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Jude miró su reloj.<br />
—¿Alguna otra cosa digna de verse?<br />
—Sí, otra, pero tendrán que esperar.<br />
Durante media hora, McNichol siguió trabajando en el cuerpo con un escalpelo de<br />
mango largo y una paleta Becton Dickerson del número 22, sin dejar de comentar lo que<br />
iba haciendo, como si estuviese describiendo una excursión a través de un paraje exótico.<br />
—La incisión primaria va desde la parte delantera de la axila, sigue por la línea<br />
auxiliar anterior, justo por debajo de las tetillas, hasta el esternón. Ése es el apéndice<br />
xifoides. Luego seguimos hacia abajo, dando un ligero rodeo en torno al ombligo, hasta la<br />
sínfisis del pubis, que está aquí —explicó el forense, que alzó la vista y miró a Gloria—.<br />
Por cierto, debo añadir que este procedimiento no se recomienda cuando el cadáver va a<br />
ser exhibido en un ataúd abierto. Ahora, como ven, hemos dejado a la vista tanto la<br />
cavidad torácica como la abdominal.<br />
Jude lo miraba conteniendo el aliento. Presenciar una autopsia no era tan duro.<br />
McNichol retiró las solapas de piel y la musculatura abdominal. Luego empuñó una sierra<br />
quirúrgica y cortó en ángulo las clavículas y las costillas, creando una pieza en forma de<br />
cuña. Levantó la placa torácica entera, como un camarero cuando alza la tapadera de la<br />
bandeja que contiene el plato principal.<br />
Jude miró de nuevo. Esta vez lo que vio era de veras repugnante. El corazón, que<br />
parecía un amarrado pedazo de carne roja, los pulmones, patéticamente desinflados, el<br />
timo... Todo compacto y bien encajado, nadando en una bullabesa de mucosidades y<br />
fluido. Apoyó disimuladamente una mano en un lado de la mesa a fin de mantenerse en<br />
equilibrio.<br />
Mientras tanto, McNichol seguía trabajando con rapidez. Utilizó una jeringa para<br />
absorber el fluido seroso de entre los órganos torácicos y la pared del pecho, y luego lo<br />
metió en un recipiente de plástico. Tomó fotos del corazón y los pulmones; midió y anotó<br />
la proporción entre la anchura del corazón y la anchura del pecho. Luego soltó las arterias<br />
carótidas, pinzó la tráquea y el esófago, cortó el diafragma y el saco pleural, y extrajo al<br />
mismo tiempo el corazón y los pulmones.<br />
Examinó el interior del abdomen y tomó más fotos. Extrajo las vísceras, pinzó el<br />
intestino, lo cortó aproximadamente entre el primer y el segundo segmento del intestino<br />
delgado, justo antes del recto, y lo reservó todo para un posterior análisis. Metió las<br />
manos entre las vísceras y extrajo una maraña de órganos digestivos: el hígado, la<br />
vesícula biliar, el páncreas, el esófago, el estómago y el duodeno.<br />
Jude alcanzaba a ver hasta la parte posterior de la pared abdominal. Por un<br />
momento, pudo contemplar el sistema urinario —los riñones, los uréteres y la vejiga—,<br />
pero en seguida el forense lo retiró todo en un solo bloque.<br />
—Mire los datos que anoté en la hoja de autopsia —le pidió McNichol a Jude—.<br />
¿Qué edad dije que tenía este tipo?<br />
—Entre veintidós y veintiséis años.<br />
Por un momento y por primera vez, McNichol pareció confuso y menos seguro de sí<br />
mismo.<br />
—Demasiado joven. Viendo estos órganos me doy cuenta. Sí, demasiado joven.<br />
¿Cómo he podido equivocarme tanto?<br />
El forense estudió minuciosamente cada órgano, como un joyero examinando<br />
alhajas. Los limpió de sangre y grasa, los pesó, los fotografió y los cortó en secciones o<br />
«rebanadas», como él las llamó. Cada una fue sondada y segregó fluidos que fueron<br />
absorbidos por la omnipresente jeringa. Las secciones, del tamaño de un dólar de plata,<br />
fueron colocadas en el cubo de plástico o en el «ataúd». Luego, explicó McNichol, las<br />
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