Darnton, John - Experimento
Darnton, John - Experimento Darnton, John - Experimento
—Para el corazón. —¿Intenta decirnos que ha tenido un ataque cardíaco? —Sí, pero no estoy totalmente seguro. —¿Qué quiere decir? —Algunos de los síntomas coinciden: náuseas, mareos, palidez, poco aliento y, desde luego, dolores en el pecho. Eso fue, al menos, lo que logré deducir. Por cierto, cuando lo trajeron estaba extraordinariamente alterado. Le hicimos un electrocardiograma en el que aparecían ondas Q. Ése es otro indicio. —Pero no está usted seguro. —No. El IAM es frecuente entre los viejos, pero en alguien de su edad... —¿IAM? —Dispense. Infarto agudo de miocardio. Una estenosis de la arteria coronaria debida a la formación de placas arterioescleróticas... No es una cosa... frecuente. ¿Dicen que tiene veinticinco años? —Sí. —Sin embargo, cuando le he examinado los ojos, he visto ciertos indicios de calcificación. Eso puede terminar en cataratas. ¿Dijo si sufría de visión borrosa? —No. —Y dice usted que en su familia no hay antecedentes de enfermedades cardíacas. Jude se removió incómodo. —Que yo sepa, no. —Supongo que, si los hubiera, usted lo sabría. —Sí, claro. El doctor Geraldi sonrió levemente. —Pero hay otros síntomas que no entiendo. Es como si todo su cuerpo estuviera defendiéndose de una infección masiva, pero no logro localizarla. Le hice un análisis preliminar de sangre y... es muy extraño. Quizá mañana sepamos más. He ordenado que le hagan un examen completo. Mientras tanto... —¿Qué? —Seguiremos como hasta ahora. —Pero... ¿se pondrá bien? —Sí, creo que sí. Sus constantes vitales ya han mejorado. Podemos administrarle un hipotensor y agentes que ayuden a reducir los niveles de colesterol, y quizá drogas contra la angina de pecho. Ojalá supiera lo que le ocurre. Los síntomas son confusos. —¿Puede volver a sucederle? —quiso saber Tizzie. —Es posible. No se puede descartar esa posibilidad. ¿Seguro que a su hermano nunca le había ocurrido algo como esto? Aunque no estaba seguro de nada, Jude asintió con la cabeza. —Bueno, pues quiero creer que no hay nada de lo que preocuparse. Naturalmente, puede tratarse de un virus raro. Suele suceder. Aparece de la nada, el paciente se encuentra muy mal durante un tiempo y luego la dolencia desaparece. Aquella noche, Tizzie y Jude fueron a cenar a un restaurante llamado Big Bull Steak House. La mesa a la que los condujeron estaba llena de platos sucios, y un mozo 217
mexicano fue a retirarlos con una bandeja de plástico. Mientras el hombre disponía el servicio de mesa, Jude habló con él en español. En cuanto la camarera les llevó el agua, Jude le pidió un J&B, y otro en cuanto hubieron terminado de encargar la cena. Los dos whiskies obraron su efecto, pues, antes de tomar el primer bocado de carne, Jude ya se sentía en las nubes. Tizzie era abstemia. Aunque la enfermedad de Skyler les aguó en parte la cena, Tizzie y Jude tuvieron oportunidad de hablar largo y tendido por primera vez en varias semanas. Aquella noche, entre ellos no hubo secretos, ni frases a medias, ni largos silencios. Los efectos de la sinceridad son asombrosos, se dijo Jude mirando a Tizzie a la fluctuante luz de la vela que ocupaba el centro de la mesa. Se fijó en su fuerte barbilla, en sus refulgentes ojos, en sus elegantes hombros, y se dio cuenta de lo mucho que la deseaba y de la cantidad de tiempo que había transcurrido desde la última vez que durmieron juntos. Alargó la mano hacia el otro lado de la mesa y ella la tomó en la suya. —Ya sé lo difícil que es esto para ti —dijo Tizzie, y él se limitó a sonreír—. Tú eres el que soporta toda la carga, el que toma las decisiones, el que hace los planes... Tú eres el que nos mantiene en marcha. —Lo miró a los ojos y añadió—: Quiero que sepas que me doy cuenta de ello y lo valoro. La joven le palmeó la mano y Jude pensó que aquello no era buen indicio. Tizzie apartó la mirada y se quedó en silencio. Jude trató de adivinar sus pensamientos. —No soy capaz de imaginarme a otra mujer con tu mismo aspecto —le dijo de pronto. Había puesto el dedo en la llaga. Tizzie se echó hacia adelante en su silla. —Ni yo tampoco. Por eso todo este asunto me resulta tan extraño. Te pasas la vida pensando que eres única... y luego te enteras de que por el mundo hay alguien exacto a ti. Y, si no exacto, parecidísimo. Alguien que tal vez piense y sienta como tú. Hubiera dado cualquier cosa por conocer a Julia y ver... No sé... —¿Qué? —No sé. Todo. Cómo soy vista desde fuera. Qué impresión produzco en los demás. Cómo podría ser de haber crecido en circunstancias totalmente distintas. —No hubieras averiguado nada de eso. Ella no hubiera sido como tú, y tú deberías saber eso mejor que nadie. —Sí, claro que sí. Sin embargo... es extraño. He leído infinidad de estudios sobre gemelos, pero, cuando la cosa te ocurre a ti, todo es distinto. Deja de ser ciencia y se convierte en algo íntimo, que llega hasta la misma médula de tu personalidad. La joven jugueteó con la vela. Le arrancó un poco de cera e hizo una bola con ella. Jude recordó la cueva. ¿Era posible que el incidente hubiese ocurrido hacía sólo cinco horas? —¿Sabes qué he estado pensando? Mis padres me adoran. Harían cualquier cosa por mí. Sin duda ellos pensaban que lo que estaban haciendo era maravilloso: multiplicar por dos mi esperanza de vida. A pesar de ello, durante todos estos años no mencionaron para nada lo más importante: Julia. Y hubo un buen motivo para su silencio. —La joven bebió un sorbo del whisky de Jude y prosiguió—. No sabían cómo decírmelo. En cierto modo, se sentían avergonzados, porque se daban cuenta de que lo que habían hecho estaba mal. Ellos no son... Bueno, no son personas inmorales. El hecho de que abandonaran el Laboratorio lo demuestra. ¿Qué será de ellos ahora? —Quizá puedan ayudarnos. Seguro que saben más de lo que te contaron. 218
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mexicano fue a retirarlos con una bandeja de plástico. Mientras el hombre disponía el<br />
servicio de mesa, Jude habló con él en español.<br />
En cuanto la camarera les llevó el agua, Jude le pidió un J&B, y otro en cuanto<br />
hubieron terminado de encargar la cena. Los dos whiskies obraron su efecto, pues, antes<br />
de tomar el primer bocado de carne, Jude ya se sentía en las nubes. Tizzie era abstemia.<br />
Aunque la enfermedad de Skyler les aguó en parte la cena, Tizzie y Jude tuvieron<br />
oportunidad de hablar largo y tendido por primera vez en varias semanas. Aquella noche,<br />
entre ellos no hubo secretos, ni frases a medias, ni largos silencios.<br />
Los efectos de la sinceridad son asombrosos, se dijo Jude mirando a Tizzie a la<br />
fluctuante luz de la vela que ocupaba el centro de la mesa. Se fijó en su fuerte barbilla, en<br />
sus refulgentes ojos, en sus elegantes hombros, y se dio cuenta de lo mucho que la<br />
deseaba y de la cantidad de tiempo que había transcurrido desde la última vez que<br />
durmieron juntos.<br />
Alargó la mano hacia el otro lado de la mesa y ella la tomó en la suya.<br />
—Ya sé lo difícil que es esto para ti —dijo Tizzie, y él se limitó a sonreír—. Tú eres el<br />
que soporta toda la carga, el que toma las decisiones, el que hace los planes... Tú eres el<br />
que nos mantiene en marcha. —Lo miró a los ojos y añadió—: Quiero que sepas que me<br />
doy cuenta de ello y lo valoro.<br />
La joven le palmeó la mano y Jude pensó que aquello no era buen indicio.<br />
Tizzie apartó la mirada y se quedó en silencio. Jude trató de adivinar sus<br />
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—No soy capaz de imaginarme a otra mujer con tu mismo aspecto —le dijo de<br />
pronto.<br />
Había puesto el dedo en la llaga. Tizzie se echó hacia adelante en su silla.<br />
—Ni yo tampoco. Por eso todo este asunto me resulta tan extraño. Te pasas la vida<br />
pensando que eres única... y luego te enteras de que por el mundo hay alguien exacto a<br />
ti. Y, si no exacto, parecidísimo. Alguien que tal vez piense y sienta como tú. Hubiera<br />
dado cualquier cosa por conocer a Julia y ver... No sé...<br />
—¿Qué?<br />
—No sé. Todo. Cómo soy vista desde fuera. Qué impresión produzco en los demás.<br />
Cómo podría ser de haber crecido en circunstancias totalmente distintas.<br />
—No hubieras averiguado nada de eso. Ella no hubiera sido como tú, y tú deberías<br />
saber eso mejor que nadie.<br />
—Sí, claro que sí. Sin embargo... es extraño. He leído infinidad de estudios sobre<br />
gemelos, pero, cuando la cosa te ocurre a ti, todo es distinto. Deja de ser ciencia y se<br />
convierte en algo íntimo, que llega hasta la misma médula de tu personalidad.<br />
La joven jugueteó con la vela. Le arrancó un poco de cera e hizo una bola con ella.<br />
Jude recordó la cueva. ¿Era posible que el incidente hubiese ocurrido hacía sólo cinco<br />
horas?<br />
—¿Sabes qué he estado pensando? Mis padres me adoran. Harían cualquier cosa<br />
por mí. Sin duda ellos pensaban que lo que estaban haciendo era maravilloso: multiplicar<br />
por dos mi esperanza de vida. A pesar de ello, durante todos estos años no mencionaron<br />
para nada lo más importante: Julia. Y hubo un buen motivo para su silencio. —La joven<br />
bebió un sorbo del whisky de Jude y prosiguió—. No sabían cómo decírmelo. En cierto<br />
modo, se sentían avergonzados, porque se daban cuenta de que lo que habían hecho<br />
estaba mal. Ellos no son... Bueno, no son personas inmorales. El hecho de que<br />
abandonaran el Laboratorio lo demuestra. ¿Qué será de ellos ahora?<br />
—Quizá puedan ayudarnos. Seguro que saben más de lo que te contaron.<br />
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