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Darnton, John - Experimento

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Él asintió con la cabeza.<br />

—Me gustaría poder decírtelo con todas las letras, porque puede ser importante.<br />

Muy importante. Para ti es fundamental saber a qué te enfrentas, del mismo modo que<br />

para mí era fundamental saber a quién me enfrentaba. Esta gente juega sobre seguro, a<br />

dos bandos. ¿Comprendes?<br />

Alfred asintió de nuevo con la cabeza, inseguro, y fue él mismo quien pidió la<br />

siguiente ronda.<br />

—Es imposible no sentir admiración por el Laboratorio cuando se piensa en todo lo<br />

que ha conseguido: los grandes avances científicos, las instalaciones subterráneas de<br />

Jerome, la isla, la colonia de clones. Son cosas muy notables.<br />

Tizzie alzó su copa en brindis. Alfred, confuso, hizo lo mismo.<br />

—Y sería mucho más notable si el Laboratorio hubiera conseguido todo eso sin<br />

llamar la atención de... ciertas agencias. Pero supongo que, de algún modo, el<br />

Laboratorio es víctima de sus grandes aspiraciones. Quiero decir que es un proyecto<br />

demasiado ambicioso, demasiado grande. La página web. Toda esa cantidad de equipo e<br />

instrumental. La verdad es que resulta impresionante, pero... ¿cómo pensasteis ni por un<br />

momento que era posible mantener una cosa así en secreto? La gente habla, los rumores<br />

circulan. ¿Entiendes a qué me refiero?<br />

Alfred entendía. Tizzie se dio cuenta de ello por el leve brillo que relucía en el fondo<br />

de sus ojos.<br />

—El otro día estaba haciendo recuento de todas las leyes que habéis infringido.<br />

Múltiples asesinatos en primer grado... Conspiración. Conspiración para asesinar. Y<br />

recuerda que en algunos de los estados de nuestro país sigue existiendo la pena de<br />

muerte. Leyes contra el crimen organizado. Leyes federales. Violación de los derechos<br />

civiles. Conspiración para infligir daños corporales.<br />

Tizzie movió la cabeza, como admirada de la maravillosa amplitud del sistema legal.<br />

—En este asunto hay de todo. Desde delitos castigados con la pena capital, hasta<br />

fraude fiscal e incluso uso ilegítimo del correo. Esto último suelen añadirlo como propina.<br />

»Y, naturalmente, las personas para las que trabajo, saben lo que yo estoy haciendo.<br />

Incluso saben de ti.<br />

—¿De mí?<br />

—Desde luego. No creerás que he venido aquí sola y sin contactos. ¿Por qué crees<br />

que doy esos paseos por la noche? Como me suceda algo malo, las consecuencias serán<br />

muy graves para vosotros.<br />

Ahora saltaba a la vista que Alfred estaba preocupado. —Por una cosa así podrías<br />

pasar una buena temporada a la sombra. Y tú ya estás metido en bastantes líos.<br />

—¿Para quién trabajas? —preguntó arrastrando las palabras.<br />

Hay que pedir otra ronda, se dijo Tizzie, y le hizo seña a la camarera.<br />

—Me gustaría poder decírtelo. De veras. Pero nos hacen firmar una serie de<br />

documentos por los que nos comprometemos a guardar en secreto nuestras actividades.<br />

Noto en tus ojos que no terminas de creerme. Pero hay un modo de verificar que te estoy<br />

diciendo la verdad. Mi contacto se llama Raymond. No hace falta que hables con él. Basta<br />

con que te des cuenta de quién responde al teléfono. Verifica que el tal Raymond existe.<br />

Tizzie anotó el número de Raymond en una servilleta de papel. Había llegado el<br />

momento de hurgar con el cuchillo dentro de la herida.<br />

—Las cosas se te podrían poner feas en la cárcel, con ese pelo tan rojo que tienes.<br />

El cabello de ese color llama mucho la atención. Hace que todos hablen de ti. Y, teniendo<br />

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