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ayudaba a incorporarse poniéndole una mano en la espalda. El hombre pesaba tan poco<br />
que fue como levantar la almohada.<br />
Los labios se movieron. Tizzie se inclinó, pegó la oreja a su boca y notó el cálido<br />
aliento del enfermo cuando éste dijo:<br />
—Lo sabes todo.<br />
¿Fue una afirmación o una pregunta? Resultaba imposible saberlo.<br />
—Sí —respondió la joven—. Lo sé todo, menos el porqué.<br />
El hombre permaneció tanto tiempo en silencio que Tizzie no supo si había oído su<br />
respuesta.<br />
Pero luego comenzó a hablar, al principio lentamente, y después, decidido ya a<br />
contarlo todo, con mayor premura.<br />
—Lo hicimos por ti. Todo fue por ti. Queríamos hacerte un obsequio. Te habíamos<br />
dado la vida y deseábamos que disfrutases por más tiempo de ella. Todo iba a ser tan<br />
hermoso... perfecto. Ibais a ser los primeros que alcanzaran el eterno anhelo de la<br />
humanidad. Ibais a vivirlo, no sólo a desearlo ni a soñar con él.<br />
La joven escuchó la descripción que su padre hizo de los primeros días del<br />
Laboratorio, intentando hacerla comprender lo emocionante que había sido encontrarse<br />
en el umbral de un gran descubrimiento científico, «hacer cosas que jamás se habían<br />
hecho». El hombre lo relató todo desde el principio, pero divagando y dando saltos que<br />
dejaban grandes huecos en la historia. Tizzie tuvo que ir reordenando mentalmente el<br />
relato mientras su padre hablaba.<br />
Describió a Rincón y el hipnótico poder que poseía. Relató el primer gran<br />
descubrimiento que tuvo lugar en la cámara subterránea de Jerome: cómo separar las<br />
células en el blastómero, mantenerlas vivas y hacerlas crecer aisladas unas de otras. Las<br />
largas discusiones acerca de hacer lo mismo con la propia descendencia de los<br />
científicos, los inacabables debates nocturnos: qué era lo mejor, qué era permisible y qué<br />
no lo era, los dictados de la ciencia. El óvulo fertilizado parecía tan pequeño bajo el<br />
objetivo del microscopio, que resultaba increíble que de él pudiera surgir la vida. Y al fin<br />
decidieron crear lo que el enfermo llamaba «la reserva». Repitió el término tres veces<br />
antes de que la joven comprendiera. En ningún momento utilizó la palabra clon, aunque,<br />
ciertamente, tampoco mencionó la palabra hermana.<br />
—Procurábamos no pensar en ellos. Estaban lejos, en aquella isla, y no los veíamos<br />
ni tampoco hablábamos de ellos. Sólo Henry... él fue el único que visitó la isla.<br />
Contó que habían creado a los tres ordenanzas partiendo del embrión de un<br />
inadaptado social. Relató la ruptura con el padre de Jude, que se produjo debido a que el<br />
hombre sufría fuertes remordimientos que al fin se solidificaron el día en que Skyler fue<br />
«activado» como óvulo fertilizado. Y habló, lentamente y con tristeza, del accidente de<br />
coche en el que había muerto el padre de Jude, que en realidad no había sido un<br />
accidente. Por último, relató su propia ruptura, años más tarde, con el Laboratorio, que no<br />
había sido total —no eran estúpidos y habían aprendido de lo que le sucedió al padre de<br />
Jude—, y explicó lo difícil que resultaba enfrentarse a Rincón. Y todo fue por amor a<br />
Tizzie. No aprobaba el uso de las inoculaciones, pues éstas se encontraban en una etapa<br />
experimental y resultaban demasiado arriesgadas para que su hija se sometiera a ellas.<br />
—Y tuve razón —jadeó el hombre con un desmedido orgullo que a Tizzie le pareció<br />
extemporáneo.<br />
El enfermo siguió hablando, y relató cómo —diez años antes de lo de Dolly— habían<br />
descubierto el modo de clonar a un adulto, y cómo esto hizo que el dinero acudiera a<br />
raudales en cuanto se les hizo a los «potentados», como él les llamó, la oferta de una<br />
extensión del tiempo de vida. Para entonces, él ya había dejado el Laboratorio y se<br />
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