Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Smokey había vivido mucho y le gustaba contar historias en las que él quedaba<br />
retratado como un hombre de mundo. Una noche, tumbado en el camastro y con la vista<br />
en el techo, le explicó a Skyler:<br />
—¿Sabes una cosa? En esta ciudad te dan dinero sólo por marcharte. De veras. Si<br />
vas a la comisaría, los policías te acompañarán a la estación de autobuses y te<br />
comprarán un pasaje para cualquier sitio al que desees largarte. La única condición es<br />
que no se te vuelva a ver el pelo por aquí.<br />
Skyler escapaba de la realidad soñando despierto. Por la noche, tras haber<br />
engañado al hambre con los sándwiches de mortadela y mantequilla de cacahuete que<br />
daban en el refugio, se tumbaba en su camastro, se tapaba los ojos con el antebrazo y se<br />
pasaba las horas muertas evocando recuerdos de la isla. Ni siquiera conocía el nombre<br />
de ésta, ni dónde se hallaba, y no quería hablarle de ella ni a Smokey ni a nadie.<br />
Sobre todo, recordaba sus primeros años, cuando la vida era simple, despreocupada<br />
y alegre. Pensaba mucho en Raisin, pero no quería pensar en Julia, pues aún le resultaba<br />
excesivamente doloroso.<br />
Una noche, los ensueños de Skyler fueron bruscamente interrumpidos. Big Al, el<br />
supervisor del refugio, un hombre que iba con el pecho al aire, exhibiendo una enorme<br />
tripa y unos gruesos hombros cubiertos de espeso vello, se acercó y golpeó con el pie<br />
una de las patas de su camastro.<br />
—Ven conmigo —ordenó.<br />
Skyler se puso en pie, siguió al fornido hombretón hasta su minúscula oficina y se<br />
sentó frente al escritorio, sobre el cual había un montón de guías telefónicas, varios<br />
trapos y papeles, un tintero y un oso de peluche. De la pared colgaban calendarios de<br />
talleres mecánicos en los que aparecían mujeres inclinadas para que se les marcaran<br />
bien los pechos, o bien echando hacia adelante la pelvis.<br />
—La verdad es que no lo entiendo —dijo Al, negando con la cabeza.<br />
Skyler se quedó confundido y se dijo que el tono de voz de Al no auguraba nada<br />
bueno.<br />
—Venís aquí y abusáis de la hospitalidad sureña.<br />
Skyler lo miró a los ojos, pero lo único que detectó en ellos fue exasperación.<br />
—Supongo que a ti te parece fantástico. El escritor se deja barba y viene aquí<br />
simulando ser lo que no es.<br />
Al se retrepó en su sillón y asumió una actitud más reflexiva, como si se dispusiera a<br />
dar a su interlocutor una lección.<br />
—Lo que yo digo es que no importa que un hombre sea pobre. Eso no es ningún<br />
crimen. Pero lo que no soporto es que un hombre se haga pasar por lo que no es. Sobre<br />
todo, que se haga pasar por alguien que se encuentra en una situación peor que la suya.<br />
Creo que eso lo convierte en un desaprensivo. ¿Sabes por dónde voy?<br />
Lo único que el desconcertado Skyler atinó a hacer fue negar con la cabeza.<br />
Al se echó hacia adelante y apoyó los codos en el escritorio.<br />
—Cuéntame de qué va la cosa. ¿Estás investigando para escribir un libro? ¿Quieres<br />
reunir...? ¿Cómo lo llamáis? Ah, sí, material.<br />
Skyler comprendió que algo tenía que contestar.<br />
—No entiendo nada de lo que dices. No tengo ni idea de a qué te refieres.<br />
—No, claro que no.<br />
Dicho esto, Al cogió un periódico y se lo tiró. Skyler lo cogió y miró la página por la<br />
que estaba abierto. Siguió sin comprender.<br />
74