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—Por eso tuve que irme el otro día, cuando me estabas entrevistando. Trataba de<br />
conseguir asistencia médica para ellos, pero por conferencia telefónica resulta difícil.<br />
—¿Dónde viven tus padres?<br />
—En Wisconsin. En una ciudad llamada White Fish Bay que se encuentra en las<br />
proximidades de Milwaukee. Un sitio precioso, con praderas verdes y casas blancas de<br />
madera. Me encantó pasar allí la infancia. Soy hija de los barrios residenciales. Tuve la<br />
típica niñez idílica norteamericana.<br />
—Lo dices con sarcasmo.<br />
Tizzie se echó a reír.<br />
—Esto no es justo —dijo—. Tú ya me has entrevistado y sabes un montón de cosas<br />
acerca de mí, mientras que yo apenas sé nada acerca de ti.<br />
—No hay gran cosa que saber.<br />
—De todas maneras, cuéntame —le pidió ella colocando una mano sobre la de él—.<br />
Explícame, por ejemplo, cómo fue que te pusieron ese nombre tan raro. ¿De dónde se lo<br />
sacaron tus padres?<br />
Él hizo una breve pausa pensando en contestar con una broma, pero no se le ocurrió<br />
ninguna.<br />
—Aunque te parezca extraño —dijo—, no lo sé. Y no puedo preguntarles a ellos —<br />
añadió al tiempo que ella lo miraba con extrañeza—. Los dos han muerto.<br />
Tizzie le puso la mano sobre el brazo.<br />
—Lo lamento. ¿Cómo sucedió? ¿Qué edad tenías cuando murieron?<br />
Jude tomó aliento y comenzó a contar. Y, para su sorpresa, le resultaba<br />
sorprendentemente fácil hablarle a la joven de su vida. Al principio lo hizo con voz neutra,<br />
excluyendo voluntariamente todo sentimentalismo, eludiendo la autocompasión; pero<br />
poco a poco fue poniendo en el relato más ardor. Le contó la historia de su vida y le<br />
explicó también cómo se había sentido él en cada momento. Le habló de su peculiar<br />
infancia, y de sus primeros años en Arizona. Sus padres —y de esto él sólo tenía un<br />
vaguísimo recuerdo— eran miembros de una especie de secta que tenía su sede en las<br />
montañas del desierto. Corrían los años sesenta, y por entonces aquel tipo de cosas era<br />
frecuente.<br />
Tizzie asintió con la cabeza y Jude le contó que sus padres se habían conocido allí.<br />
—Me dijeron, aunque no sé quién, y quizá sólo lo haya imaginado, pero creo que es<br />
cierto, que mis padres contrajeron matrimonio en la casa del cabecilla de la secta.<br />
Supongo que era uno de esos tipos que querían construir una sociedad perfecta lejos del<br />
mundanal ruido, pero terminó gobernando su secta como un tirano enloquecido. El caso<br />
es que nací allí. Luego murió mi madre. Creo que fue por causas naturales, aunque no<br />
conozco los detalles.<br />
—¿Qué edad tenías tú por entonces?<br />
—Como cinco años. No recuerdo a mi madre. Ni siquiera su rostro, y tampoco tengo<br />
fotos de ella.<br />
Jude miró a su compañera y luego volvió la vista hacia el mar. Así le resultaba más<br />
fácil hablar.<br />
—Lo más extraño es que yo trataba con todas mis fuerzas de recordar su rostro. Y<br />
cuando lo hacía, hace ya años que he dejado de intentarlo, no lograba evocar ninguna<br />
imagen suya. Pero en ocasiones recordaba una fragancia. O, más que una fragancia, un<br />
olor. Y, aunque resulte extraño, ese olor no era bueno, sino fuerte, acre. Como de<br />
antiséptico.<br />
En este punto, Tizzie le puso una mano en el antebrazo.<br />
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