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Darnton, John - Experimento

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palabras para explicarse, Julia se inclinó sobre él y lo besó en los labios. Él se sintió<br />

sorprendido, asustado y emocionado, todo al mismo tiempo. Y quiso más.<br />

Comenzaron a verse regularmente. Dos días a la semana, una de las tareas que<br />

Julia tenía asignadas le permitía disponer de una cierta libertad. La muchacha tenía que ir<br />

a entregar el correo al pequeño aeródromo situado en el saliente oriental de la isla, y<br />

Skyler se reunía allí con ella. En cuanto se hallaban al abrigo del bosque, comenzaban a<br />

tocarse y besarse. El Laboratorio decía que el sexo era malo, pero Kuta predicaba una<br />

doctrina muy distinta, y las palabras del viejo parecían mucho más sabias y atinadas.<br />

Siguiendo el ejemplo de Raisin, Skyler dejó de tomar la pequeña píldora que les<br />

suministraban todas las noches, y Julia hizo lo mismo. No tardaron en experimentar un<br />

cambio en sus organismos: se sentían más sensibles, más vivos y sujetos a súbitos e<br />

inesperados impulsos.<br />

Una sofocante y silenciosa tarde fueron a explorar el extremo meridional de la isla,<br />

en el que nunca habían estado. Siguiendo lo que quedaba de un viejo camino surcado por<br />

huellas de ruedas de carreta, pasaron junto a un pinar y llegaron hasta una duna. La<br />

rodearon y, al llegar al otro lado, vieron algo asombroso: una torre de diez o doce metros<br />

de altura que se alzaba sobre una pequeña península rocosa. Estaba hecha de ladrillos y<br />

tenía en uno de los lados desvaídas bandas rojas y blancas. En la parte alta había una<br />

cabina redonda acristalada con una pequeña pasarela en el exterior y coronada por un<br />

techo metálico. Era un faro abandonado.<br />

Corrieron hasta la torre. Skyler empujó la puerta de madera, que se abrió con un<br />

sonoro golpe, y pasaron al interior. De pronto, el aire se llenó de aleteos: docenas de aves<br />

alzaron el vuelo y desaparecieron por las abiertas ventanas. El lugar estaba en penumbra<br />

y en el aire se percibía el acre olor de los excrementos de pájaro que lo cubrían todo. A<br />

un lado, una escalera de caracol sujeta al muro se encaramaba hacia la luz que brillaba<br />

en la parte de arriba. Comenzaron a ascender por ella y a mitad de camino se<br />

encontraron con un hueco de más de medio metro entre los peldaños. Primero lo cruzó<br />

Skyler y luego Julia, agarrándose para ello a los remaches de hierro que había en la<br />

pared. Siguieron ascendiendo hasta llegar al fin a una salita circular acristalada inundada<br />

de luz. En el centro había un enorme foco rodeado por una lente de cuatro lados instalada<br />

sobre un mecanismo giratorio oxidado. Salieron al balcón que rodeaba la sala. El fuerte<br />

viento les agitó las ropas. Desde allí arriba se divisaban kilómetros y kilómetros de verdes<br />

marismas y sinuosos riachuelos. A lo lejos, incluso era visible el continente.<br />

Volvieron a entrar. Se tumbaron en el suelo de cemento y se abrazaron. Mientras los<br />

pájaros volvían a arrullarse sobre la barandilla de hierro del exterior, se besaron. Luego,<br />

lenta, temblorosamente, se desnudaron mutuamente y se acariciaron guiados por su<br />

instinto. Con el cálido aliento de Julia junto a la oreja, Skyler le dijo que la amaba. Ella le<br />

abrazó con tal fuerza que al principio creyó que estaba haciendo daño a la muchacha.<br />

Julia le confesó que también lo amaba, más que a nada en el mundo, más que a la propia<br />

vida.<br />

Hicieron el amor. Luego cada cual examinó minuciosamente el cuerpo del otro,<br />

fijándose en todas las curvas y recovecos, incluidas las marcas azules de los muslos.<br />

Después, mientras permanecían abrazados escuchando los trinos de los pájaros en el<br />

exterior y, a lo lejos, el rumor de las olas batiendo contra la orilla, se repitieron que se<br />

amaban y que su amor nunca terminaría. A Skyler le sorprendió no sentir remordimientos.<br />

No le parecía que hubieran hecho nada malo. Muy al contrario, tenía la clara sensación<br />

de que lo que había hecho estaba bien. Y, en el fondo de su ser, también se daba cuenta<br />

de que a partir de aquel punto ya no había posibilidad de vuelta atrás.<br />

El faro se convirtió en su refugio, en el lugar en el que podían olvidarse de todo. Iban<br />

allí siempre que les era posible escaparse y, después de hacer el amor, permanecían en<br />

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