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Darnton, John - Experimento

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Sin abandonar el amparo de las sombras de los árboles, esperaron varios minutos<br />

aguzando la vista y el oído.<br />

—Qué cosa tan rara —murmuró Skyler—. No se oye más sonido que el de los<br />

pájaros y las cigarras.<br />

No se veía ni una alma, ni se percibía el más mínimo movimiento.<br />

—Parece como si este condenado sitio estuviera desierto —dijo Jude susurrando sin<br />

darse cuenta de que lo hacía—. Todo esto me da muy mala espina.<br />

Skyler abandonó la protección del bosque y salió a descubierto. Consideraba que le<br />

correspondía a él tomar las decisiones, actuar como jefe. Jude lo siguió.<br />

Caminaron cautelosamente, pegados al lindero del bosque, hasta llegar a la pradera<br />

abierta y el campo en el que Skyler y los otros miembros del grupo de edad habían hecho<br />

gimnasia todos los días. También allí había árboles derribados. Altos montones de tierra y<br />

de raíces se alzaban aquí y allá como lápidas. El campo estaba cubierto por la capa de<br />

barro que había dejado tras de sí la tormenta. Lo cruzaron no sin dificultad, dejando<br />

hondas huellas a su paso y resbalando en varias ocasiones. Al otro lado estaba el camino<br />

que conducía a los barracones.<br />

—¿A ti qué te parece? —preguntó Jude—. ¿Crees que no queda nadie? ¿Que se<br />

fueron todos huyendo del huracán?<br />

—Tal vez, pero no creo. Nunca había sucedido una cosa como ésta, y eso que<br />

durante mi niñez hubo grandes huracanes. Esto es muy extraño. Nunca supuse que algo<br />

así pudiera ocurrir.<br />

Un enorme roble arrancado de raíz había caído paralelo al camino. Instintivamente,<br />

Jude y Skyler avanzaron tras el árbol.<br />

Skyler se dirigió a la puerta del barracón, la misma puerta cuyo umbral había<br />

traspuesto miles de veces durante la niñez. La abrió y entró. Los ojos del joven no<br />

tardaron en acostumbrarse a la penumbra. Inmediatamente, se dio cuenta de que todo<br />

era igual pero distinto. Las camas y los muebles estaban donde siempre, pero había<br />

desaparecido todo lo que se podía transportar fácilmente. En un rincón había un montón<br />

de sábanas sucias, y en otro calcetines, camisas y otras prendas de ropa. La evacuación,<br />

si de una evacuación se trataba, había sido apresurada.<br />

Fue hasta un camastro y se sentó en el húmedo colchón. Vio que en la ventana más<br />

próxima faltaba un cristal. Qué extraño se le hacía mirar en torno, fijarse en objetos que,<br />

de tanto verlos, había llegado a no reparar en ellos y advertir lo distintos, lo rudimentarios<br />

y toscos que le parecían. Quizá la diferencia estuviera en él mismo, pues ahora sus ojos<br />

ya habían visto el mundo del «otro lado».<br />

Jude iba de un lado a otro por el barracón observándolo todo.<br />

—No se puede decir que vivieras entre el lujo y la opulencia —dijo.<br />

Caminó hasta el otro lado del dormitorio y se sentó en un camastro que, por puro<br />

azar, había sido el de Skyler.<br />

—Quizá desde el punto de vista médico os atendieran de maravilla, pero desde<br />

luego no les importaba un pimiento que estuvierais cómodos o no.<br />

A Skyler se le hizo extraño escuchar a Jude haciendo comentarios despectivos sobre<br />

el lugar en el que había crecido. Sintió una extraña necesidad de defenderse, de decir<br />

que no todo habían sido miserias y crueldades. Sin embargo, permaneció en silencio.<br />

Jude se levantó y su pie pegó contra algo que se deslizó por el suelo. Lo recogió y<br />

se lo entregó a Skyler, que lo miró con pasmo.<br />

—Esto era de Raisin —exclamó—. Su soldado de madera. Siempre lo llevaba<br />

consigo.<br />

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