Darnton, John - Experimento
Darnton, John - Experimento Darnton, John - Experimento
duodécimo. Jude sabía por una visita anterior a Washington —que realizó cuando, por algún motivo, el jefe del departamento lo invitó a la fiesta anual que daba el club de prensa de la capital— que la compañía tenía allí su propia zona de recepción. Los ejecutivos que bajaban de los pisos altos cambiaban allí de ascensores para llegar al vestíbulo. Jude también sabía que en el piso duodécimo habría una recepcionista que les pediría la documentación. Él tenía su credencial de prensa del Mirror, pero ¿qué haría Skyler? Él era el que contaba. Quizá, si sabían enrollarse bien, les permitieran pasar. Resultó que se había preocupado en vano. Cuando salieron del ascensor, el escritorio de la recepcionista estaba vacío, lo mismo que el resto de la sala. En el rincón había un televisor en funcionamiento, sintonizado, cómo no, con la cadena de televisión Tibbett. Todo lo que se veía, desde los tiradores de las puertas hasta las estructuras de acero de las sillas, era ultramoderno. Una de las paredes estaba ocupada por ventanas de cristal color humo que llegaban desde el suelo hasta el techo. Todo aquel vidrio producía la sensación de que la oficina estaba suspendida en el espacio, como si se tratara del interior de una carlinga. De hecho, Tibbett era un apasionado del vuelo, y por todas partes había elementos decorativos relacionados con la aviación: modelos de aviones, hélices montadas en la pared y un cenicero de cristal con una foto de Charles Lindbergh. Frente al elevador había un mullido tresillo de cuero. Jude le indicó a Skyler que se sentara en uno de los sillones y le tendió un periódico de la pila que había junto al escritorio de recepción. —Si es necesario, utilízalo para taparte la cara. No lo olvides: tú tienes que verlo a él, pero él no tiene que verte a ti. Jude aguardó en el recodo de un pequeño pasillo que conducía al servicio de caballeros. No tuvieron que esperar mucho. Cinco minutos más tarde, bajó un ascensor y varios hombres salieron de la cabina y se dirigieron rápidamente hacia los ascensores que descendían hasta el vestíbulo. Uno de ellos se movía con la segura autoridad de los jefes ejecutivos. Atisbando discretamente desde su rincón, Jude confirmó que se trataba de Tibbett. ¡Y de pronto Tibbett se apartó del grupo y se dirigió derecho hacia él! Jude se retiró rápidamente al interior del servicio. Oyó pasos tras de sí y se metió en una de las cabinas. De pie sobre el inodoro, esperó conteniendo el aliento. Oyó abrirse la puerta, luego unos pasos, una cremallera que bajaba, el sonido de un hombre orinando, y luego el del agua de la cisterna al caer. Al fin volvieron a sonar los pasos, y la puerta se abrió y se cerró. Jude aguardó un par de minutos antes de atreverse a salir del servicio. Skyler estaba de pie en la sala. —Estaba preocupado por ti —dijo—. El tipo parecía capaz de tirarte por la ventana. —-¿Te resultó conoci...? —No necesitas preguntarlo. Lo recuerdo con toda claridad, porque llegó a la isla pilotando su propio avión. El comentario hizo reflexionar a Jude. Aquella noche, en la pensión, accedió a la página web del Mirror y rebuscó entre las fotos de Tibbett hasta encontrar la que buscaba. En ella, el magnate inmobiliario aparecía vestido con una camisa safari color marrón, posando para la cámara en algún lugar de los trópicos. Al fondo se veían palmeras y el morro de un pequeño avión. —Mira —dijo Jude—. ¿Es éste el avión? 239
—Desde luego. Recuerdo el nombre, Lorelei. Y recuerdo algo más. Éste es exactamente el mismo tipo de avión en el que me oculté para fugarme de la isla. Jude miró el nombre y vio que, debajo, había una pequeña insignia. Se acercó más a la pantalla para observarla. Se trataba de una pequeña W. 240
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duodécimo. Jude sabía por una visita anterior a Washington —que realizó cuando, por<br />
algún motivo, el jefe del departamento lo invitó a la fiesta anual que daba el club de<br />
prensa de la capital— que la compañía tenía allí su propia zona de recepción. Los<br />
ejecutivos que bajaban de los pisos altos cambiaban allí de ascensores para llegar al<br />
vestíbulo.<br />
Jude también sabía que en el piso duodécimo habría una recepcionista que les<br />
pediría la documentación. Él tenía su credencial de prensa del Mirror, pero ¿qué haría<br />
Skyler? Él era el que contaba. Quizá, si sabían enrollarse bien, les permitieran pasar.<br />
Resultó que se había preocupado en vano. Cuando salieron del ascensor, el<br />
escritorio de la recepcionista estaba vacío, lo mismo que el resto de la sala. En el rincón<br />
había un televisor en funcionamiento, sintonizado, cómo no, con la cadena de televisión<br />
Tibbett.<br />
Todo lo que se veía, desde los tiradores de las puertas hasta las estructuras de<br />
acero de las sillas, era ultramoderno. Una de las paredes estaba ocupada por ventanas<br />
de cristal color humo que llegaban desde el suelo hasta el techo. Todo aquel vidrio<br />
producía la sensación de que la oficina estaba suspendida en el espacio, como si se<br />
tratara del interior de una carlinga. De hecho, Tibbett era un apasionado del vuelo, y por<br />
todas partes había elementos decorativos relacionados con la aviación: modelos de<br />
aviones, hélices montadas en la pared y un cenicero de cristal con una foto de Charles<br />
Lindbergh.<br />
Frente al elevador había un mullido tresillo de cuero. Jude le indicó a Skyler que se<br />
sentara en uno de los sillones y le tendió un periódico de la pila que había junto al<br />
escritorio de recepción. —Si es necesario, utilízalo para taparte la cara. No lo olvides: tú<br />
tienes que verlo a él, pero él no tiene que verte a ti.<br />
Jude aguardó en el recodo de un pequeño pasillo que conducía al servicio de<br />
caballeros.<br />
No tuvieron que esperar mucho. Cinco minutos más tarde, bajó un ascensor y varios<br />
hombres salieron de la cabina y se dirigieron rápidamente hacia los ascensores que<br />
descendían hasta el vestíbulo. Uno de ellos se movía con la segura autoridad de los jefes<br />
ejecutivos. Atisbando discretamente desde su rincón, Jude confirmó que se trataba de<br />
Tibbett.<br />
¡Y de pronto Tibbett se apartó del grupo y se dirigió derecho hacia él!<br />
Jude se retiró rápidamente al interior del servicio. Oyó pasos tras de sí y se metió en<br />
una de las cabinas. De pie sobre el inodoro, esperó conteniendo el aliento. Oyó abrirse la<br />
puerta, luego unos pasos, una cremallera que bajaba, el sonido de un hombre orinando, y<br />
luego el del agua de la cisterna al caer. Al fin volvieron a sonar los pasos, y la puerta se<br />
abrió y se cerró.<br />
Jude aguardó un par de minutos antes de atreverse a salir del servicio.<br />
Skyler estaba de pie en la sala.<br />
—Estaba preocupado por ti —dijo—. El tipo parecía capaz de tirarte por la ventana.<br />
—-¿Te resultó conoci...?<br />
—No necesitas preguntarlo. Lo recuerdo con toda claridad, porque llegó a la isla<br />
pilotando su propio avión.<br />
El comentario hizo reflexionar a Jude. Aquella noche, en la pensión, accedió a la<br />
página web del Mirror y rebuscó entre las fotos de Tibbett hasta encontrar la que buscaba.<br />
En ella, el magnate inmobiliario aparecía vestido con una camisa safari color marrón,<br />
posando para la cámara en algún lugar de los trópicos. Al fondo se veían palmeras y el<br />
morro de un pequeño avión.<br />
—Mira —dijo Jude—. ¿Es éste el avión?<br />
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