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Darnton, John - Experimento

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—En los planos aparecía una entrada trasera. Y, si no recuerdo mal, había un panel<br />

de controles a cosa de siete metros de la cerca. Eso está en el otro extremo del campo,<br />

así que es imposible verlo desde aquí. Si logramos introducir a una persona en el<br />

perímetro, podría abrirnos la puerta.<br />

—Meter a una persona es tan difícil como meter a tres —dijo ella.<br />

—Lo sé. Ya se nos ocurrirá algo. Sólo necesitamos algo de tiempo.<br />

—No disponemos de tiempo. Hoy es lunes. Mañana el Laboratorio se reúne en<br />

Savannah. Sin duda, sus miembros vendrán aquí. Y una vez se encuentren en el interior<br />

del cercado, podrán hacer lo que les plazca. No podremos impedírselo.<br />

—¿Por qué no me dices algo que yo no sepa?<br />

Aquel comentario era propio de Raymond. Lo echaba de menos, sobre todo en esos<br />

momentos en los que no les habría venido nada mal disponer de un aliado del FBI.<br />

—Volvamos a Savannah —dijo Jude—. Allí podremos inspeccionar los planos y<br />

echarle un vistazo a ese hotel.<br />

Apenas hubieron regresado al bosque, oyeron el motor de un automóvil en el<br />

camino. Echaron a correr y, tras la corta carrera, se tumbaron sobre el suelo y miraron. El<br />

coche, un Ford Taurus, avanzaba lentamente y se detuvo frente a la puerta principal. Un<br />

hombre salió de la garita, se inclinó sobre la ventanilla del conductor y dijo algo. Luego<br />

retrocedió un paso, la portezuela del coche se abrió y un hombre se apeó. Los dos fueron<br />

hasta la parte posterior del vehículo y el conductor abrió el maletero para que el otro lo<br />

inspeccionase. El guarda alargó la mano y tocó algo.<br />

Tizzie tiró de la manga de Jude.<br />

—Pásame los prismáticos —dijo—. Aprisa.<br />

Se los quitó de la mano y los alzó en el momento en que el conductor volvía junto a<br />

la portezuela.<br />

—Enséñame la cara —murmuró—. Enséñame la cara, maldita sea.<br />

El guarda abrió la puerta y el hombre hizo intención de regresar al interior del<br />

vehículo. La suerte quiso que se quedara unos momentos apoyado en la portezuela,<br />

hablando un poco más con el guarda.<br />

Cuando salieron del bosque, y mientras avanzaban por el camino de tierra, Tizzie<br />

explicó por qué se había puesto tan nerviosa.<br />

—Lo he reconocido. Es el médico que estaba examinando a la vieja preñada del<br />

hospital. Su apellido es Gilmore —dijo colocándose entre Jude y Skyler y tomando a uno y<br />

a otro del brazo—. Y yo que creía que ya nada podía extrañarme...<br />

Pasaron la noche en el Planters Inn de Savannah. A la mañana siguiente, tras un<br />

desayuno de huevos con beicon, Tizzie se fue en busca de una tienda de suministros<br />

médicos, mientras Jude y Skyler vigilaban el DeSoto, un edificio de catorce pisos que se<br />

alzaba en la calle Liberty. No se atrevían a entrar en el vestíbulo y se apostaron por<br />

turnos en distintos puntos de la acera de enfrente.<br />

Skyler estaba en una cafetería, bebiendo café tras café y sin quitar ojo a la fachada<br />

del hotel cuando vio que un coche se detenía en la rampa circular de acceso del DeSoto.<br />

Del vehículo se apeó el juez, a quien Skyler reconoció inmediatamente, ya que no era<br />

sino una versión envejecida de Raisin. El hombre le pareció sorprendentemente frágil<br />

cuando traspuso con paso inseguro la puerta principal. Skyler se dirigió a un teléfono<br />

público y llamó al móvil de Jude, quien se encontraba a tres manzanas de distancia y<br />

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