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Darnton, John - Experimento

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Por la noche, mientras regresaba en su automóvil a la ciudad, Jude pensó en Gloria.<br />

Después de mandar el artículo, la había llevado hasta su periódico.<br />

—¿Quieres que luego, cuando yo haya terminado, nos veamos? —le había<br />

preguntado Gloria yendo directamente al grano—. Si te apetece, conozco un excelente<br />

restaurante especializado en comida natural.<br />

A él no le había apetecido. Sospechaba que la oferta implicaba algo más que una<br />

simple cena y, por algún motivo, cuando pensaba en el largo camino de regreso a Nueva<br />

York, en la autopsia que había presenciado e, incluso, sin saber bien por qué, en los<br />

dolorosos insultos que Betsy le había dedicado hacía meses, lo último que le apetecía era<br />

sexo.<br />

Le había tendido la mano a Gloria para despedirse. Ella se la estrechó y, con una<br />

sonrisa ligeramente irónica, dijo:<br />

—Así que tienes prisa, ¿no? Los grandes reporteros como tú venís aquí por un solo<br />

día, nosotros os ayudamos todo lo que podemos y, pese a ello, vosotros siempre<br />

confundís algún detalle.<br />

El comentario le dolió.<br />

Sin embargo, se dijo, el artículo que acababa de mandar no estaba mal. Y no se<br />

había equivocado en ningún detalle, de eso estaba seguro.<br />

Encendió la radio a tiempo de escuchar el resumen de titulares de la emisora 1010 y<br />

le agradó advertir que no habría muchas noticias que compitieran con la suya. Comenzó a<br />

idear titulares para su historia, lo cual era uno de sus pasatiempos favoritos. «Un<br />

mutilador anda suelto.» O bien «Un cadáver que no suelta prenda». Quizá «El<br />

desfigurado rostro del horror». Bajó las dos ventanillas para airear el coche, sintonizó una<br />

emisora de rock y subió el volumen.<br />

Se sentía satisfecho, contento de sí mismo.<br />

Sin embargo, a la mañana siguiente, cuando bajó en pantalón corto y camiseta a<br />

comprar el periódico en un quiosco, se llevó una desagradable sorpresa. No sólo su<br />

artículo no aparecía en primera plana, sino que, a primera vista, no se encontraba por<br />

ninguna parte. Apoyó el periódico en un buzón y comenzó a pasar páginas con creciente<br />

irritación. Al fin dio con él, en la página 42, rodeado de anuncios de sujetadores. Y lo<br />

habían reducido a cuatro párrafos.<br />

¡Cristo bendito!<br />

Tantas molestias... Conducir todos aquellos kilómetros, conseguir estar presente en<br />

la autopsia, anticiparse al Daily News...<br />

Y, después de todo eso, hacen pedazos mi artículo y lo entierran en la página 42.<br />

Volvió a toda prisa a su apartamento, se cambió y se dirigió al periódico. Nada más<br />

llegar, vio a Leventhal al otro extremo de la redacción y gritó su nombre.<br />

Leventhal le hizo seña de que pasara a su despacho, que tenía una pared<br />

acristalada desde la que le era posible ver la redacción. Lo malo era que los de redacción<br />

también podían ver el interior. A Jude no le importó, pues sabía que lo asistía toda la<br />

razón.<br />

—No lo entiendo —gritó—. Era una gran noticia. ¿Por qué demonios la tuviste que<br />

resumir?<br />

Leventhal lo miró inexpresivamente por unos momentos, simulando no entenderlo, y<br />

al fin pareció comprender.<br />

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