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Darnton, John - Experimento

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Smokey había vivido mucho y le gustaba contar historias en las que él quedaba<br />

retratado como un hombre de mundo. Una noche, tumbado en el camastro y con la vista<br />

en el techo, le explicó a Skyler:<br />

—¿Sabes una cosa? En esta ciudad te dan dinero sólo por marcharte. De veras. Si<br />

vas a la comisaría, los policías te acompañarán a la estación de autobuses y te<br />

comprarán un pasaje para cualquier sitio al que desees largarte. La única condición es<br />

que no se te vuelva a ver el pelo por aquí.<br />

Skyler escapaba de la realidad soñando despierto. Por la noche, tras haber<br />

engañado al hambre con los sándwiches de mortadela y mantequilla de cacahuete que<br />

daban en el refugio, se tumbaba en su camastro, se tapaba los ojos con el antebrazo y se<br />

pasaba las horas muertas evocando recuerdos de la isla. Ni siquiera conocía el nombre<br />

de ésta, ni dónde se hallaba, y no quería hablarle de ella ni a Smokey ni a nadie.<br />

Sobre todo, recordaba sus primeros años, cuando la vida era simple, despreocupada<br />

y alegre. Pensaba mucho en Raisin, pero no quería pensar en Julia, pues aún le resultaba<br />

excesivamente doloroso.<br />

Una noche, los ensueños de Skyler fueron bruscamente interrumpidos. Big Al, el<br />

supervisor del refugio, un hombre que iba con el pecho al aire, exhibiendo una enorme<br />

tripa y unos gruesos hombros cubiertos de espeso vello, se acercó y golpeó con el pie<br />

una de las patas de su camastro.<br />

—Ven conmigo —ordenó.<br />

Skyler se puso en pie, siguió al fornido hombretón hasta su minúscula oficina y se<br />

sentó frente al escritorio, sobre el cual había un montón de guías telefónicas, varios<br />

trapos y papeles, un tintero y un oso de peluche. De la pared colgaban calendarios de<br />

talleres mecánicos en los que aparecían mujeres inclinadas para que se les marcaran<br />

bien los pechos, o bien echando hacia adelante la pelvis.<br />

—La verdad es que no lo entiendo —dijo Al, negando con la cabeza.<br />

Skyler se quedó confundido y se dijo que el tono de voz de Al no auguraba nada<br />

bueno.<br />

—Venís aquí y abusáis de la hospitalidad sureña.<br />

Skyler lo miró a los ojos, pero lo único que detectó en ellos fue exasperación.<br />

—Supongo que a ti te parece fantástico. El escritor se deja barba y viene aquí<br />

simulando ser lo que no es.<br />

Al se retrepó en su sillón y asumió una actitud más reflexiva, como si se dispusiera a<br />

dar a su interlocutor una lección.<br />

—Lo que yo digo es que no importa que un hombre sea pobre. Eso no es ningún<br />

crimen. Pero lo que no soporto es que un hombre se haga pasar por lo que no es. Sobre<br />

todo, que se haga pasar por alguien que se encuentra en una situación peor que la suya.<br />

Creo que eso lo convierte en un desaprensivo. ¿Sabes por dónde voy?<br />

Lo único que el desconcertado Skyler atinó a hacer fue negar con la cabeza.<br />

Al se echó hacia adelante y apoyó los codos en el escritorio.<br />

—Cuéntame de qué va la cosa. ¿Estás investigando para escribir un libro? ¿Quieres<br />

reunir...? ¿Cómo lo llamáis? Ah, sí, material.<br />

Skyler comprendió que algo tenía que contestar.<br />

—No entiendo nada de lo que dices. No tengo ni idea de a qué te refieres.<br />

—No, claro que no.<br />

Dicho esto, Al cogió un periódico y se lo tiró. Skyler lo cogió y miró la página por la<br />

que estaba abierto. Siguió sin comprender.<br />

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