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Darnton, John - Experimento

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periódicos y, por reflejo, le echó un vistazo a los titulares. En el mundo no estaba<br />

sucediendo nada importante.<br />

Esperaba que la visita compensara el gasto. Comenzaba a sentirse preocupado por<br />

el dinero. Si Skyler tenía que permanecer una larga temporada en el hospital, muy pronto<br />

se quedarían sin fondos. Naturalmente, siempre le quedaba el recurso de volver a su vieja<br />

identidad y cargar los honorarios a su propio seguro médico, pero eso suponía que<br />

podrían localizarlo. Por otra parte, cuanto más tiempo se quedasen por aquellos<br />

contornos, más pistas dejarían a sus perseguidores.<br />

Se dirigió al lugar en el que comenzaba el museo. Desde allí partían varios senderos<br />

que comunicaban los distintos pabellones de estuco. No vio moros en la costa, así que se<br />

dirigió directamente al edificio color chocolate de techo plano y gruesos muros que<br />

quedaba a su derecha y en el que un cartel anunciaba: Reptiles e invertebrados. El<br />

interior estaba en penumbra y por unos momentos el deslumbrado Jude no logró ver<br />

nada. Percibió el acre olor de la orina y el sudor, y sus ojos se fueron acostumbrando a la<br />

falta de luz. A su derecha había un terrario. Sobre la tierra compacta, entre las ramas y<br />

troncos sin corteza que llenaban el suelo, descansaban grandes tortugas, inmóviles bajo<br />

sus enormes caparazones. A su izquierda, en otro terrario similar, había monstruos de<br />

Gila de más de un palmo de longitud. Sus cuerpos eran negros y estaban moteados por<br />

manchas de color entre rojo y naranja.<br />

Más adelante estaban las serpientes, unas inmóviles, como dormidas, y otras que se<br />

deslizaban sigilosamente entre las piedras y las ramas. Frente a ellas, unos cuantos<br />

niños, tan inmóviles como lo habían estado las tortugas, contemplaban fascinados a una<br />

serpiente de cascabel enroscada alrededor de un tronco.<br />

Al fin Jude llegó a la sección de los lagartos. Los había a docenas, de todos los<br />

colores y tamaños. Unos tenían la cola corta; otros, larga; algunos poseían crestas<br />

dorsales con forma de dientes de sierra; a otros les colgaban de la barbilla finas papadas<br />

de piel escamosa. Los había que apenas eran visibles entre el barro o que se hallaban<br />

encaramados como centinelas en lo alto de troncos. Cuanto más se fijaba Jude en el<br />

interior de las jaulas de cristal, más lagartos distinguía. La mayor parte de ellos<br />

permanecía inmóvil, pero de cuando en cuando algunos iban de un lado a otro sin<br />

propósito aparente, moviéndose con una rapidez que tenía algo de alarmante.<br />

Podía acercarse y mirar a los animales a los ojos. Había un lagarto cornudo tejano<br />

(Phynosoma cornutum) de cuerpo plano salpicado de púas y rostro de aspecto diabólico.<br />

Y una iguana común (Iguana iguana) de más de medio metro, que se aferraba al tronco<br />

de un árbol con finos dedos que terminaban en largas uñas negras. Y luego estaba la<br />

iguana chuckwalla (Sauromalus obesas), que medía cuarenta centímetros y poseía un<br />

extraño cuerpo bicolor y luminiscente. Según el cartel explicativo, el animal tenía el hábito<br />

de esconderse en grietas y, cuando se sentía amenazado, hinchaba el cuerpo de forma<br />

que fuera imposible arrancarlo de su escondite. No es mala defensa, se dijo Jude.<br />

Pero aún no había dado con lo que buscaba.<br />

Volvió al exterior y siguió un sinuoso camino que lo condujo a través de los recintos<br />

rodeados por fosos donde se exhibían leones de montaña, osos negros, puercoespines,<br />

lobos mexicanos, ciervos de cola blanca.<br />

Y de pronto lo vio: solo en su pequeño recinto, situado en el lugar más árido y<br />

caluroso del parque.<br />

El lagarto era idéntico al que había visto hacía un par de días ante la oficina de la<br />

reserva india. También estaba encaramado a un madero, y lo miraba con un solo ojo, sin<br />

parpadear.<br />

Jude se acercó más. Contempló la gruesa piel, las escamas con forma de diamante,<br />

la curvatura de la boca, que confería al animal una expresión de crueldad. Advirtió que<br />

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