Darnton, John - Experimento

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07.11.2014 Views

De pronto se interrumpió. Jude echó a andar decididamente y entró en una habitación. Miró en torno. Nada se movía. Las paredes estaban cubiertas de un descolorido papel azul y en un rincón se veía un pequeño piano de cola al que le faltaban varias teclas. En la habitación no había más muebles. Parte del techo se había venido abajo a causa de un árbol caído. Sobre el suelo, directamente debajo del agujero del techo, había un montón de fragmentos de escayola. Las tablas del entarimado de la habitación de arriba asomaban por los bordes del boquete, y a través de él entraba también la luz del sol, procedente de un hueco en el muro exterior. Lo más probable era que el sonido procediese de allí. Jude aguardó un minuto en silencio y sin moverse. El sonido se produjo de nuevo; las tablas del suelo de arriba temblaron ligeramente y parecieron doblarse bajo el peso de algo. Jude dio un salto hacia atrás. De pronto, el ruido resultaba ensordecedor. Se dirigió a un pequeño armario empotrado, en el que encontró una escoba. Fue con ella hasta debajo del boquete y la levantó. Empujó con fuerza las tablas sueltas, saltó hacia atrás y en ese momento algo se desplomó desde el techo. Algo vivo, que se retorció en el aire. Un animal con larga cola y escamas. Cayó de costado, lanzó un gruñido, se incorporó y corrió a un rincón, desde donde miró a Jude con malévola expresión. Era un lagarto de más de medio metro. Esa gente tenía a estos bichos como animales de compañía, pensó Jude al tiempo que daba media vuelta para salir de la habitación. Salió de la casa grande, cerró la puerta principal a su espalda, bajó la escalinata y aguardó a Skyler bajo el roble cuyo tronco habían utilizado en tiempos Skyler y Julia para dejarse los mensajes. Al cabo de media hora, vio aparecer a Skyler a lo lejos. Según se acercaba, Jude advirtió que su expresión era extraña y su forma de caminar, mecánica. Skyler se sentó a su lado y cogió la piedra. Explicó que, al mirar desde una de las ventanas de la casa grande, había visto que la piedra se había movido. Nadie excepto Julia conocía aquella señal. Había corrido hacia el faro y lo había registrado todo. Al final, en un rincón de la cabina había encontrado un papel escondido bajo una piedra. Era una nota de Julia, escrita sin duda el mismo día en que murió. Un último mensaje, dejado con amor. La joven había descubierto las contraseñas a fuerza de observar a los que manejaban el ordenador y las había anotado para él. —Para obtener acceso a los archivos, son necesarias dos palabras —dijo Skyler, que parecía ofuscado—. Primero, «Bacon», y luego «Newton». Recitó para Jude el dístico que ellos habían repetido tantas veces a lo largo de los años. La Naturaleza v sus leyes yacían ocultas en la noche; Bacon dijo «¡Hágase Newton!», y todo se iluminó. —¿Crees que...? —empezó a preguntar Jude, quien trataba de escoger las palabras con gran cuidado—, ¿que ése fue el motivo de su muerte? ¿Que alguien la vio o que de algún modo se enteraron de lo que estaba haciendo? —Sí —contestó Skyler. El joven tenía la nota de Julia en la mano, pero no se la mostró a Jude. En vez de ello, la dobló cuidadosamente y se la guardó en un bolsillo. 255

Durante dos horas, registraron el resto de la isla. Examinaron todos los edificios: la casa de la comida, la despensa, el barracón de las mujeres, la casa de invitados, el hangar del aeródromo, e incluso la caseta de filtros de la vieja piscina. Y en todas partes vieron los grandes daños que había producido el huracán. Al caer, los árboles habían roto tejados y paredes. En el interior de los edificios vacíos sólo encontraron unas cuantas cosas olvidadas en los pasillos y las habitaciones: calcetines, camisas, cinturones, pilas eléctricas, sábanas, almohadas. Era imposible saber a ciencia cierta qué había ocurrido. Sin duda, el lugar había sido evacuado; los miembros del Laboratorio se habían llevado sus pertenencias y sus archivos médicos. ¿Se efectuó la evacuación en momentos de pánico, quizá mientras el huracán se aproximaba? Parecía poco probable. Se habían llevado demasiadas cosas en un tiempo demasiado breve. ¿Habrían regresado después de la tormenta? Eso también parecía improbable, pues, de haber sido así, el fango estaría lleno de pisadas delatoras. Así que lo más probable era que se tratara de una evacuación planeada y metódica que se llevó a efecto antes incluso de que se pronosticase la llegada del huracán. Pero tal posibilidad suscitaba nuevas preguntas. ¿Por qué lo habían hecho? Al cabo de dos horas de rebuscar entre los restos, Jude y Skyler no habían conseguido ni una sola pista. Ni siquiera sabían cómo lo habían hecho, qué clase de barcos se usaron ni dónde habían fondeado. Por no mencionar la más crucial de las preguntas: ¿adónde se habían dirigido los barcos? Un misterio más, se dijo Jude. ¿Por que será que siempre que avanzamos un paso a continuación retrocedemos dos? En pie junto a Skyler sobre un pequeño promontorio desde el que se divisaba el campus, Jude consultó su reloj. Aún faltaban dos horas para la cita con Homer. Desde aquel punto, podía ver casi todos los edificios que habían registrado. Al menos, habían sido metódicos, ya que habían mirado en cada una de las habitaciones de cada uno de los edificios. No les quedaba nada por inspeccionar. Y entonces Skyler se acordó de un lugar que no habían registrado. —Deberíamos mirar en la guardería. Está en una isla adyacente, no muy lejos. Creo que, con la marea adecuada, es fácil cruzar, aunque yo nunca he ido por allí. Jude sólo tardó un segundo en comprender a qué se refería su compañero: a la colonia de niños que formaba parte del Laboratorio. Semanas atrás, cuando oyó a Skyler hablar de ellos, pensó que eran otra generación de clones. Y, lo mismo que Skyler, se había olvidado totalmente de ellos. Skyler ya estaba siguiendo un camino que discurría en dirección norte entre los bosques. Jude caminó tras él. El bosque era denso y, mirando el suelo del sendero por el que caminaban, Jude vio gran cantidad de huellas de cascos. Veinte minutos más tarde llegaron a la costa septentrional. Jude, que estaba sin aliento —él mismo no se había dado cuenta de lo deprisa que habían avanzado—, se apoyó en un árbol para tomar aire. Una vez hubo recuperado el resuello, miró en torno. Aquella parte del litoral era mucho más abrupta. Los árboles habían sido reemplazados por un mar de crecida hierba que se extendía ante ellos verde y dorado. Más allá estaba el océano, cuyas olas batían contra la rocosa orilla. A la izquierda se hallaba la isla, a no más de doscientos metros. Pero parecían doscientos metros sumamente peligrosos. Un istmo de roca casi totalmente sumergido comunicaba con la pequeña isla y, si querían llegar a ella, no tendrían más remedio que cruzar por él. 256

De pronto se interrumpió.<br />

Jude echó a andar decididamente y entró en una habitación. Miró en torno. Nada se<br />

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Parte del techo se había venido abajo a causa de un árbol caído. Sobre el suelo,<br />

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Jude dio un salto hacia atrás. De pronto, el ruido resultaba ensordecedor.<br />

Se dirigió a un pequeño armario empotrado, en el que encontró una escoba. Fue con<br />

ella hasta debajo del boquete y la levantó. Empujó con fuerza las tablas sueltas, saltó<br />

hacia atrás y en ese momento algo se desplomó desde el techo. Algo vivo, que se retorció<br />

en el aire. Un animal con larga cola y escamas. Cayó de costado, lanzó un gruñido, se<br />

incorporó y corrió a un rincón, desde donde miró a Jude con malévola expresión. Era un<br />

lagarto de más de medio metro.<br />

Esa gente tenía a estos bichos como animales de compañía, pensó Jude al tiempo<br />

que daba media vuelta para salir de la habitación.<br />

Salió de la casa grande, cerró la puerta principal a su espalda, bajó la escalinata y<br />

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acercaba, Jude advirtió que su expresión era extraña y su forma de caminar, mecánica.<br />

Skyler se sentó a su lado y cogió la piedra. Explicó que, al mirar desde una de las<br />

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Julia conocía aquella señal. Había corrido hacia el faro y lo había registrado todo. Al final,<br />

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Era una nota de Julia, escrita sin duda el mismo día en que murió. Un último<br />

mensaje, dejado con amor.<br />

La joven había descubierto las contraseñas a fuerza de observar a los que<br />

manejaban el ordenador y las había anotado para él.<br />

—Para obtener acceso a los archivos, son necesarias dos palabras —dijo Skyler,<br />

que parecía ofuscado—. Primero, «Bacon», y luego «Newton».<br />

Recitó para Jude el dístico que ellos habían repetido tantas veces a lo largo de los<br />

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La Naturaleza v sus leyes yacían ocultas en la noche; Bacon dijo «¡Hágase Newton!», y todo<br />

se iluminó.<br />

—¿Crees que...? —empezó a preguntar Jude, quien trataba de escoger las palabras<br />

con gran cuidado—, ¿que ése fue el motivo de su muerte? ¿Que alguien la vio o que de<br />

algún modo se enteraron de lo que estaba haciendo?<br />

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