
al pegar contra el pavimento y, en la enrarecida atmósfera, los pulmones comenzaron a<br />
arderle.<br />
El túnel terminaba en un laberinto de columnas, pasadizos y escaleras<br />
descendentes. Jude, que conocía el camino, cruzó sin vacilar la amplia explanada<br />
88