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Darnton, John - Experimento

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—Tú mandas —respondió.<br />

Caminaron en silencio entre las sombras. La pinocha del suelo amortiguaba sus<br />

pisadas y llenaba el aire de un grato aroma. Tras diez minutos de caminar por el sendero<br />

y después de que Jude tuvo que hacer uso de su linterna un par de veces para orientarse,<br />

Raymond comentó:<br />

—Espero que luego sepas volver. Yo soy un animal de ciudad. Si me dejas en mitad<br />

de Central Park, no valgo para nada.<br />

Jude contestó con un gruñido.<br />

Tras coronar una cuesta, llegaron a un tendido ferroviario que se perdía de vista en<br />

ambas direcciones. La oscuridad era absoluta y sólo se veía, a lo lejos, la luz verde de un<br />

semáforo.<br />

Raymond extrajo de un bolsillo un frasco de píldoras y se echó una a la boca. Luego<br />

sacó una petaca y dio un largo sorbo para engullir la píldora. Cuando se volvió hacia<br />

Jude, éste le notó aliento a whisky.<br />

—Desde luego, es un buen sitio —dijo Raymond—. Espero que hayas mirado el<br />

horario de trenes. Por cierto, ¿a qué ferrocarril corresponde este tendido?<br />

—A una vieja línea de carga. La Pennsylvania.<br />

Terminados ya los preliminares, Jude echó a andar en dirección oeste junto a los<br />

raíles, con el hombre del FBI a su lado.<br />

—Necesito tu ayuda, Raymond. Estoy metido en este asunto hasta las cejas y no sé<br />

a qué carta quedarme.<br />

—Bueno, no me digas que no te lo advertí. —El federal se detuvo y, mirando<br />

fijamente a Jude, preguntó—: Por cierto, ¿por qué huisteis el día que ibais a ir a visitarme<br />

al Bureau?<br />

—Creía que el de las preguntas sería yo.<br />

—Unas veces se pregunta y otras se responde. Es lo que se conoce como toma y<br />

daca.<br />

—De acuerdo. Contestaré. Pero primero me gustaría saber algo. Los que estaban en<br />

aquella isla, en isla Cangrejo, erais vosotros, ¿no? Nos andabais buscando, ¿a que sí?<br />

—Te repetiré algo, ya traté de advertirte en el ferry cuando hablamos por última vez.<br />

Estás en una situación muy precaria. Apenas posees información. Te has metido en un<br />

asunto muy complicado y de enorme envergadura. No sabes de quién te puedes fiar. O<br />

sea que si lo que me preguntas es si aquellos tipos eran del FBI, la respuesta es sí, lo<br />

eran. Pero si me preguntas si eran de los míos, la respuesta es no.<br />

—¿Qué quieres decir? ¿Que la agencia está dividida? ¿Que algunos de sus<br />

miembros están en un bando y otros están en el otro?<br />

—Sí, podríamos decir que la agencia está dividida, pero quizá fuera más exacto<br />

decir que está en guerra. Una guerra en la que se utilizan todas las armas: el espionaje, la<br />

intervención de teléfonos, la traición... todo lo que se te ocurra. Lo cierto es que en este<br />

asunto, o en esta conspiración, o como quieras llamarlo, andan metidos personajes muy<br />

importantes y extraordinariamente bien relacionados. No se trata sólo de un par de<br />

chiflados que abandonaron la Facultad de Medicina porque estaban convencidos de<br />

haber encontrado la fuente de la juventud.<br />

—Pues cuéntame de qué se trata.<br />

Raymond, lanzó un suspiro.<br />

—Existe un pequeño grupo de científicos que ha descubierto y perfeccionado nuevas<br />

e importantes técnicas de investigación genética —comenzó a explicar—. Esos científicos<br />

están asociados con personas muy acaudaladas y que ocupan posiciones preminentes.<br />

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