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—Simplemente —le respondió—, tengo la gran suerte de carecer por completo de<br />
imaginación.<br />
De nuevo Jude se sintió impresionado por su compañera: por su energía, por su<br />
confianza y resistencia, por su fortaleza y su belleza.<br />
—Si salimos de esto... —comenzó.<br />
—¿Qué? —preguntó ella.<br />
—No te librarás de mí así como así.<br />
—Primero lo primero —dijo Tizzie con una sonrisa—. Volvamos al tajo.<br />
Ahora le tocaba a Jude trabajar en la excavación. La tierra del derrumbe parecía más<br />
suelta y pudo sacarla a puñados. Mientras lo hacía, le daba la sensación de sentir, por<br />
encima de él, las tensiones a las que estaba sometida la enorme masa del derrumbe.<br />
Trataba de no pensar en lo que estaba haciendo, ni en la mole de tierra que tenía por<br />
encima de él, la fina corteza que podía ceder en cualquier momento... Sacó una piedra<br />
del tamaño de un puño y al hacerlo provocó la caída de un gran montón de arcilla<br />
arenosa. Después de eso, siguió trabajando más despacio y con mayor cautela.<br />
Media hora más tarde, le pareció oír algo similar a un gemido lejano. Tizzie, que<br />
estaba tras él llenando la caja de cartón, alargó una mano y le tocó la espalda. Y en aquel<br />
preciso instante, el túnel se estremeció y empezaron a caer piedras y arena hasta que la<br />
tierra se precipitó con estruendo en torno a la mesa. Tizzie y Jude se pegaron al suelo<br />
instintivamente. El periodista empuñó la linterna con una mano y con la otra agarró la<br />
mano de su compañera. Todo temblaba a su alrededor, al principio ligeramente y luego<br />
con enorme violencia. Se quedaron paralizados, conteniendo el aliento, incapaces de<br />
hacer nada.<br />
Jude tenía el alma en vilo. Su cabeza era un torbellino, pero no de ideas. No trataba<br />
de discurrir una forma de escapar, porque hacerlo era imposible. Simplemente,<br />
permanecía agazapado, tenso, como un animal en el momento de máximo peligro.<br />
Simplemente, esperaba vigilante, dispuesto a actuar, mientras la decisión de si vivía o<br />
moría la tomaba la suerte.<br />
El polvo llenaba el aire de su pequeño agujero subterráneo. Pero, al menos, ya no se<br />
oía el estruendo de la tierra cayendo sobre ellos por todas partes, lo cual quería decir que<br />
el desprendimiento había cesado de momento y que ellos, de momento, seguirían con<br />
vida.<br />
Tizzie fue la primera en hablar, y su tono —un susurro asustado, como si temiera<br />
que su voz pudiese provocar una nueva avalancha— fue suficientemente expresivo.<br />
—Vuélvete y mira. Estamos atrapados.<br />
Jude apuntó su linterna hacia atrás. Allí, en vez del túnel extendiéndose bajo la<br />
segunda mesa, que había sido su salvavidas y su vía de regreso hacia la caverna, había<br />
un sólido muro de tierra. La mesa había quedado aplastada, reducida a un simple borde<br />
metálico que asomaba por la parte inferior de la montaña de tierra. Los cascotes del<br />
derrumbe habían inundado el pasadizo y se extendían hasta sabía Dios dónde. Estaban<br />
perdidos, encerrados en un espacio no mucho mayor que un ataúd.<br />
El polvo se estaba posando, pues en aquel angosto encierro no había aire suficiente<br />
para que sus partículas flotasen durante demasiado tiempo. Jude trató de pensar en algo,<br />
pero estaba demasiado asustado para que se le ocurriera ningún plan. Y, además, no<br />
había plan que valiese. La situación era clara. Estaban atrapados y si no lograban salir de<br />
allí, morirían. Y tenían que cavar hacia adelante, no hacia atrás. Eso era todo. A partir de<br />
aquel momento, la supervivencia no dependía de la estrategia, sino del aguante, de la<br />
suerte... y del oxígeno.<br />
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