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—Bueno, cuando quiera empezamos.<br />
Comenzó con unas cuantas preguntas de calentamiento. Su edad: treinta años (en<br />
efecto, los mismos que él). Nacida en White Fish Bay, Wisconsin. Su padre era médico y<br />
su madre, ama de casa. En cuanto a currículum, había estudiado en Berkeley, cursó el<br />
postgrado en Minnesota y pasó tres años en la Facultad de Medicina de Duke.<br />
La mujer le explicó que no atendía a pacientes, sino que se dedicaba a la<br />
investigación biológica. Recientemente, se había especializado en estudios acerca de los<br />
gemelos.<br />
Él fue anotando las respuestas. La libreta de notas era en gran medida un truco, ya<br />
que el magnetófono lo grababa absolutamente todo. Jude había adquirido el hábito de<br />
usar la libreta para controlar el flujo de información: podía abrir la espita tomando notas de<br />
modo entusiasta, o podía cerrarla poniéndose a juguetear ociosamente con el bolígrafo.<br />
Pero no tardó en darse cuenta de que aquella mujer no necesitaba acicates para hablar<br />
sobre sus investigaciones. El entusiasmo que éstas le producían quedaba reflejado en el<br />
brillo que resplandecía en el fondo de sus oscuros ojos.<br />
—¿Sabe usted por qué los gemelos suscitan un interés tan apasionado en los<br />
científicos? Todos los años vamos en peregrinación a sus reuniones en Twinsburg 1 , Ohio,<br />
instalamos nuestro tenderete y los perseguimos implacablemente, intentando<br />
convencerlos de que participen en estudios de todo tipo. ¿Sabe usted por qué?<br />
Jude hizo un ambiguo gesto que lo mismo podía ser un sí que un no.<br />
—Los estudios sobre gemelos son una poderosísima herramienta de investigación<br />
—prosiguió ella.<br />
Jude tomó nota.<br />
—Los gemelos monozigóticos, los que proceden de un único óvulo fertilizado que se<br />
divide en dos, son un accidente de la naturaleza, una especie de desliz en los engranajes,<br />
una grieta en el espejo que nos permite atisbar el otro lado. Se trata de dos individuos que<br />
tienen exactamente la misma constitución genética. A todos los respectos y para todos los<br />
propósitos, sus genes son idénticos.<br />
—Sí, eso lo estudié en biología —dijo Jude.<br />
—Sí, probablemente conoce usted los rasgos más notables de los estudios<br />
realizados al respecto. Las coincidencias que parecen desafiar la lógica. Cosas que ya<br />
forman parte de nuestro folclore. Dos gemelos idénticos, criados en ciudades distintas, sin<br />
contacto entre ellos, sin que ninguno de los dos sepa de la existencia del otro, llevan<br />
vidas parecidísimas. A los científicos les encanta estudiarlos, a los periódicos les encanta<br />
escribir acerca de ellos, y a todos nos encanta leer sobre el tema. Fue hasta el escritorio y<br />
rebuscó en un cajón. —Tome, échele un vistazo a esto —dijo tendiéndole un amarillento<br />
recorte de prensa—. Un viejo artículo publicado por uno de sus competidores.<br />
Se trataba de una historia publicada por el New York Post el 9 de mayo de 1979,<br />
acerca de dos gemelos idénticos nacidos en Piqua, Ohio, en 1939, hijos de madre soltera.<br />
Fueron adoptados por familias distintas, se criaron a más de setenta kilómetros de<br />
distancia y se encontraron el uno con el otro por primera vez cuando contaban cuarenta<br />
años. En el artículo se enumeraba una serie de asombrosas coincidencias. Citaba una<br />
frase de uno de ellos, que Jude procedió a anotar: «Cuando vi por primera vez a mi<br />
hermano, me dio la sensación de que estaba mirándome en el espejo.»<br />
—Tenga cuidado —dijo la doctora Tierney—. Esto puede ser adictivo. Un psiquiatra<br />
danés, Juel-Nilsen, le puso nombre: «monomanía monozigótica». —Sonrió, se retrepó en<br />
1 Literalmente, «Ciudad de los gemelos». (N. de la t.)<br />
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