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Darnton, John - Experimento

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—¿Cómo lo sabe?<br />

—Por un lado, porque fue un trabajo metódico —explicó tocando el cráneo en la<br />

parte alta de la frente, donde no había más que hueso—. Aquí se hicieron unas<br />

incisiones, y los jirones de piel fueron retirados como lonchas de beicon. Fíjense en la<br />

limpieza con que lo hicieron, con qué minuciosidad y paciencia. El asesino, supongamos<br />

de momento que fue el asesino el que también efectuó la desfiguración, se lo tomó con<br />

auténtica calma. Y luego está lo de las manos.<br />

McNichol alzó las manos del muerto y las giró para que quedasen con las palmas<br />

hacia arriba. Jude, ya más curioso que asustado, se acercó para ver. Las yemas de los<br />

dedos estaban ennegrecidas y llenas de ampollas.<br />

—Quemadas —continuó McNichol—. Pocas huellas encontraremos en estos dedos,<br />

salvo una, parcial, aquí —dijo señalando el dedo anular de la mano izquierda—. Parece<br />

que nuestro amigo se sabía todos los trucos. Y aún no he mencionado lo más extraño de<br />

todo.<br />

McNichol hizo una pausa y fue evidente que deseaba que le hicieran preguntas.<br />

Jude le dio el gusto:<br />

—¿A qué se refiere?<br />

—Fíjense en esto.<br />

McNichol fue hasta el otro extremo de la camilla, alzó el pie derecho del cadáver y lo<br />

torció ligeramente, de modo que los hinchados genitales se desplazaron hacia arriba y la<br />

rosada parte interior del muslo derecho quedó claramente visible. En el centro había un<br />

profundo corte, casi perfectamente circular, del tamaño de un dólar de plata.<br />

—Sólo Dios sabe para qué fue esto. Pero también se lo hicieron de modo metódico y<br />

preciso. —El forense soltó el pie, procedió a pasar el dedo por todo el contorno de la<br />

herida y añadió—: El asesino clavó el cuchillo y luego lo movió circularmente, como si<br />

estuviera sacando una ostra de su concha.<br />

Jude pensó que ojalá McNichol no siguiera con las comparaciones culinarias.<br />

—Quizá en ese lugar tenía una marca de nacimiento, o una cicatriz, u otra señal<br />

identificadora —aventuró Gloria.<br />

—Tal vez. Pero no es un lugar visible. Y no resulta fácil imaginar que en ninguna<br />

parte hubiera constancia de la existencia de esa marca. Entonces, ¿para qué tomarse la<br />

molestia de quitarla?<br />

Jude pensó en la hora de cierre de edición, que se le estaba echando encima.<br />

—¿Cuál fue la causa de la muerte? —preguntó.<br />

—Ajá —dijo McNichol como si el chico más listo de la clase hubiera hecho al fin la<br />

pregunta adecuada—. Le pegaron un tiro en la nuca. De modo muy profesional.<br />

Probablemente, una bala calibre 32, pero de eso aún no estamos seguros. Tiene<br />

magulladuras en las muñecas, así que yo diría que estaba maniatado y de rodillas cuando<br />

le dispararon desde arriba. Primero lo mataron, y después lo desfiguraron.<br />

Quizá, a fin de cuentas, se tratara de un crimen de la mafia, se dijo Jude. Pero luego<br />

recordó que, según el teletipo, habían encontrado el cadáver en un bosque, entre unos<br />

matorrales. Cuando la mafia quería mantener un asesinato en secreto, no dejaba el<br />

cuerpo en un lugar en el que resultase fácil encontrarlo, y desde luego, el cadáver no<br />

terminaba tendido en la mesa de exámenes de un forense.<br />

En un rincón había una bolsa de plástico transparente que contenía lo que<br />

aparentemente eran ropas. A Jude le pareció ver una camisa roja hecha un reguño.<br />

McNichol siguió su mirada.<br />

—Sus ropas —confirmó—. Más tarde las examinaremos en detalle.<br />

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