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Darnton, John - Experimento

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—¿Qué crees que nos harán?<br />

Jude estuvo a punto de mentir de nuevo, pero cambió de idea diciéndose que Tizzie<br />

tenía derecho a saber lo que pensaba realmente.<br />

—Si de veras quieres saberlo, creo que nos enfrentamos a fanáticos. A gente<br />

dispuesta a lo que sea con tal de conseguir sus fines. Y, como digo, están desesperados.<br />

Creo que piensan matarnos.<br />

Tizzie no respondió inmediatamente, y no sólo por lo terrible que era lo que Jude<br />

acababa de decir, sino también porque estaba ocupada en examinar su celda,<br />

inspeccionándola centímetro a centímetro, intentando encontrar una forma de escapar.<br />

Desde su puesto de observación, Skyler podía ver y oír todo lo que ocurría en el<br />

improvisado quirófano. Eran en total cinco personas, tres hombres y dos mujeres, que<br />

evolucionaban por la habitación siguiendo una complicada coreografía. Unos<br />

inspeccionaban los instrumentos, otros anotaban las lecturas de las máquinas o hacían<br />

inventario. Al principio Skyler no logró distinguir a los cirujanos de los auxiliares médicos.<br />

El quirófano en sí era pequeño y estaba atestado de equipo. Junto a la mesa de<br />

operaciones había un impresionante muestrario de instrumentos que iban desde<br />

diminutos bisturíes hasta sierras y mazas. Había cilindros de más de metro veinte que<br />

contenían anestesia, un gabinete blanco con puertas correderas que albergaba todo tipo<br />

de implementos quirúrgicos, cajones llenos de vendas, cubos para tirar los desperdicios.<br />

Uno de éstos, provisto de ruedas, tenía un forro blanco de plástico y Skyler comprendió<br />

con un estremecimiento de horror que estaba destinado a órganos desechados.<br />

Cuando los de abajo hablaban, sus voces sonaban con tal claridad que a Skyler le<br />

dio la sensación de que estaba en el quirófano, junto a ellos.<br />

—Este mismo año hice dos de estas en Minnesota —dijo uno de los médicos—.<br />

Consideré que la experiencia me vendría bien.<br />

—¿Y qué tal salieron?<br />

—Las operaciones, bien; pero los pacientes fueron otro cantar. Uno sobrevivió un<br />

tiempo y el otro murió. El que vivió... No me gusta decirlo, pero lo cierto es que no lo pasó<br />

nada bien. El pobre diablo no sabía si iba o si venía. Comía, cagaba, meaba y hacía todas<br />

las demás funciones con órganos ajenos. Los desechos corporales se le fueron<br />

acumulando y el tipo se hinchó como una pelota de playa. Al final, su organismo rechazó<br />

los órganos. O tal vez fueron los órganos los que rechazaron el organismo.<br />

—Eso no sucederá en este caso.<br />

—Desde luego. Pero hazte a la idea de que no va a ser ninguna fiesta.<br />

—Yo he hecho tres —dijo una de las mujeres—. Son arriesgadas, pero no<br />

imposibles. Aunque os cueste creerlo, lo más difícil es retirar todos los órganos al mismo<br />

tiempo. Siempre hay alguna pequeña conexión de la que uno se olvida. Y los tiempos de<br />

viabilidad son distintos. Así que hay que volver a conectar los órganos con rapidez y en el<br />

orden adecuado. En una ocasión, se me olvidó conectar la uretra. La cosa no terminó<br />

nada bien.<br />

—Hay algo que deseo saber —dijo el tercer cirujano—. ¿Quién de vosotros me<br />

operará a mí?<br />

—Creo que seré yo quien lo haga —respondió la mujer—. Y el doctor Higgins —<br />

señaló con un ademán al tercer cirujano—, me operará a mí.<br />

—Pero Higgins es el mejor.<br />

—Lo sé —respondió la mujer con una sonrisa.<br />

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