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Darnton, John - Experimento

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En el estrado, la voz de tío Henry —Baptiste— seguía, resonante:<br />

—Os alegrará saber que los clones están en buena forma. Durante toda su vida han<br />

estado preparándose para un evento como éste. Ésta es, realmente, su mejor hora. Han<br />

soportado bien el viaje, y se han adaptado sin dificultad al nuevo entorno. —Su voz<br />

cambió ligeramente y el tono pasó a ser el de un severo maestro—: Evidentemente, no<br />

podréis conocer a vuestros clones mientras ellos sigan vivos. Hacerlo sería una violación<br />

de primer orden del protocolo. Os recomiendo, o, mejor, os ordeno, que permanezcáis en<br />

vuestros alojamientos.<br />

Tizzie trató de hundirse más en su silla. La mirada de tío Henry iba como un látigo de<br />

un lado a otro del salón de actos. Cuando se posó en Tizzie, el hombre pareció fruncir los<br />

párpados, como intentando, sin conseguirlo del todo, ver su rostro.<br />

—Y tú... —clamó el hombre—. Tú, la de la bata blanca. ¿Quieres hacer alguna<br />

pregunta?<br />

La joven notó que la sangre le subía a la cara y que tenía las piernas entumecidas.<br />

Hizo un débil gesto negativo.<br />

—Pero yo te vi levantar la mano. Dinos quién eres. ¿Por qué llevas bata de<br />

laboratorio? ¿Qué haces aquí?<br />

Vagamente, Tizzie se dio cuenta de que la gente se volvía a mirarla. Un rumor se<br />

extendió por todo el auditorio. Uno de los miembros del público era un pelirrojo cuyos ojos<br />

casi se desorbitaron. Alfred. El hombre comenzó a abrir la boca.<br />

—He venido para ayudar en el parto —dijo con voz temblorosa.<br />

—El parto —repitió el hombre del estrado con falso regocijo—. El parto. Yo diría que<br />

si lo que deseas es asistir a un parto, no podrías haber venido a un sitio menos adecuado.<br />

El público rió pero el sonido no resultó nada jovial.<br />

Por el rabillo del ojo, Tizzie vio que dos hombres de cabellera casi blanca avanzaban<br />

hacia ella. Notó que sus manos la agarraban fuertemente por los brazos, la levantaban de<br />

la silla y la sacaban del auditorio. En el proceso, las gafas de sol se cayeron al suelo.<br />

Tizzie volvió la cabeza y vio que tío Henry la miraba con expresión triste.<br />

La sacaron del salón y, llevándola casi a rastras, cruzaron con ella el patio en<br />

dirección a un edificio en el que no había reparado antes. En uno de sus costados tenía<br />

una escalera exterior. Sus captores la hicieron subir por ella y cruzar una gruesa puerta<br />

de madera. Para cuando echaron a andar por un largo corredor con puertas a ambos<br />

lados, Tizzie comprendió dónde se encontraba: en la prisión militar.<br />

La dejaron a solas en una pequeña celda. Al cabo de menos de un minuto, la joven<br />

oyó que en la habitación contigua alguien pronunciaba su nombre. Reconoció<br />

inmediatamente la voz de Jude.<br />

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