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Darnton, John - Experimento

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—¿Que si lo conozco? Todo el mundo lo conoce. Es un chiflado. El sacamantecas<br />

de Ulster County. —Raymond bajó la voz y añadió—: Entre tú y yo, te aconsejo que no te<br />

fíes de él. Es un chiflado de campeonato, y lo más probable es que cualquier pista que te<br />

dé resulte luego ser falsa.<br />

—Aquí lo tengo. El orificio medía exactamente 3,6 centímetros de diámetro. Era casi<br />

perfectamente circular.<br />

—¿Y eso qué demuestra? ¿Que lo abrieron como si fuera una botella de vino?<br />

—McNichol sospechaba que lo hicieron para eliminar una marca de nacimiento.<br />

—Sí, ésas son las cosas que a ese tipo se le ocurren. Atiende, chico, el orificio podía<br />

deberse a cualquier motivo. Una herida anterior, un accidente mientras transportaban el<br />

cadáver... Yo no pensaría dos veces en ello.<br />

—¿Podría ser un crimen de la mafia?<br />

—Es posible. ¿Cómo demonios vamos a saberlo? Si le hubiesen cortado el pito y se<br />

lo hubieran metido en la boca, te diría que habías tropezado con algo importante. Pero...<br />

¿un agujerito en el muslo? Eso no es nada.<br />

—¿Te importa investigarlo en vuestros archivos, a ver si en ellos aparece algo<br />

similar?<br />

—De acuerdo, pero no te hagas ilusiones. Cualquier cosa en la que McNichol ande<br />

metido tiene muchas posibilidades de ser una perfecta majadería.<br />

—Gracias. Eso es lo que necesito en estos momentos, ánimos.<br />

—Dime una cosa, chico. ¿Estás grabando esta conversación?<br />

—Ya sabes que sí. Hacerlo forma parte del procedimiento habitual que sigo en todos<br />

mis trabajos.<br />

—Pues maldita la gracia que a mí me hace tu procedimiento, así que deja de grabar.<br />

—De acuerdo, la próxima vez estaremos solos tú, yo y el encargado de escuchar tus<br />

conversaciones.<br />

—Muy gracioso, chico. Espera mi llamada.<br />

—Hasta la vista.<br />

—Ciao.<br />

La comunicación quedó interrumpida.<br />

El atónito Jude no pudo por menos de preguntarse si no lo habría entendido mal.<br />

Quitó el cable de escucha del receptor, sacó el magnetófono del cajón, se puso un<br />

auricular y rebobinó la cinta. Tras varios intentos, encontró lo que buscaba. La voz de<br />

Raymond sonó en su oreja.<br />

—Aparte de destrozarle la cara y quemarle las huellas dactilares, ¿qué más le<br />

hicieron?<br />

Qué cosa tan extraña, se dijo y, para cerciorarse, reprodujo la cinta desde el<br />

principio. En ningún momento le conté que hubieran quemado las huellas dactilares del<br />

cadáver. Sólo le dije que se las habían borrado.<br />

Se encogió de hombros. Quizá Raymond lo hubiera adivinado por casualidad. Pero,<br />

ciertamente, Jude no se sentía nada cómodo con los misterios que, uno tras otro, surgían<br />

a su alrededor.<br />

Jude se envolvió en una bata estampada comprada en El Corte Inglés de Madrid, se<br />

calzó unas sandalias de suela de esparto procedentes de una tienda de artículos eritreos<br />

del Village, y se fue a la nevera a por más vino. Se sentía de maravilla.<br />

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