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CAPÍTULO 24<br />
El taxi dejó atrás el monumento a Washington, siguió por la Elipse hasta el Capitolio<br />
y continuó en dirección al sector sudoeste. Una vez allí, Tizzie, Jude y Skyler decidieron<br />
alojarse en una pensión barata llamada Potomac View. El nombre inducía a error, pues el<br />
río sólo era visible en una acuarela mal pintada que colgaba de la pared del vestíbulo, por<br />
encima de un montón de folletos de turismo.<br />
Por la mañana, Tizzie decidió llamar a Nueva York, a su trabajo. Era un riesgo<br />
calculado. Tarde o temprano tenía que dar señales de vida, y cuanto más tarde fuera,<br />
mayores sospechas infundiría su comportamiento. Además, tampoco quería permanecer<br />
demasiado tiempo perdida, no fuera a ser que sus padres la necesitasen.<br />
Como concesión a la creciente inquietud de Jude, la joven fue en taxi hasta el centro<br />
de la ciudad para telefonear desde el hotel Hay Adams. Eso no haría que la llamada fuese<br />
más difícil de localizar, pero llevaría a sus perseguidores hasta un concurridísimo hotel<br />
situado en el epicentro político de la nación.<br />
En cuanto a Jude, durante el desayuno había decidido recurrir a Raymond. Lo<br />
necesitaban. Tizzie, Skyler y él no tenían los recursos para enfrentarse al Laboratorio, eso<br />
estaba claro. Si querían llegar hasta el fondo de aquel turbio asunto, necesitaban la<br />
infraestructura del FBI. Y, francamente, sería un alivio dejar que otros se ocupasen de<br />
aquel maldito asunto.<br />
Pero... ¿se mostraría el FBI receptivo? ¿A qué se enfrentaban exactamente? ¿A<br />
unos asesinos? Sin duda. Para empezar, allí estaba el cadáver de New Paltz. Aunque<br />
resultaba poco menos que imposible colgarle a alguien concreto aquel asesinato. ¿A qué<br />
más se enfrentaban? ¿A una conspiración para efectuar investigaciones médicas<br />
ilegales? Muy probablemente. Pero... ¿hasta qué punto estaba interesado el FBI en aquel<br />
tipo de cosas? Raymond le comentó que en tiempos el Laboratorio tuvo su propio<br />
expediente, pero también añadió que dicho expediente se hallaba ahora prácticamente<br />
cerrado. Había cosas más urgentes. Y además estaba lo que Hartman había dicho acerca<br />
de que unos agentes del FBI los habían seguido hasta Wisconsin. Así que al menos había<br />
alguien del FBI que seguía interesado por el asunto.<br />
Las dudas no dejaban de agobiarlo. ¿Tendría Raymond autoridad suficiente para<br />
conseguir que la agencia interviniera en el asunto? Quizá Jude tuviera que presentarse<br />
con Raymond para conseguir la autorización de sus superiores. Y, pensándolo bien,<br />
¿hasta qué punto podía confiar en el propio Raymond? Él mismo le había recomendado<br />
que no se fiase de nadie, pese a lo próximo que pudiera estar a él. Viéndolo en<br />
retrospectiva, parecía que el federal lo hubiese dicho pensando en Tizzie. ¿Sabía<br />
Raymond de la existencia de la muchacha? Aunque también podía ser que el consejo<br />
aludiese al propio Raymond. No te olvides, se dijo Jude, de que Raymond ha venido<br />
ocultándote información desde el principio. Pero... ¿por qué le iba a aconsejar a Jude que<br />
recelase de él mismo? ¿Le habría dicho aquello Raymond si él formase parte de algún<br />
tipo de conspiración? Y, por otra parte, aquélla podía ser una buena estratagema: ¿qué<br />
mejor forma había de ganarse la confianza de Jude? Sin embargo, debía tener en cuenta<br />
que fue Raymond quien le dio el nombre del juez, permitiéndole con ello dar el primer<br />
paso de aquella larga y descabellada carrera. Y eso parecía avalar la sinceridad del<br />
federal.<br />
Decidió dejar de devanarse la cabeza. Si uno se ponía a dar vueltas y más vueltas,<br />
terminaba mareado. Agarra el toro por los cuernos. Plántate allí. Lleva a Skyler. Sin previo<br />
aviso, sin darles tiempo a preparar una trampa. Y de todas maneras, con aquellos<br />
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